La tercera noche del Festipulenta Vol. 22 no defraudó. Con propuestas bien disimiles y un amor en común por la canción y los climas, cuatro grupos pasaron por el escenario del Zaguán Sur dejando claro lo que es ser Pulenta.
Por Claudio Kobelt
Fotos de Pablo Lakatos
En el principio fue un acople negro y sucio el que creó la noche. Un puñado de lámparas atadas fueron la luz, y un pedal de distorsión fue la energía imparable que todo lo inició en una hermosa destrucción. Algo así fue lo que pasó en la tercera noche del Festipulenta Vol 22, y exactamente eso sucedió con Abril y Los Pajaritos Zombies, el grupo encargado de abrir esa ecléctica velada.
Hacedores de un krautpop fervoroso, Abril y los Pajaritos Zombies impusieron un pulso brillante y frenético, rompiendo el telón del silencio previo con su estallido dulce y caliente. Tras esa armadura de noise pop en implosión existe un profundo amor por la melodía y los climas en eclosión, una orgullosa construcción de atmósferas fruto de la comunión entre el ruido y la suavidad. Para “A Dormir”, una canción perfecta con destino de hit, el comando vocal cambió de dueño para una delicia de pop ardiente y pegadizo, a la que adjuntaron un tema de puro y salvaje noise. Un debut más que destacable el de Abril y los Pajaritos, una banda para ver, volver a ver y no dejar pasar.
Luego fue el turno de Riphle, demoledora agrupación de grunge sideral que desató los primeros pogos de la noche. Lo de Riphle es una suma de factores que altera notablemente el producto, siendo imposible de etiquetar y encasillar, haciéndola así aún más interesante. Además de su núcleo grunge, se perciben algunos toques de metal, algo de stoner, de hardcore detonado, de psicodelia y canción dura. El resultado es un grito primal, una rabia dirigida, una suciedad tan cuidada como natural impactando certera en esos pibes y pibas sedientos de calor, esos que gritando y empujándose piden siempre más y más sin dejar de celebrar. En medio de un acople intenso y ensorcedecedor, los Riphle abandonan el escenario exhaustos, victoriosos, triunfantes de otro combate ganado, como cada vez que salen a tocar.
El próximo en subir al escenario fue Adrián Paoletti y su nuevo grupo Los Impares, quienes arrancaron con una sentida versión de “Cecilia”, viejo clásico del cantautor. Paoletti brindó un show ideal tanto para fanáticos de la primera hora como para noveles descubridores de su obra, ya que realizó un repaso por todos sus discos solistas y tocando sus canciones en orden de edición, es decir arrancando con su primer disco y terminando su set con el último lp a la fecha. En su sentida voz se esconde un calor oscuro, una luz nueva, un color indescifrable y radiante tan misterioso como innegable. Sus melodías flotan en un hálito post punk, alterando constantemente su forma y estructura, poniéndonos alertas de lo que está por venir. El pogo se desata suave y alegre para “La Mujer Pájaro”, que gracias a un estribillo marcado y una melodía contagiosa se convierte en su canción nueva más celebrada. Llegando al final, comienza a despedirse pero los reiterados pedidos de bis lo llaman a hacer más y más canciones. Este del Festipulenta ha sido un show que acerca a Paoletti a potenciales nuevos escuchas y que lo certifica como la figura gigante e imprescindible que es para la escena alternativa argentina.
“Es un honor tocar hoy, con Adrián Paoletti que es nuestro héroe” comenzó diciendo Jo Goyeneche de Valentín y Los Volcanes, para arrancar inmediatamente con “Rayos del Verano”, y de pronto el Zaguán Sur comenzó a vibrar al grito de “Cazador/ Cazador” entonado por esa masa fiel y festiva que es el público Volcán. Le siguieron “Piedras al lago”, “100000 reflejos”, “La Nube Eléctrica” y “Mi Pequeña Napoleón”. “Así no se puede” -dice alguien saliendo rendido del pogo- “así no, toda la carne al asador, y de entrada nomás”, refiriéndose al arsenal de hits con que Valentín había comenzado su show. El calor es abrasador dentro del recinto, y ese baile abrazado a los amigos aumenta mucho más la temperatura. Los recitales de Valentín y los Volcanes son una garantía de fiesta asegurada, y este show del Festipulenta cumplió y superó ampliamente esa expectativa.
Para “Baila conmigo” se dieron el lujo de invitar en teclados a Martín “Cuervo ” Karakachoff, legendario tecladista de Peligrosos Gorriones, con quien también improvisaron una divertida versión de “Siempre Acampa”, hermoso y eterno clásico gorrión que dejó al público entonando a viva voz eso de “Aleeeegriaa…Aleeeegriiiaa”. Otro momento imborrable, inolvidable. Típico pulenta.
No menos arriba fue la versión de “El Gran hombre de este planeta” con Migue de La Ola Que Quería Ser Chau como cantante invitado, partiendo las gargantas y las almas a la mitad, dejando todo al descubierto: emoción, cansancio, gratitud y toda la felicidad que dan un puñado de canciones de amor. Esta ha sido la fecha más rara en cuanto a curación de la grilla, con todas bandas muy distintas en estilos y sonidos, pero hermanadas en hacer del pop un nuevo y mejor lugar, nos represente ahora y ya, que nos defina, nos emocione y nos cuestione. Que nos haga recordar el amor pero también bailar. Una distorsión que nos haga temblar sin dejar de sonreír. Diferentes lenguajes para un sentir puro, efervescente, sincero, pulenta.//∆z