La segunda fecha de Daniel Johnston en Niceto reveló a un artista que trasciende los moldes, incluso los de la locura.


Por Nadia Sol Caramella

Fotos de Rafa Paz y Candela Gallo

Luego de la incertidumbre, por fin llegó el día. La noche recién empezaba a insinuarse, pero Niceto estaba colmado y a la espera del segundo show de Daniel Johnston. Ruidos de puertas desvencijadas, voces de ultratumba, risas de fantasmas. Bastaba afinar el oído para notar que lo que reproducían los parlantes era la banda de sonido de la película Casper. El humo picante aumentaba la impaciencia de los presentes, el telón negro se desperezaba frente a sus ojos como la sombra de un fantasma viejo y gastado.

Sensaciones encontradas. Una falsa tensión en el ambiente desencadenó en un show íntimo pero potente. Con la fuerza de las tormentas que se gestan en secreto: Daniel salió a escena absorbido por la misma urgencia que caracteriza sus canciones. La luz del fondo del escenario lo atravesaba, incendiaba sus contornos y animaba al dibujo de su remera. Sus gestos serenos, algo grises por la edad, nos indicaban que lo que iba a pasar no sería visual porque la voz tomaría el protagonismo. La fuerza de su interpretación estaba anclada en su garganta pero esa noche la iba a liberar en dieciséis canciones épicas, sencillas, repletas de imágenes dramáticas, cotidianas y reveladoras.

El sonido infiel del cassete aunque cargado de misticismo, no engañó a la hora de revelar a un artista como Daniel, y las versiones en vivo de “Casper the Friendly Ghost”,”Must” y “Speeding Motorcycle” sonaron doblemente originales, no hubo ni un solo intento de domesticación, y en esta hermosa tarea, la backing band argentina, comandada por Shaman y Maxi Prietto, tuvo un rol destacado.

El lenguaje corporal de Johnston iba a estar resumido en una postal: él aferrado a su micrófono, sacudiéndolo como si entre sus manos tuviera una bestia dormida a la que quisiera despertar. Sus canciones, sus movimientos y los coros de la patria del aguante pronto lo lograrían.

La setlist continuó con “Love Enchanted”, la banda abandonó el escenario. Daniel con su piano dejó en evidencia las heridas de su espíritu, pero reafirmó que la música le salvó la vida.

Después de un intervalo volvió con “Walking the Cow” una canción que podría haber sido un hit radial. La segunda mitad del show estuvo marcada por un pulso bien rockero donde sobresalieron “Fish”, la canción más pegadiza de Daniel, y “Rock & Roll / EGA”, con la explosión de un gran Maxi Prietto en guitarra.

No faltaría la intervención visual en el escenario, una reivindicación de la otra faceta de Daniel, dibujante y amante de los comics. Liniers hizo su aporte, casi al final de la noche irrumpió en el escenario para dibujar a un Daniel Johnston alegre bajo los influjos de sus colores, eternizándolo como a los personajes del universo Macanudo. Johnston alimentaba esta comunión con la interpretación de “Life in Vain”.

El desenlace llegó con uno de sus hits más amorosos “True Love Will Find You in the End”, composición oscura y optimista que revela sus obsesiones recurrentes. El despojo de sus canciones enfrenta a quien las escuche al vértigo de los pequeños abismos. Esta vez no fue la excepción.

Los presentes se encontraron como un artista alegre, que les regalo un poco de ese mundo interior que lo hace genial. No hay plegarias para este niño adicto a la imaginación que supo crear tesoros con lo que nadie quiere.