El documental de Fernando Blanco sobre la mítica banda de Rosario Bléfari juega al límite del género en su primera parte, presentada en el Festival Internacional de Mar del Plata.
Por Santiago Berisso
Hay que reconocer que si uno no leyó ninguna gacetilla o sinopsis, el título se puede prestar a comedia romántica. Dos señoras que integran la fila para entrar a la sala le preguntan a un joven si lo de Suárez es por Eugenia “la China” Suárez. Apenas un preludio de lo que ocurriría luego: a mitad de la proyección, casi no había rastro de tercera edad en la sala. Está claro que incursionar en un festival de cine implica cierta corazonada de parte del espectador. No hay tiempo para demasiado análisis previo, hay que mandarse. Aquí, el público claramente emanaba un marcado interés y cierto conocimiento previo de Suárez. No la actriz sino la banda.
Fernando Blanco, cineasta, editor y músico (integrante de Valle de Muñecas) es quien dirige el documental Entre dos luces: Suárez – Primera parte, una recopilación de grabaciones caseras en VHS, sin ninguna pretensión de lenguaje cinematográfico, aunque sí lo había en lo artístico. Y ese tipo de registro es el que mantuvo Blanco a la hora de llevar estas imágenes a la pantalla grande.
Es el retrato de todo lo que puede suceder en una banda de rock. O sea, actividades mundanas como dormir, tomar cerveza, comer yogur, ver tele, sumado a ensayos y shows en vivo, lo estrictamente musical.
Superposición de imágenes, cámara en mano que se pierde entre ensayos, backstages de videoclips, rostros, luces, carteles, contestadores telefónicos, pilas de CDs; fueras de foco involuntarios (propios de quien sólo quiere apropiarse de la vibra del momento). Todo ello como material crudo a punto de entrar a una isla de edición. El mismo director sostuvo que “es una hora y media de mucho grano y buena música”.
El género documental, en su sentido más tradicional, se echa por tierra desde el vamos. No hay testimonios relativamente organizados entorno a una temática particular o una línea narrativa que respete cierta cronología, sino que la historia se deja llevar por lo lúdico y la experimentación.
La impronta lo-fi que ha ubicado a Suárez en uno de los escalafones de mayor culto dentro de la escena rockera de los noventa es contada aquí a través de su cotidianeidad, de su vasto sentido del humor (con las ocurrencias de Fabio, a la cabeza) y los pequeños detalles de su trabajo autogestivo.
Rosario Bléfari, Fabio Suárez, Marcelo Zanelli, Gonzalo Córdoba y Diego Fosser hilan, por medio de su oscuro y dulce noise, los fragmentos iniciáticos de un recorrido que finalizó en el 2001, pero que el domingo aquí en Mar del Plata (como muchos ya sabrán) se vio renovado aunque sea por un rato. Quién te dice, quizás, material para una segunda parte.//∆z