Las chanchas, de Félix Bruzzone

las chanchas

“Es una tarde cualquiera en el Planeta Marte”. Así empieza Las chanchas. Con apenas una oración, la novela se desmarca, se escabulle. A partir de ahí Bruzzone despliega página a página su refinado realismo cínico:una historia apaciblemente delirante: síndrome de Estocolmo, karaoke, marchas, conejos, sierras, hippies, magia. Se propone hacer de lo irreal y su fiebre algo verdadero, palpable, un desquicio irresistible y sutil. Y en ese menjunje, Marte y los marcianos son apenas un condimento para juguetear mejor con nuestros cerebros: en los resquicios, en las grietas de ese mundo, escarbando un poco con los dedos, no vamos a descubrir otra cosa que carne, polvo, perfumes demasiado familiares. Gris, sarcástica, ambigua, sombría, Las chanchas es el viaje a un planeta rojo donde la memoria, la identidad y la violencia son infectadas por las radiaciones de una estrella moribunda y olvidada. C.J.F.

La construcción, de Carlos Godoy

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¿Qué se hace cuándo un territorio no es más que manchas en un mapa? ¿Cómo narrar esas manchas? Carlos Godoy decidió desvanecer ese territorio y rehacerlo en una mitología que parece flotar en una dimensión paralela. En La construcción no hay Malvinas, no hay ni siquiera Islas, hay, apenas, lejanas pero íntimas, manchas. Sobre esas manchas funda un nuevo territorio y en ese movimiento transforma y se apropia del dictum sarmientino: Narrar es poblar. ¿Una cartografía fantástica? ¿Una etnografía distópica? ¿La sociología mística de unas islas perdidas en el Atlántico sur? Lo que hay son hilos sueltos, parábolas, fábulas, relatos de origen, los restos decantados de las historias que circulan en una comunidad. Lo que va emergiendo con esos fragmentos y de a poco poblando las manchas —lo que emerge de la niebla venenosa de la historia— son fantasmas congelados en una dimensión paralela. C.J.F.

Cría terminal, de Germán Maggiori

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Construir un western distópico consparanoide de ciencia ficción: eso se propone Germán Maggiori en Cría Terminal. Captando a la manera demencial de Arlt los mecanismos subterráneos y desquiciados con los que se teje el tramado de la historia argentina, Maggiori pone a funcionar una narración que lleva al extremo las maquinaciones que desde las sombras del poder delinean nuestro porvenir. Y como toda buena novela sobre el futuro, Cría terminal no hace otra cosa para alimentarse que picar y licuar los materiales que le ofrecen el acá y el ahora y el ayer nomás. Estira y deforma la línea Mayo-Caseros hasta hacerla coincidir con Hong-Kong, la Revolución Cultural y la biotecnología cuántica. En sus entrañas crecen y se reproducen y se fagocitan clones simbiontes, chinos terroristas, ornitólogos traumados, curas necrofílicos, gauchos narcotizados, milicias infantiles: una zoología psicótica que puebla un Buenos Aires convertido en un pantano nauseabundo donde se define el destino de la patria. C.J.F.

 Electrónica, de Enzo Maqueira

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Enzo Maqueira escribió uno de los mejores libros de la cosecha 2014 y se consolidó como una de las voces más interesantes de su generación.  Electrónica es un tratado de la melancolía. La profesora, su protagonista, es una treintañera qué se cuestiona la razón de ser, rememora todo el tiempo un pasado juvenil de reviente, un paraíso perdido por las responsabilidades de la adultez. Una Marcel de En búsqueda del tiempo perdido narcotizada: cada sensación la deposita en la noche, la joda, la rave, las pastis. Hasta en la niñez. Que Maqueira retrate la fauna y flora de la escena electrónica argentina es solo un condimento, una excusa para poder hablar de una generación que creció en los noventa y en los tempranos dos mil. Jóvenes que viven una adolescencia extendida y se preguntan todos los días ¿Por qué estudie tal cosa? ¿Por qué tengo que alquilar? ¿Por qué me la pase 7 años en una carrera y laburo de cualquier cosa? Los inconformistas sub 40, hijos directos de la patria menemista. Electrónica es como una biopic que nos habla al oído de cualquiera de ellos. De cualquiera de nosotros. Habría que escucharla. J.V.

Distancia de Rescate, de Samanta Schweblin

Distancia de rescate

Samanta Schweblin es la mejor cuentista de su generación, la mejor del país sin distinción de género. Su tercer libro, Distancia de Rescate, es un cuento largo. Es solo la apreciación de un momento, un zoom in detallado. Se va construyendo de a poco en un dialogo por momentos vertiginoso, y por otros extrañamente tenso. Este entramado recuerda la construcción de los personajes que hacía Puig en Maldición Eterna a quien lea estas páginas (1980). Dos personajes dialogando, uno preguntándole cosas sin parar, desquiciado, pidiéndole que recuerde un momento exacto; el otro hosco e intimidado, preguntándose si eso sirve de algo y por qué están haciéndolo. En Distancia de Rescate, David, un enfant terrible lleva adelante el interrogatorio. “Son como gusanos”, dice. Esa línea de dialogo con la que da comienzo el libro esconde el por qué, la idea es descubrir el qué, el cómo, el dónde y el cuándo. ¿Un posible envenenamiento por culpa del cultivo de soja transgénica? ¿Una curandera? ¿Una madre desesperada? ¿Una comunidad enferma? Una atmosfera de incertidumbre. Destellos de un instante pregnante de macabra palidez. J.V.//z