El orgullo alterno de Temperley saca a rodar su último trabajo de estudio, 5ta Dimensión, un chispazo de punk y pop conciente, además de dejar al autor de esta nota con un par de preguntas a medio responder.

Por Sebastián Rodríguez Mora

La voz de Cristian Aldana. El lastimero tono acompañado por los coros de María Fernanda: “Evitemos más muertes/De mujeres inocentes”. ¿Qué es esto? Maurito, mi amigo fanático de la banda me dice, tajante: es un disco irrelevante, ni le des bola.

Así las cosas, la 5ta Dimensión esperaba ahí adentro del reproductor de mp3 y había que hacerse cargo. La voz de Aldana, apenas 26 minutos en total, una banda muy reconocida en la escena nacional por levantar la bandera indie desde el principio y de ahí todas las categorías que con eso vienen: valentía, autodeterminación, búsqueda propia. Pero seguía ahí la voz y algo más que no cerraba. No es tarea fácil pelear contra el propio gusto y superarlo para ponerse a teclear.

La pregunta vendría a ser algo así: ¿Dónde empieza la objetividad y termina la sinceridad? Al revés también funciona. Por suerte estamos hablando de música, no nos vayamos a olvidar, y esta reseña tiene que arrancar de una vez. Pero queda flotando la pregunta, mientras el disco arranca con “Los Niños”, el corte de difusión, un buen tema con una letra que toca algo sensible en ésta época (o en todas) como es la violencia familiar.

¿Será la adolescencia eterna de la banda, esa fijación en el romanticismo extremo? Atentos que no hablo de lo romántico que el gran Leo Mattioli –el Cielo lo guarde bien, por si reencarna- nos supo enseñar por tantos años, no. Ese romanticismo clásico de Drácula, del amor que sigue hasta más allá de la muerte; esa intensidad que transmitió desde siempre El Otro Yo. La sensación a flor de piel, el escape del dolor, el refugio en el otro que nos entiende, lo vamos a encontrar aquí sin duda. Pero también una madurez alterna en el decir frente a los desastres cotidianos: “La demolición del mundo/Los bañará en dinero y sangre/En su infierno/Pero hay algo que/No pueden comprar ni matar/Nuestras almas viajando” (“Hasta Morir”). Incluso en “Saturno”, Cristian tira un termómetro del momento de la banda: “En el barcito más chico del mundo… En el estadio más grande del mundo/Nuestra banda suena viva”. Con quince discos y más de veinte años de carrera –y varios cambios en la formación, eso sí- hay que sacarse el sombrero.

La 5ta Dimensión suena prolijísimo, aún pasando por momentos algo sosos (“Te quiero”, “Saltar”, “Abismo”) pero sin dejar de rockearla. Se prende fuego especialmente en “Dinero 666”, con la clara intención de romper todo y un gustito a “Ace of Spades” de Motorhead (cuando el tema acelera, el riff le pega en el palo al original). María Fernanda se destaca en la voz, saliendo del timbre aniñado de siempre para dar paso a una entonación casi épica. Es lejos la canción más interesante del disco.

Entonces, ¿qué pasó entre el pulgar abajo de mi amigo Maurito y esta reseña? Bueno, pasó la música, que no es poca cosa. 26 minutos para abrir un poco el espectro sónico, hurgar y encontrar un puñado de buenas canciones de parte de un cuarteto que sabe lo que hace.

Y dejemos que la pregunta siga flotando, atándola con un piolín para que no se nos escape. Así nos mantenemos alertas, esperando en el horizonte otro desembarco de música que nos haga refregarnos las neuronas.//z

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