Editorial Entropía editó en Argentina la crónica del viaje iniciático realizado por Maiakovski entre 1925 y 1926 por el continente americano.
Por Juan Alberto Crasci
Escribe Víktor Shklovski en Maiakovski (1941), la biografía que se tradujo al español recién en 1972 y que fue editada por Anagrama: “Un gran poeta nace con las contradicciones de su tiempo. Conoce antes que los demás la desigualdad de las cosas, sus variaciones, el curso de sus movimientos. Los demás ignoran aún el pasado mañana. El poeta lo define, escribe sobre ello, y no es reconocido.” Estas palabras alumbran de forma total la lectura de Mi descubrimiento de América, el registro que llevó Maiakovski de su paso por Cuba, México y Estados Unidos entre los años 1925 y 1926. El libro fue recientemente editado en Argentina por Entropía, con traducción de Olga Korobenko, misma versión que circuló tiempo atrás en España, editada por Gallo Nero.
El poeta escribe al inicio de las crónicas: “Necesito viajar. Para mí el contacto con todo aquello que respira vida casi sustituye la lectura de libros. El viaje emociona al lector de hoy.” También en 1925, en su poema titulado Vladímir Illich Lenin, escribió: “Aunque vivan sobre la tierra,/los hombres son barcas.” Nos situamos en 1925, momento en el que los escritos de viajes eran fundamentales para documentar la experiencia, para ver por primera vez una tierra lejana, y luego para dar a conocer en sus lugares de origen las visiones acerca de los extremos más recónditos del planeta.
El fugaz paso por La Habana y México (donde entabló relaciones con Diego Rivera) se volvió acuciado por cuestiones de visado y pasaporte. El destino deseado será Estados Unidos, país que lo fascinará y lo incomodará al mismo tiempo. Los avances tecnológicos, los rascacielos, la electricidad, los vehículos ―que también para Shklovski representaban la modernidad, la velocidad con que nos encaminábamos a lo nuevo― y los entretenimientos tendrán también su contratara ruinosa.
Maiakovski presenta de manera implacable la sociedad capitalista en pleno desarrollo: las problemáticas laborales, los desajustes sociales ―con la división de los barrios de acuerdo a los orígenes de sus habitantes y la enorme cantidad de población negra, en la que ve un mayor futuro revolucionario que en los obreros―, y las costumbres alimenticias y culturales: “en la tierra de la electricidad los ricos comen a la luz de las velas.”//∆z
También comprende la problemática de la publicidad, las noticias y los medios de comunicación, cuestiones más que vigentes aún cien años después: “Un oficinista (…) se sienta delante de una ventana con un diario de un centenar de páginas y casi un kilo de peso. Primero lee durante una hora la sección de avisos publicitarios rimados y chillones de las grandes tiendas (que son la base de la mentalidad del estadounidense medio); después de la publicidad, hojea las páginas de robos y asesinatos.” Consumo, entretenimiento y morbo: casi una postal de la actualidad.
Denuncia de la naturalización del uso de la palabra “América” para designar nada más que a los Estados Unidos entre la inmensidad del continente: “Los Estados Unidos de Norteamérica ni siquiera ocupan toda América del Norte y, sin embargo se han quedado, apropiado y absorbido los nombres de todas las Américas. Los Estados Unidos se apoderan del derecho de llamarse América por la fuerza, con sus acorazados dreadnought y sus dólares, infundiendo terror en las repúblicas y las colonias vecinas.”
Maiakovski pulula entre la modernidad maravillosa de Estados Unidos y su resquebrajamiento instantáneo. Sólo el ojo agudo del poeta, ávido de ver y de conocer, logra captar en esos días lo que muchos años después se reveló como evidente para el grueso de la población. No por nada Vicente Luy escribió una vez que “el negocio de la poesía es ver”. Y nadie mejor para ver, ya sea en poemas o en crónicas, que un verdadero poeta.