Toquelau, Atrás hay Truenos, Bestia Bebé y Viva Elástico poblaron de melodías, vértigo y amor la primer jornada del festival más pulenta de la nueva escena independiente.
Por Pablo Díaz Marenghi
Fotos de Nadia Guzmán
El rock y la noche son amigos entrañables. La música, pasión humana desde tiempos inmemoriales, nutre el ansia de generaciones que piden arte, catarsis, rebeldía, mensajes con los cuales sentirse identificados. Una muestra más de lo desplegado hace 22 ediciones en el Festipulenta, que comenzó el viernes 15 de agosto y dejó recuerdos imborrables en las retinas y los tímpanos de los afortunados asistentes. Rock, vino, risas, pogo, amigos en otro gran encuentro.
Toquelau fue el encargado de romper el hielo. Su música, definida como “rock en vitrofusión” en su biografía de Facebook, atrapó a quienes se acercaron al Zaguán desde temprano, dispuestos a pasar una extensa jornada cargada de melodías diversas, lisérgicas, románticas; inclasificables. Con sonidos bien electropop –teclados y bajos definidos, baterías y bases techno fusionadas con rock- los oriundos de Adrogué abrieron la velada pulenta a puro ritmo, sintetizador y riffs de guitarra que hacían mover las cabezas del público. Con Nicolás Domecq bien plantado en voz y teclados –de camisa prolija, estoico y entonando cada nota- sonaron canciones de su último disco, La escalera (2013), como “A las seis”, “Yo no la”, “Lágrima solitaria” o “Todo el tiempo hablando de lo mismo”. Ritmos y crisoles que hacían recordar a Avant Press, Daniel Melero o a la oleada sónica, los Toquelau llenaron de frescura el escenario del Zas con baladas de amor, letras de temáticas adolescentes –“tu novia ya salió y te espera en la puerta del colegio, con un cartel” y un ensamble preciso entre cada uno de sus cinco integrantes en su debut en el Festi.
El público conversa, pide una cerveza más o curiosea la feria de publicaciones y discos independientes, habitual en cada Festi mientras los neuquinos de Atrás Hay Truenos se calzan sus instrumentos y se disponen a enredar a la audiencia en una madeja de sonoridades psicodélicas, cargadas de rock por sobre todas las cosas. “Pantano” abre el setlist, como suele darse en sus últimas presentaciones, con toda su densidad: las guitarras latosas de Rober y Nacho, el bajo punzante de Diego abriendo caminos y la batería de Héctor ordenando la arquitectura sonora del grupo. Hubo lugar para momentos instrumentales –allí los Truenos se lucen y despliegan todo su potencial en cada nota, gozan y entran en un trance casi tribal que logra capturar la atención de la marea de público que va creciendo con el correr de los minutos. Los temas “nuevos” que integrarán su nuevo disco –el sucesor de El encanto (2013)- como “El perro” y “Neuquén” son aún más cancionísticos que sus anteriores producciones y demuestran que los jóvenes patagónicos no se detienen: aún se encuentran en una búsqueda sin final aparente en torno a la exploración musical. “Luna vieja”, “Frutas secas” y “Bronce” ya son hitazos que el público corea y celebra. Felicita a la banda que siguen a todas partes y que una vez más recargó de energía a un Zaguán que aún tenía mucho más por ofrecer.
Pasó la medianoche y luego de la mística de los Truenos llegaría la intensidad y la frescura de Bestia Bebé. Ya no sorprende la locura y el desparpajo desplegados arriba del escenario por el cuarteto comandado por Tom Quintans. La audiencia pulenta se agolpa bien cerca del escenario y comienzan los primeros- pero no últimos- pogos furiosos, mosh y empujones repletos de alegría y fervor nostálgico. Suena “Omar” tocada a pura velocidad, cuasi punk, y el público agita y canta de principio a fin. “Wagen del pueblo” enfervorizó a la masa que no paraba de saltar y gritar el estribillo: “es un auto nuevo para mí, aunque para vos sea viejo”. “Lo quiero mucho a ese muchacho”, ya un himno para los seguidores de Bestia, marcó un punto fuerte en el breve e intenso show que se coronó con un cover de 107 Faunos – John Henry– y su ya clásico “saltás con el A, disparás con el B”. Un himno a la nostalgia y a la cultura pop que sintetiza el espíritu de toda una generación y el alma matter de los Bestia. Todavía el show debía continuar.
Viva Elástico fue el encargado de cerrar una jornada en dónde confluyó la furia y la energía rockera con el romanticismo, el culto al amor, la psicodelia y la armonía popera. Semejante coctel variopinto quedó en evidencia cuando Ale Schuster, voz de los Viva, le dedicó un tema a “Stuka” Fossa, bajista/guitarrista de los Violadores demostrando que la dulzura del pop y la rabia punk pueden convivir. Los ya célebres “Yo te quiero más”, “El dato” y “Complejo adolescente” despertaron nuevamente el pogo a metros de la banda. Schuster se mostraba eufórico mientras gritaba hurras para “Katarro Vandálico y Flema”. “Hoy lo que quiero” marcó otro punto fuerte del show en donde las guitarras con tintes oscuros y new wave hicieron vibrar a la audiencia pulenta. Bien entrada la madrugada, los Viva se despiden y así se cerraba la jornada 22 del Festipulenta: una apuesta que viene aplacando las ansias de nuevas/conocidas sonoridades que ya son parte de la vida de muchos. Un ritual que se renueva. Una apuesta por la nueva escena independiente. Como entonaron los Viva: un gran encuentro.//∆z