Este texto fue leído en la presentación de la novela que Denis Fernández (Lanús, Buenos Aires, 1986) publicó este año en la editorial Notanpüan.

Por Camila Fabbri

En el 2005, en el discurso de graduación de la Universidad de Kenyon en Estados Unidos, el escritor David Foster Wallace les relataba a sus alumnos un texto que les escribió para la ocasión. Decía así:  Están dos peces nadando uno junto al otro cuando se topan con un pez más viejo nadando en sentido contrario, quien los saluda y les dice: “Buen día, muchachos, ¿cómo está el agua?”. Los dos peces siguen nadando hasta que después de un tiempo uno voltea hacia el otro y pregunta: “¿Qué demonios es el agua?”

Leo a Cero Gauss como una construcción muy personal, que bien podría intentar responder esa pregunta. ¿Qué es ese universo donde caminamos todos, la vida adulta, sin cuestionarnos más? ¿De qué está hecho, o más bien, cuál es la fecha de caducidad? Si es que morimos, entonces, ¿nos vamos a otra parte o seguimos acá? ¿Qué demonios es el agua, o acaso es importante saberlo? ¿Estaremos preguntándonos de más?

Santiago es quien narra, lo hace como puede hasta que empieza a imaginar cosas que no son, o que no están. Cito: “Ya bien entrada la madrugada, cuando creía que el efecto del hongo había desaparecido por completo, apareció mi nono y me dijo que un rayo sincronizador lanzado desde el centro de la Tierra rompería la armonía del sol y de los planetas y destrozaría el campo magnético que nos mantiene vivos. Estamos en el tiempo del no tiempo, dijo. Estamos perdiendo energía magnética. Pasamos de cuatro gauss a uno coma cinco, ¿podés creer eso? Vamos a perder el equilibrio. Los humanos se confundirán hasta la locura. ¡Vamos a perder la armonía! ¡Vamos a perder la armonía!, gritó, alterado, y se esfumó. Ahora que estoy acá escribiendo este relato y que puedo rememorar cada parte de la historia, pienso que este lugar también puede ser mi casa. Pero no es mi casa, es la de otra persona. Hay elementos que desconozco. Hay objetos que brillan, plantas que se mueven, mosquitos, el sol, el mantel rojo, la lámpara verde parada como una persona, espiándome. Yo ya no soy parte del relato. Es otra conciencia la que habla.”

Esa angustia, o esa desesperación, cargan con una necesidad de confirmar que, por ahora, la materia sigue ahí: las plantas carnívoras, las otras plantas, los mosquitos, el mantel, los objetos del hogar, los restos de un caballo al costado del camino, la mujer postrada, el cerebro apagado, ese bebé que vendrá con una paternidad entre los brazos. Santiago parece ser esa esponja que vuelve a cuestionar todo para poder confirmar que sus propios pies están sobre la tierra. La destrucción vendrá pero no será la misma para todos, en partes iguales. Es difícil entender que la pérdida de equilibrio también será un acto individual. La muerte, lo es, pero quizás nombrarla como un acto global, compartido, traiga  alivio y no nos haga perder la armonía que logramos concebir. Nos haga sentir menos solos.

Foster Wallace acaba su discurso diciendo: “el verdadero valor de la educación, de entender con el paso del tiempo, tiene que ver con la simple conciencia – conciencia de lo que es real y esencial, eso que está tan escondido a simple vista a nuestro alrededor, que tenemos que recordarnos una y otra vez: Esto es agua, Esto es agua.

TAPA CERO GAUSS

Esto es el mundo real, en el que vive Santiago, en el que vivimos todos. La destrucción no está, o en todo caso, es solo una teoría para sentir que tenemos un poder vaticinador sobre algo. Este es el mundo real y pasamos el tiempo tratando de hacer cosas para olvidar (porque ya lo sabemos) qué es lo que viene al final.

Denis escribe: “Santiago deja el teléfono a un lado y vuelve a acostarse. Así como está, con el horizonte en posición vertical, se queda viendo a través de la ventana: desde el cuarto piso se distinguen las antenas luminosas de los edificios ubicados al costado de la autopista. El cielo está estrellado y no corre viento. Se escucha el relinche del mundo al girar, el quiebre de las partículas. Un concierto de choques mil años luz más allá”.

 No hubo rayo sincronizador alguno, el campo magnético de las cosas sigue intacto, está ahí aunque no se deje ver. Aunque sea solo literatura. La vida continúa y esta calma, quizás, sea más inquietante. Entonces, ¿qué hacer con eso? Sentarse a escribir. Santiago narra, Denis escribe. Ninguno de los dos deja de imaginar. Eso no se detiene nunca: esto es agua, y estas son mis ideas todas juntas, agolpadas, generando un escudo contra la realidad.

Cero Gauss es un universo autónomo, respira solo. Es su propia vida en un planeta. Una máquina melancólica con alguna canción de Brian Eno de fondo. Música sin letra, pura música sin letra. //∆z