El quinteto de la muerte revive para despedir a uno de los íconos de la movida porteña
Por Joel Vargas
Cuenta la leyenda que hace un tiempo un grupo de escritores argentinos hacía una serie de performances muy intensas, que le ponía el cuerpo al arte. Se tiraban baldazos de agua fría, se disfrazaban y cocinaban. Todo se complementaba con el texto que estaban leyendo. Las citas eran con entrada gratuita en El Pachamama, un reducto clave para la literatura independiente. Eran cinco: Federico Levín, Lucas “Funes” Oliveira, Ignacio Molina, Leonardo Oyola y Ricardo Romero. Además se les sumaba un músico, Facundo Gorostiza. Luego de un tiempo, Oyola decidió dejar el grupo. El proyecto continuó sin él y hasta sacaron un libro, La fiesta de la narrativa (Una ventana ediciones, 2010), que trató de captar algo de esa experiencia. Y cuando nadie lo esperaba, vuelven. Hace años que no se presentan en vivo. La excusa, la principal motivación de esta reunión, es que pronto va a cerrar el Pachamama. La cita es mañana, viernes 2 de marzo, a la medianoche en el Pacha. Levín, Oliveira, Molina y Romero serán los anfitriones. Y, como invitado especial, va a estar Agustín Valle.
Respondieron algunas preguntas. Y lo hicieron, para que quedara claro, como un colectivo.
AZ: ¿Cómo nació el Quinteto de la muerte?
—De pedo. Nos conocimos en un ciclo de lecturas que había en el barrio de Congreso, en el 2005. Primero Molina tuvo una cita con Levín a ciegas, a través de un amigo en común, en ese ciclo. Una semana después se agregaron a esa mesa Romero y Funes y después Oyola. Funes organizaba un ciclo de lecturas por Parque Centenario y tuvo la idea de que leyeran uno de esos días. Alguien dijo “ustedes son el quinteto de la muerte”, y así nació el grupo y el nombre. Después se agregó Gorostiza con su música y ese es el Quinteto de la Muerte que se conoció como tal. Más tarde se fue Oyola y quedamos los otros cinco.
—Y éramos 6.
—No sé por qué le pusimos “Quinteto”.
—Porque no sabés contar cuando estás en pedo.
—No es sano contar cuando estás en pedo. Ni plata ni botellas.
—El otro día, en la página de Facebook que se hizo para despedir al Pacha, yo puse una foto del Quinteto circa 2006 y un flaco comentó: “Yo pensaba que el Quinteto de la Muerte era un mito, que nunca había existido”. Espectacular.
AZ: ¿Alguna anécdota que puedan contar?
—El día que nos cagamos de risa porque Romero estuvo 50 minutos parado en la esquina de Virrey Ceballos e Hipólito Yrigoyen a la espera de que nos dejaran entrar al restaurante peruano Status con eso, el inodoro, que era su escenografía.
—La rompió.
—Totalmente.
AZ: ¿Cómo encuentran este momento de la literatura argentina contemporánea?
—Espectacular.
—Lleno de búsquedas.
—Un poco aburrido.
—Bueno eso fue siempre.
—Diverso, movido, un bailongo.
AZ: ¿Qué andan leyendo actualmente?
—Un poco de todo.
—No podemos dar nombres, sabrás entender.
—Yo, con dos pibes, lo último que puedo hacer estos días es leer. Estaba bueno, eso sí lo recuerdo.
AZ: ¿En qué están trabajando actualmente?
—En un montón de cosas pero no llegamos a fin de mes.
—Macri gato.
—Igual, escribir, ¿es un trabajo?
—Vos porque la pasás bien pero cuando yo escribo me duele todo.
—Hay que escribir para viajar.
—Hay que escribir para mejorar la lectura propia.
—Hay que escribir. Punto. Después vemos.
—Hay
que escribir.
(poema
enter)
AZ: ¿Con qué nos vamos a encontrar en la fecha del viernes?
—Con sorpresas de todo tipo.
—Pará… y con Agustín Valle como invitado de lujo.
—Con una encrucijada espacio-temporal. The Pacha Paradox. Y seguro es mejor que Cloverfierld.
AZ: ¿Cuál es el próximo movimiento?
—Mi mudanza del mes que viene. Un quilombo.
—Y yo este año renuevo contrato de alquiler, así que amarrocando sin asco.
—Yo escribo, después vemos.
—Comprarme una moto.
—Juntarme a comer con los amigos.
—Yo quiero convencer a estos cuatro de que volvamos pero la veo complicada. //∆z