Dirigida con la habitual destreza de David Fincher, Perdida es la historia de una desaparición y sus efectos.

Por Martín Escribano

El matrimonio de Nick (Ben Affleck) y Amy Dunne (Rosamund Pike) se hunde. La crisis económica del 2008 ha dejado sus huellas en la pareja. Allí donde hubo amor ahora hay deudas. Se han vuelto rutina el desempleo, las enfermedades del entorno familiar y los desgastes propios de la convivencia. Nada extraño hasta aquí. Son muchos los matrimonios que luchan por seguir adelante frente a las adversidades de la vida. Están también los que eligen divorciarse. Son pocos los que enfrentan la imprevista desaparición de uno de sus miembros el día en el que se cumple el quinto aniversario de su boda.

¿Qué pasó con Amy? ¿Se fue? ¿Por qué está rota la mesita del living? ¿Entraron a robar? ¿La secuestraron? ¿Por qué no aparece? ¿Está muerta? ¿Quién la mató?

Multiplicidad de miradas frente al mismo hecho: la de Nick, la de su hermana, la de sus suegros, la de la policía, la del periodismo. Multiplicidad de géneros en la misma película: policial, melodrama, thriller psicológico y hasta comedia.

La versión Fincher del best-seller de Gillian Flynn, quien supo convertir con lograda fidelidad su novela en guión cinematográfico, pone el foco en el punto de vista. De ahí la sensación de estar viendo una película dentro de otra, de ahí sus recurrentes fundidos a negro, pausas que ordenan el relato, silencios que organizan la composición.

Como si se tratara de una matrioska, el director de Se7en sabrá llevarnos del árbol al bosque y del bosque al árbol, de lo que ocurre puertas adentro al discurso oficial que instauran los medios de comunicación porque, vamos, si la blonda esposa, que además era buena vecina y una inspiración para todos, desaparece, y si su marido se muestra huraño y parco en sus respuestas, por qué no suponer que él la mato para cobrar tal o cuál seguro y por qué no vender el cuento de La bella y la bestia si total el cuento vende y muy bien.

Junto con la prensa amarilla, el espectador volará en círculos como un buitre carroñero sobre el ¿inocente? Nick Dunne hasta que llegue el volantazo del que nada podemos decir si no queremos arruinarle al lector su merecida sorpresa.

Del décimo largo de David Fincher nace una estrella llamada Rosamund Pike. Su Jane Bennet de Orgullo y prejuicio y su Elizabeth Mallet en El libertino brindaron pequeños chispazos de talento. Luego llegaron papeles en An Education y Jack Reacher pero la película que marcará un giro en su carrera es esta.

La siempre acertada colaboración de Trent Reznor y Atticus Ross a la hora de convertir en música las ideas del director es otro punto fuerte. Esta vez sus melodías potencian el enigma: ¿quiénes son en realidad Nick y Amy Dunne? La pregunta es válida aunque inútil. Si a duras penas podemos conocernos a nosotros mismos, mucho menos a otra persona. Menos que menos a una mujer. Todavía menos a una esposa.//z

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