En la tercera entrega del ciclo de charlas con editores, hablamos con Guido Indij, que lleva adelante interZona.

Por Joel Vargas

Caminás por Microcentro. Todos están en la suya, alienados. De golpe te topás con una callecita. Hay un local que tiene ploteado una foto llena de personajes grotescos, kistch. Sobresale la figura de un Gardel pasado de peso en musculosa blanca. La callecita es el Pasaje Rivarola, el local es la sede de la editorial interZona, la imagen es del fotógrafo Marcos López. Ahí está esperando a ArteZeta Guido Indij, su editor, para charlar sobre el mundo literario y afines.

Una breve aclaración histórica: luego del Argentinazo, para ser más preciso en el 2002, nació interZona. Una editorial independiente que pateó el tablero por el peso propio de los autores que publicaron: Fogwill, Alberto Laiseca, Sergio Bizzio, Mario Bellatín, entre otros. Durante esta primera época los editores eran Edgardo Russo, Damián Ríos y Damián Tabarovsky. En el 2008 la aventura termina, interZona deja de existir. Pero en el 2010 es donde entra en escena Indij, apuesta por la editorial y la revive. Él ya venía trabajando en el universo de la edición independiente en la marca editora y Asunto impreso ediciones.

AZ: ¿Por qué decidiste invertir en el catálogo de interZona? ¿Qué es lo que te llamó?

GI: Creí en el catálogo, había grandes valores y una gran parte de él estaba muy bien construido. Y lo que estaba mejor construido era el nombre de la editorial. Hubo en el mundo de la edición independiente argentina dos grandes cosechas de proyectos: el 92 y el 2002. la marca editora, la editorial que sigo editando y llevando en paralelo es del 92. También son de ese año El Cuenco de Plata y Beatriz Viterbo. interZona es del 2002 otro año en que arrancaron editoriales emblemáticas de la escena de la edición actual. Para el 2010, cuando yo entro como principal accionista y editor de interZona, ya estaba muy bien posicionada en el imaginario editorial. Ese fue el primer interés. Pero además había otra cosa que era un desafío personal: para el 2010 ya había editado más de 200 libros pero ninguno de narrativa, con la marca editora había editado poesía, ensayo, arte, libros objetos, múltiples. Tras 18 años de hacer lo mismo sentí un desafío de renovarme. Empecé con mucho para aprender. Me llevó un importante esfuerzo profesional y personal en ese sentido, cosa que me dio también enorme satisfacción y alegría.

AZ: Hablando específicamente de tu etapa en interZona, le lavaste la cara a la editorial. La modernizaste. Vos venís del ámbito audiovisual. ¿Cómo se te ocurrió la idea?

GI: Yo soy diseñador como vos decís, de imagen y sonido, y soy fotógrafo y tengo una cultura visual y los 200 y tantos libros que hice en la marca editora son en su mayoría libros visuales. Otra área que manejo más o menos bien es la pata comercial. Y creo que la de la distribución la llevo relativamente bien. Entonces, esas eran dos cosas que le estaban faltando a interZona; así como había una parte sólida, bien construida, esas dos dimensiones le estaban faltando. Entonces estructuramos mejor las colecciones, conceptual y gráficamente. Hicimos un buen diseño de maqueta de tapa, que permita una cierta flexibilidad pero que le dé identificación a cada libro. Si me preguntás cuáles son las tapas que más me gustan, te diré que son las de La Bestia Equilátera. Pero cada tapa de ellos es un nuevo esfuerzo de producción y de diseño y no sé cómo se logra eso y cómo se financia porque para la tirada que tienen nuestros libros, los míos o de La Bestia, pagar un nuevo arte de tapa es una gran parte del costo. Ahora como lector las aprecio, desde el marketing me queda la duda si es una buena apuesta porque son todas tan disímiles que no hay una rápida identificación del sello. Sigilo va en ese mismo sentido: está haciendo unas tapas divinas. interZona por su parte, usa siempre la misma maqueta y va cambiando la imagen del fondo. Así ha logrado que al ver un libro en una vidriera o mesa te des cuenta que es de interZona. Y podemos resolverlas con relativa facilidad y un mínimo costo. Una de las cosas más notorias que tienen las tapas es el logo de interZona de tamaño descomunal; el logo se ve más grande que el nombre del autor o el título de la obra, lo cual no es bueno siendo que nosotros tenemos autores importantes cuyos nombres son vendedores. Cuando ves un libro amarillo de Anagrama. hay muchos lectores que sienten esa seguridad; interZona aspira a que su apuesta de marketing y diseño funcionen en ese sentido. Algo que acá pocas que editoriales han logrado.

