La última noche del Festipulenta Vol. 12 fue épica gracias al show de los 107 Faunos.

Por Joel Vargas

Fotos de Nadia Guzmán

Una de las paredes del Zaguán Sur rezaba: “El Saunán” (sic). Estaba escrito con tiza blanca y tenía toda la razón: hasta el piso transpiraba. Pero eso no fue una excusa para que el último episodio del maratónico Festipulenta Vol. 12 fuera arrollador. Se presentó una de las últimas grandes bandas que salieron en nuestro país: 107 Faunos. Pero ojo, no fueron los únicos que la rompieron. También hicieron de las suyas Antolín, Hernán Martínez y Las Estrellas y Mujercitas Terror. En la variedad está el gusto, ¿no?

El primero que salió a escena fue Antolín y deleitó a todos con sus canciones patagónicas. Su guitarra acústica negra hablaba por él y su banda lo acompañaba milimétricamente. Transmitió mucha calma y todo el público estaba sentando mirándolo fijamente. Sus canciones eran flechas que iban al corazón, y el flechazo más grande fue “Vigilante de la oscuridad”.

Ya la magia había arrancado, y el que tomó la posta fue Hernán Martínez con sus estrellas. Todos se pararon súbitamente con los primeros acordes de “Circulo de Fuego”. La música que sale de la cabeza de Martínez tiene mucho de Yo La Tengo, aunque por momentos canciones como “Una nueva esperanza” y “Alma oscura” recuerdan a Jimmy Eat World. La influencia vocal de Lou Reed es evidente. Casi finalizando su set, Martínez invitó a Antolín para tocar “El retador del Peligro” y dijo: “este un tema que habla de enfrentar nuestros miedos y es mejor enfrentar a nuestros miedos antes de que nos enfrenten a nosotros.” Al final de la canción hubo un guiño a “Love will tear us apart” de Joy Division y llegó la ola de aplausos.

Lo que voy a tratar de contar ahora es difícil de explicar con palabras, quiero pedir perdón por si me falla la memoria. Pasada la medianoche, Gato Sisti Ripoll y toda su pandilla se subió al escenario pulenta. Los primeros acordes de “Días Dorados” marcaron el comienzo de la celebración del fuego. Pegadita a esa sonó “El jefe de los malos”, que desató una ola gigante de brazos, transpiración, saltos y piernas. Todos eran una masa amorfa que se movía desaforadamente. La calma y el baile llegaron con “El tigre de las facultades”, donde Juan Bava se convirtió en la voz principal, mientras el Gato hacia los coros y tomaba un poco de Fernet. Verlo bailar a Bava recuerda a Bez de los Happy Mondays. Debe ser por sus maracas y su forma de moverse, ¿no? Pero a no confundirse: el que tiene más aguante es Juan. Si no me creen véanlo en vivo y en directo. ¡Es una estrella de rock!

Los Faunos tuvieron dos invitados de lujo durante todo el show: Javi Punga en viola y Tom de Go-Neko en batería. Hay que decirlo, todos sonaron impecables. La lista de temas fue extensa y la sucesión de punkitos pop como “John Henry”, “Pequeña Honduras” y “Pecho Pardo” casi destrozan el Zaguán. Cuando empezó “Muchacho Lobo”, se pudo ver el mayor aguante de la noche: uno de los pibes más pulentas del festival coreaba y revoleaba la remera desde adentro del pogo, justo en el ojo del huracán. El ¿final? llegó con “Modelos de prueba”, esa hermosa canción que dice “soy un Bart Simpson mal dibujado”. A esta altura el público y la banda éramos uno, todos estábamos sumergidos en un mar de espontaneidad. Los bises no tardaron en llegar, el primero fue “Lobo mío” y el agite que desató no tiene nombre. “Vamos a tocar una canción nueva” dijo el Gato. “Vamos la nueva” gritó alguna parte de la masa que estaba debajo del escenario. “Mi próximo movimiento” de El Mató era la “nueva”, que ya es un clásico de la movida platense. La versión fue muy fauna: cruda, fresca y desprolija.  Nadie quería que se bajen del escenario por nada del mundo, pero todo concluye al fin y qué mejor que hacerlo con “Calamar Gigante N°8”. Cuando terminó, todos teníamos una sonrisa en la cara.

Qué difícil tarea tenía Mujercitas Terror: igualar un show tan intenso era complicado pero lo lograron. El desfile oscuro empezó con “Pájaros descuartizados” y la sucesión de composiciones dulcemente macabras no dio tregua. Una gran parte del público parecía salido de una película de David Lynch. “Desayuno de campeones” desnudó el crisol de influencias musicales. Era el reino de unos pequeños Misfits argentinos. La formula fue violas duras, bajos distorsionados y batas incansables. El punk de Mujercitas rompió varios cocos en el Zaguán y fue el broche de oro para el maratónico Festipulenta Vol. 12, pero mejor pregúntaselo al flaco que terminó tirado a un costado del escenario.  ¡Bien Pulenta!