El último viernes en La Trastienda se llevó a cabo una celebración de la vieja escuela del punk rock: OFF! demostró su contundencia y potencia en apenas hora y monedas con precisión de cirujano.
Por Damián Jarpa
Fotos por Candela Gallo
Con su habitual cara de pocos amigos, Keith Morris salió al escenario pasadas las 21:45. El rastoso cantante e ícono del hardcore-punk americano, un excelente anfitrión que no solo se dedicó a gritar y expresar su enojo en las canciones, sino también a hablar sobre el origen de las mismas entre medio de las canciones. En algunas ocasiones se refirió a la historia y las credenciales que ostentan los otros tres músicos que lo acompañan en la ardua tarea, y hasta hubo tiempo para pegarle a Barack Obama.
Mario Rubacalba ostenta en su CV el hecho de haber sido el baterista de Rocket From the Crypt y Hot Snakes. A la hora de describirlo detrás de los palos es un paciente de una institución mental, frenético y desquiciado. Técnicamente sobresaliente. Por su parte, Steven McDonald y Dimitri Coats fueron los hermanos dinamita: sacudían sus porras al unísono vivando a la audiencia, además de estar en completo dominio de sus instrumentos con la urgencia y atención que las canciones proponían. No sorprende que la banda suene fresca y natural, ya que Mc Donald y Morris pertenecieron a bandas fundamentales de la escena del punk de Los Angeles a fines de los setenta y comienzo de los ochenta: McDonald en Redd Kross, y Morris fue el primer cantante de Black Flag, que luego continuó su carrera con los Circle Jerks.
El sonido estuvo impecable, verdaderamente se sentía la potencia de la banda. La gente vibró, deliró y sobre todo dejó como saldo un océano de chicas y chicos surfeando sobre sus cuerpos, felices. Algunos pudieron subir al escenario y expresar su amor al bueno de Keith Morris, para luego tirarse y perderse en la multitud. Lo más importante es que casi tocaron en su totalidad The First Four Eps y Off! Las canciones “Darkness” y “Jeffrey Lee Pierce” fueron las más festejadas.
A final de cuentas, tal fue el entusiasmo desplegado por la gente que Dimitri Coats al final se tiró del escenario y se sumergió entre los chicos hasta casi llegar hasta la barra. Definitivamente una noche apoteótica en la que casi mil personas rugieron satisfechas.