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AZ: ¿Qué papel tiene interZona en la literatura argentina?

GI: Me gustó que empieces con la palabra papel (risas) porque el papel es la materia que nos sigue interesando trabajar. No sé decirte qué papel juega interZona en la literatura argentina. En principio desde que interZona se conformó, diseñó y proyectó un interés hacia Latinoamérica. Quizás la pregunta sería ¿qué papel tenemos en la literatura latinoamericana? Es una ambición que posiblemente no hemos satisfecho plenamente, pero el catálogo tiene una fuerte presencia de autores latinoamericanos -por ejemplo: Juan Villoro, Pablo Casacuberta y Mario Bellatin, así como argentinos con proyección latinoamericana, como Sergio Bizzio, Washington Cucurto o Fogwill-. Asimismo tiene una presencia en el imaginario de los lectores y los libreros latinoamericanos y por suerte participa de la oferta de librerías latinoamericanas. Los libreros reconocen, cuando ven un libro de interZona, que hay un contenido con un cierto valor.

interZona tiene múltiples colecciones y campos de trabajo que nos interesa ir llevando paralelamente, a las que recientemente incorporó una colección de autores universales. Son muchas cositas que uno trata de llevar al mismo tiempo. En ese sentido para los autores argentinos se reduce un poco el espacio. Hay una serie de autores más consagrados: Laiseca, Aira, Fogwil, Cucurto, Bizzio – tengo que revisar el catalogo para no ser injusto- y, por supuesto, siempre interZona mantiene un compromiso con la vanguardia y con el descubrimiento. Parte de la obligación de un editor independiente es estar en contacto con lo que pasa, con lo que viene, hay autores jóvenes como Ariel Magnus, Enzo Maqueira, Francisco Moulia, Luis Mey, que necesitan de espacios como el nuestro para todavía proyectarse y seguir creciendo.

Hay establecido en el mundo editorial como una especie de escalafón -es desagradable un poco la idea- pero no deja de estar. Hay muchas editoriales más pequeñas que la nuestra, más jóvenes y que mantienen incluso mayor contacto con los autores emergentes. Nos llegan muchos manuscritos de autores noveles pero fácticamente no podemos leerlos todos. En esa especie de escalafón dentro de las editoriales independientes la nuestra está en la parte superior de la pirámide, junto con El Cuenco de Plata, Eterna Cadencia, Beatriz Viterbo, Entropía…todos sellos aspiracionales. Me preguntabas cuál es el lugar de interZona y pienso en ese espacio de aspiración de los autores.

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AZ: Muchos autores apuntan a querer estar en interZona…

GI: Lo cierto es que es real tanto la aspiración, como lo que pasa si finalmente sos publicado, nuestra editorial como toda que se precie es una construcción de un catálogo y entonces los libreros, la crítica los otros lectores miran al catálogo. Hay un sistema de filtros en el mundo de la cultura, de tamices donde tienen que ir pasando las cosas.

Así como recién nos presente en la parte superior de una pirámide simbólica-aspiracional, la realidad es que para los autores que publicamos, un año después de ser publicados, interZona pasa a ser un escalón para ser proyectados (al menos en sus ambiciones) hacia Alfaguara, Anagrama o Random House (risas). Una fantasía, porque en la práctica generalmente no se concretan esas ambiciones. Aún si son publicados pasan a ser, en vez de cabeza de un ratón, la cola de un león. Y muchos terminan luego volviendo a las indies (risas).

