La vuelta de Suárez sobre el escenario tras quince años es noticia: en el Konex bajo techo, Rosario Bléfari y compañía revalidaron sus credenciales de mito del indie.
Por Ayelén Cisneros
Fotos de Florencia Alborcen
En una noche de humedad y final de verano, regresó Suárez, una de las bandas emblemáticas del under de los noventa. La presentación fue el viernes pasado en uno de los espacios cerrados del Centro Cultural Konex con la formación original del grupo: la voz a cargo de Rosario Bléfari, el bajo por Fabio Suárez, guitarras de Gonzalo Córdoba y Marcelo Zanelli y la batería de Diego Fosser.
El show empezó una hora después de lo pactado y en un escenario que no fue el patio con la mítica escalera naranja, ese que todos pensábamos, ya que el clima de las horas anteriores aguó el plan al aire libre. Un dato para recordar es que muchas bandas independientes nos tienen acostumbrados a recitales con sonido al menos raro en el espacio techado de la planta baja. No podemos asegurar que la culpa sea de la acústica o de la calidad del desempeño los grupos musicales. Lo que tenemos en claro es que Suárez no sufrió esta dificultad y su sonido fue visceral, potente, letal.
La lista consistió en un repaso generoso y representativo de su discografía: temas de Hora de no ver (1994), Horrible (1995), Galope (1996) y Excursiones (1999). 23 canciones que no bajaron de nivel en ningún momento y que fueron coreadas por el público que también se animó a hacer mosh. De esta forma, se pudo notar una banda bien ensamblada que sorprende ya que la última vez que tocaron juntos en vivo fue hace 15 años, casi como si no hubiera pasado el tiempo. Bléfari, además, tiene un ángel que puede divisarse apenas sube al escenario. Pronuncia claramente las palabras y grita cuando necesita ser cruda. No dialoga con el público, sólo se dedica a la comunión musical con el espectador, que la aviva intensamente.
Aunque en aquella época dorada que fue la segunda mitad de los noventa, a Suárez no se la pensaba como una banda exitosa creadora de hits, en este recital se escucharon canciones que pueden aplicar a esta categoría entendida como “las que cantamos todos”: “Prueba de valor”, “Morirían”, “Guantes de piel”, “Susme”, “Excursiones” y “Río Paraná”. “Asesina” fue uno de los temas más pedidos a lo largo del show y hacia el final de la lista lo tocaron para la felicidad de los que gritaban.
Al verlos en vivo surge el interrogante de cómo logran conmover a un público tan diverso, que incluye entre dos y tres generaciones. Suárez, que la podemos ligar sonoramente a Sonic Youth, tiene un estilo de canción que para su momento de esplendor era un desafío audaz: temas con constantes repeticiones de frases, desafinaciones, ruidos. Este modo de hacer música fue incorporado por bandas independientes que tomaron su legado y lo redefinieron y de esta forma el oído reconoce en ellos algo que no envejeció.
¿Cual es el fin último de la nostalgia? El regreso de bandas como Los Brujos, Peligrosos Gorriones o Avant Press habla de lo que cotiza este sentimiento en los años post 2010. Nos preguntamos si generarán un nuevo disco a partir de este reencuentro, una nueva gira, es decir, si tendrá algún sentido más allá del mero destello de un momento de felicidad irrepetible. Parece que el final es abierto.
Mientras algunos al promediar el recital ya hablaban del “show del año” podemos decir que al menos por un rato la frase hecha que dice que no se debe volver a los lugares donde uno fue feliz no tuvo ni un poco de razón. El mito bien vivo está.//∆z