En su último libro, publicado por Alfaguara, el premio Nobel se mete con la prensa amarilla durante la presidencia de Fujimori.

Por Alejo Vivacqua

Cuando no está siendo tapa de revistas o brindando con neo cons, Vargas Llosa escribe. Y lo hace, desde siempre, muy bien. Con ochenta recién cumplidos, este año publicó una novela que lo trajo a la Feria de nuestro país. Hablemos, entonces, exclusivamente de su libro. De lo otro ya hay suficiente en Internet.

En Cinco esquinas se entrelazan varias historias, un recurso muy habitual en la obra del peruano. En el Perú de principios de 2000, meses antes de la caída de Fujimori, un empresario poderoso se ve afectado cuando una revista de chimentos publica las fotos de una orgía en la que él participara años atrás. Enrique Cárdenas ve cómo se derrumba la vida que lleva junto a su esposa. Ella, a su vez, mantiene un affaire con la mujer del mejor amigo de Cárdenas. En el conflicto aparecen además dos protagonistas centrales. Por un lado la ‘Retaquita’, la redactora estrella del semanario de chimentos más importante de Perú y una de las encargadas de arruinarle la vida al empresario. Y, por el otro, dentro de este menjunje, y digitando todo desde las sombras, el jefe de Inteligencia del país, mano derecha del presidente.

Como se podrá suponer de antemano, la historia es uno de esos clásicos enredos en los que Vargas Llosa se maneja muy bien y en los que saca a relucir la destreza estilística que lo ha posicionado como el más versátil de aquella lejana generación del boom. Al estar ambientada en la dictadura de Fujimori, Cinco esquinas puede (y debe) leerse más como el desquite de alguien que no pudo acceder a la presidencia tras perder el ballotage en 1990 que como una novela del mismo autor que fuera capaz de escribir Conversación en La Catedral, una de las tres mejores obras en español del siglo XX. ¿De qué otra forma si no es escribiendo podría revivir esa espina un hombre que se pasó la mayor parte de su vida siendo el gran novelista latinoamericano?

No es casual que se haya publicado unos meses antes de que otro Fujimori, en este caso su hija Keiko, definiera otra segunda vuelta presidencial. La máquina Vargas Llosa funciona como un relojito.

La novela no se sostiene más que como un retrato algo simplista de una época, una de las tantas sobre las que Vargas Llosa trabajó en sus libros. Si en Conversación…. la autoridad del general Odría era el telón de fondo para mostrar la idiosincrasia peruana, y en La fiesta del Chivo se recreaban los excesos de Rafael Trujillo, Cinco esquinas vertebra su relato sobre la figura omnipotente de Fujimori. La trama es endeble en cuanto al desarrollo de los personajes y no parece haber interés en que la historia tenga una resolución verosímil, algo que no importaría si la novela – como se insinúa durante la primera mitad del libro –no fuera construida como un policial.

Cuando se ha escrito tanto y tan bien a lo largo de una vida se corre el riesgo de formar en paralelo una selección de obras menores, esas que, en vez de restarle solidez a las obras maestras, las revalorizan. La idea de Cinco esquinas habría podido funcionar mejor como una columna de opinión en un diario y no como una novela de trescientas páginas. Mientras tanto, a Mario, el hombre y su circunstancia, esperaremos verlo sonriente en la próxima Hola.//z

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