Hace poco tiempo salió una nota de Daniel Gigena en La Nación, sobre cómo hacer para ser editado. Las colegas Julieta Obedman y Glenda Vieites decían que una de sus tareas de ellas como editoras era leer lo que iba saliendo en las editoriales independientes. Nosotros, los independientes, estamos funcionando como almácigo de talentos, como semillero. ¿Para qué van a leer cien manuscritos entre los cuales puede llegar, con suerte, a haber uno publicable para los criterios de su catálogo, si mientras tanto hay diez editoriales independientes que leen diez cada uno y publican uno cada uno y efectúan su preselección… Ahora pueden leer solo diez libros ya seleccionados, corregidos, impresos y encuadernados, y apostar por el segundo libro de un autor que comienza a visibilizarse…

AZ: Ahí está la rispidez entre lo mainstream y lo independiente. Es inevitable no preguntar: interZona es independiente por convicción o por qué no queda otra…

GI: Lo es por vocación, lo es como bandera. En lo personal, además de ser editor, soy coordinador de la Red Hispanohablante de la Alianza Internacional de Editores Independientes que reúne a más de 400 editores de más de 45 países. Estoy comprometido muy personalmente con el mundo de la edición independiente y el asociativismo de los editores. Le dedico gran parte de mi tiempo y me siento cómodo además en ese lugar. Lo que no quiere decir es que a veces no me sienta agotado y tenga la fantasía de mandar todo a la mierda… Y más fácil es pensar en vender la empresa para complicarme menos la vida. O a veces me angustio con la imposibilidad de editar todo lo que me gustaría publicar. Por lo general es por falta de recursos, lo que prácticamente eso quiere decir falta de recursos económicos. Si los tuviese seguramente podría editar otras cosas, me digo. Pero eso sí es una fantasía porque si tuviese los recursos solamente por formar parte de una corporación, sería improbable poder editar “esas otras cosas”. Así que sí, la independencia es una elección.

AZ: Hablemos de las colecciones ¿cómo nació Zona Pulp? ¿Por qué meterse en ese nicho?

GI: Hace tres años yo no sabía nada del pulp, salvo por Tarantino. Creo que la primera vez que escuche “pulp” fue en Zona Futuro. Me interesé por el tema y me encontré con otra gente muy entusiasta y me di cuenta que hay un nicho de fanáticos. Tampoco te digo que estamos haciendo algo para ese nicho pero sí que hay, entre los manuscritos que circulan entre las editoriales, una cantidad de textos que tienen un cierto atractivo pero que no encajaban en nuestro catálogo, y cuando empezamos a abrir esta colección me di cuenta que hay muchos que encajarían ahí porque son textos de buena calidad. No es simplemente escribir rápido y sobre temas escabrosos… Fue todo un descubrimiento para mí.

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AZ: ¿Y la línea C? Ciencia ficción, dirigida por Marcelo Cohen. Ya venía de antes igual…

GI: La línea C es una colección que también apunta a un nicho, no es solo de ciencia ficción sino de literatura fantástica de manera más general. Y en ese sentido son libros bastante caros. Dentro de los distintos tipos de proyectos de la editorial son libros más onerosos que otros porque todos involucran anticipo de derechos, traducciones cuidadas, supervisadas por Cohen. Pero es una colección que le da a la editorial una buena dosis de prestigio. Fijate que el único argentino es Rafael Pinedo, que es un gran descubrimiento de Marcelo, y nosotros encontramos otro libro de Pinedo, rescatamos otro libro de Alasdair Gray que había traducido Marcelo hacía ya más de veinte años… Le agregamos dos de Stanislaw Lem… De a poquito va a ir creciendo la colección. Supongo que iremos reeditando algunos de los Harrison, Wolfe, Mieville que siguen circulando en antiguos formatos.

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AZ: Con respecto a las traducciones ¿cómo se manejan a la hora de elegir los libros? ¿Por qué Tavares, por ejemplo?

GI: Ah, porque es fantástico, va a ser premio Nobel de acá a poco. O no tan poco… Tavares es una máquina, además es un tipo agradable, muy talentoso y muy prolífico. Esperamos seguir publicándolo en el futuro. Es tan prolífico que no podemos publicar todo lo que escribe. De hecho hay otra editorial, que es Letra Nómada de Córdoba que viene publicando sus libros con constancia. Él tiene un proyecto como si fuera una catedral, va sumándole ladrillos, y alas. Los barrios va creciendo, vas viendo el mapa de su obra y es un espectáculo ambiciosos e impresionante. Cada libro es una partecita de una gran obra. Ahora estamos agregando a John Berger, que es uno de mis autores favoritos de toda la vida. Incluso que yo vengo del mundo de la imagen ya lo vengo leyendo en su faceta de crítico de arte desde hace 30 años.

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AZ: El criterio básicamente es gustos personales, no hay una búsqueda comercial “esta es la estrella del momento, vamos tras esta estrella”. Más que nada “me gusta esto, apostamos a esto”.

GI: Sí, es así.

AZ: interZona se caracteriza por ser una editorial de narrativa

GI: interZona tenía poca poesía hasta 2010. En mi etapa de editor responsable del sello publique cuatro libros que son los 100 poemas de Cucurto; la Escolástica Peronista Ilustrada, de Carlos Godoy, que era absurdo que no estuviera editado porque es un librazo; La medianera, de Silvia Arazi, que ha sido un pequeño éxito, pequeño porque es chiquito el libro y a la poesía no le pedimos tanto y el que encargamos a Arturo Carrera: Haikus de las cuatro estaciones. Arturo también es un autor de la marca editora y le pedimos especialmente de haikus porque nos parecía algo que podía funcionar y no nos equivocamos. Además publicamos a Pessoa, Vallejo, Passolino… Lo que si agregamos, que no había antes en interZona fue teatro. Teníamos un único libro: Nuevo Teatro Argentino y ahora tenemos una colección de 15 títulos que incluye a Claudia Piñeiro, Kartún, Boal, Bizzio, Guebel, Spregelsburd

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AZ: ¿Qué se tiene en cuenta a la hora de elegir un manuscrito?

GI: El diseño del catálogo distribuido en colecciones es un aspecto que el editor no puede dejar de tener presente, después te vas enamorando de distintos textos. Claro que le das prioridad de lectura a los autores que ya lo son de la casa y después a los que no siendo de la casa te interesaría publicar. Cuando vos publicas nombres importantes, el sello que se alimenta también de ese nombre que se agrega.

AZ: ¿Lees vos todos los manuscritos o los distribuís?

GI: Los leemos entre varios. Muchos de los autores, Mey, Maqueira, por tomar a dos, cada tanto me acercan recomendaciones y te diré que prácticamente, si no son amigos los que nos acercan recomendaciones no recibimos. Por otro lado a esos mismos autores amigos eventualmente les pedimos que lean algo que nos ha gustado pero requiere una segunda opinión. También tenemos pasantes, lectores, editores y amigos de la editorial que leen -sobre todo segundas lecturas-.

AZ: ¿Qué otras editoriales te gustan de Argentina? Ya sea por diseño o por el catálogo que tienen, o por algún libro puntual

GI: Me gusta Sigilo. Tiene pocos libros, cuando tengan cuarenta, si lo logran sostener…; El Cuenco de Plata, que es una editorial bien construida desde su sustentabilidad, tiene nombres muy importantes a prueba de todo, lo que te construye el catálogo; y La Bestia Equilátera que siempre ofrece gratos momentos de lectura. Por supuesto también me gusta Caja Negra. Los primeros 20 libros de Caja Negra fueron goles de media cancha, no le pifiaron uno. Ahora están haciendo apuestas más complicadas. Espero que les vaya bien porque al mismo tiempo en tanto son complicadas son premios para los lectores porque están publicando cosas que son muy difíciles. Es una de las editoriales de las que compro libros.

AZ: ¿Y de afuera?

GI: Las editoriales Trilce y Sexto Piso de México. También me gusta Hueders de Chile, Rayo Verde y Periférica de España.

AZ: ¿Cómo describís esta etapa de la literatura argentina y más precisamente esta etapa del mercado editorial?

GI: Por un lado hubo esta eclosión de pequeños sellos en los últimos cinco años, está bastante insostenible el mercado en término de cuantos actores somos para lo que es. Pero en los últimos dos o tres años apareció un actor que tuvo tremenda influencia, que fue el Ministerio de Educación que realizó compras por más de noventa millones de ejemplares. Hubo un derrame directo hacia muchas pequeñas editoriales lo que les permitió incluso a la gran mayoría seguir invirtiendo y seguir editando y eso hizo más sostenibles los catálogos y los proyectos más difíciles. Lamentablemente en este momento no hay ninguna señal de que el Estado vaya a seguir comprando libros y alimentando bibliotecas escolares. Y aún si realizaran compras, en base a la experiencia de lo que el gobierno de Macri hizo en la Ciudad, no hay señales de que esas compras vayan a ser distribuidas de una manera heterogénea entre distintos editores sino concentradas en un par de empresas multinacionales. Eso es uno de los factores. El otro es más de cien mil despidos, inflación, tarifazos… El libro nunca es la compra prioritaria de una familia. El cierre de librerías y las rendiciones de ventas de los libreros están dando la pauta de que cada vez las dificultades serán mayores. Hay asimismo una creciente concentración del canal librero, así que tampoco el presente ofrece la mejor perspectiva para este sector.

AZ: La política de levantar las restricciones para la importaciones #LibrosLibres que salió desde el actual Ministerio de Cultura ¿Cómo repercute en el mercado editorial?

GI: Esto para mí, como declarado defensor de la bibliodiversidad, es muy contradictorio. Creo que un gobierno debe diseñar leyes, políticas, estrategias. Me parece más que insuficiente que se limite a derogar una ley del gobierno anterior y a tomar esa derogación como bandera convertida en hashtag. En cuanto a esa ley que derogaron es cierto que le faltó sintonía fina y que restringía la bibliodiversidad pero también lo que es que protegió a la industria, al sector del que estamos hablando, el de los editores independientes argentinos que han podido crecer. Yo no puedo sostener que la literatura argentina y todo ese sector se tiene que sustentar en que no entren libros extranjeros pero estaría bueno que si estamos objetando una medida porque le faltó sintonía fina, en vez de derogar la medida le agreguemos la sintonía fina. Hoy si lo ponés a todo eso en el escenario internacional, lo que ocurre es que España sigue en crisis, los editores españoles reciben cada vez más devoluciones y no tienen qué hacer con esos libros, entonces lo que hacen es mandarlo a Latinoamérica de manera indiscriminada… y te diré: no todos son buenos libros. Ciertamente si lo mirás y decís “la verdad que yo quería conseguir un libro de Atalante y no lo podía conseguir” mejor que encontremos la manera de conseguirlo. Por otro lado, es mentira de que no se podían conseguir, que no entraba ningún libro. Lo de medir el plomo en las tintas era absurdo, sí. Pero lo que hacía era buscar un equilibrio económico entre importaciones y exportaciones y lo lograba. En la Cámara Argentina del Libro creamos una cámara compensatoria entre exportadores e importadores. El año pasado se importaron, ahora no recuerdo la cifra, cientos de millones de dólares de libros, no es que no podían entrar libros. Tenían que entrar procurando que hubiese un nivel de exportación igual, nivel que de por sí había caído porque Argentina no estaba ofreciendo las condiciones necesarias para ser competitiva en los mercados internacionales y porque además todos los mercados están deprimidos y el español en particular sigue siendo impenetrable para nuestros libros, mientras que los latinoamericanos están invadidos por libros españoles a precios de saldo. Lo que sería deseable es que el nuevo gobierno estudie medidas para fomentar el sector tanto en el mercado interno como en capacidades y condiciones para las exportaciones.

AZ: ¿Cómo ves la producción literaria actual?

GI: Me cuesta decirte. Tenemos muchos filtros para que no nos manden tantos manuscritos. El año pasado leímos más de cien, a los que recibimos y les contestamos y de esos cien quizás publicamos cuatro y vamos a publicar otros tres o cuatro, máximo. Y sin embargo, es un número muy grande el de esos textos que nosotros rechazamos que después salen publicados por otras editoriales. Algunos excede mis capacidades como editor: “mirá yo no puedo editar más, pero el libro tiene un valor, te deseo el mayor de los éxitos”, lo entiendo y me alegro pero hay otros que desde mi punto de vista como lector no deberían ser publicados (risas) y sin embargo otros consideran que sí y lo publican. Entonces hay muchos libros que salen publicados de jóvenes escritores. No sé si eso es bueno o malo para la literatura argentina (sonríe).//z