Las Pelotas presentó su disco número 15. Celebró su historia y su inoxidable vigencia con un show de dos horas y media que será difícil de olvidar para los fanáticos

Por Pablo Díaz Marenghi
Fotos de Florencia Alborcen 

I

El show comenzó puntual: a las 21:10 Daffunchio, la bajista Gabriela Martinez, el guitarrista Tomás Sussman, el baterista Gustavo Jove, el tecladista Sebastián Schachtel y el multi instrumentista Alejandro Gómez Ferrero se plantaron en el escenario e iniciaron la celebración con “El amor hace falta”, uno de los cortes del último disco. Bien rockero, con un sonido valvular y una letra simple y tautológica (“El amor hace falta / hace falta para amar”) iniciaba así un show que repasaría las once nuevas creaciones de la banda, reflejando su variedad de estilos. Todo esto intercalado con clásicos de siempre, de casi todo su inabarcable repertorio, durante dos horas y media. “¿Cómo están? Qué buena noche, loco” saludó Germán, y el público estalló. La gente transformaba canciones de cancha en odas a su banda favorita, como suele ocurrir en los recitales del rock local.

Las Pelotas

El setlist alternó entre temas viejos y nuevos con una puesta visual pensada en función del espectáculo. Las imágenes no eran meros ornamentos sino que complementaban el relato que entretejían las canciones (imágenes de desaparecidos durante la última Dictadura Cívico Militar en “Desaparecido” o imágenes superpuestas del ministro de economía de Videla, José Alfredo Martínez de Hoz, con una serpiente en el tema “Se puede romper”). Clásicos como “Qué podés dar?” o “¿Cómo se curan las heridas?” generaron que todos canten mientras las visuales mostraban dos manos formadas por un cielo nublado, una figura recurrente en el imaginario pelotero. Preguntas lanzadas al viento y que el público reconstruía en sus mentes.

II

El rock es sonido pero también es relato. Es el género musical que mejor ha narrado el siglo XX. Maldito en sus orígenes, por su carácter contracultural y revulsivo para la época, supo volverse  un bien de consumo más. Se hizo carne y uña con la industria cultural hasta convertirse en un gran negocio. Pese a esto, como todo contenido artístico, supo también conservar vetas de rebeldía. Sonidos esperanzadores, mensajes de aliento hacia los abatidos, gritos de disconformidad social.

Las Pelotas

El rock argentino también posee estos ribetes y Las Pelotas es una de las bandas que mejor los expresa. La banda nació de las vísceras aún tibias del cadáver de Luca Prodan. Germán Daffunchio, guitarra rítmica de la banda que marcó un antes y un después en la arena local, convocó a un amigo, Alejandro “Bocha” Sokol (también ex Sumo), para sumarse a este proyecto que comenzaría a transitar por caminos distintos al de Divididos, su “hermano” comandado por la dupla Arnedo/Mollo. Mientras una se convertía en “La Aplanadora del Rock”, la otra permanecía en las sombras. Mientras unos llenaban trece Obras al hilo, los otros tocaban en el Teatro Arlequines, Arpegios y Cemento, lugares emblema de la escena under de los ‘90 en Buenos Aires. Las Pelotas fue labrando su propio camino. A paso lento, con momentos más exitosos que otros, supo construir un público fiel. Su esencia también se materializó y se volvió distinguible más allá del paso del tiempo: un caudal narrativo que se alimenta de la oscuridad, escenas urbanas, las calles de tierra de Hurlingham, el reggae, la crítica social, el pensamiento anti sistema, la condena a la sociedad de consumo, la vuelta a la naturaleza y hasta la deconstrucción de los mensajes mediáticos. También contienen un misticismo originado en las sierras cordobesas, las mismas que encandilaron no sólo a Prodan en su venida a la Argentina para recuperarse de su adicción a la heroína sino también a Daffunchio y compañía.

III

Las banderas, en el centro del Luna, flameaban como años atrás se agitaban bengalas, en un rasgo propio de la cultura del aguante rockero; esos rasgos que uno ya no logra distinguir si se originaron en un teatro o en una cancha de fútbol. “Personalmente creo, que todo esto es una locura” canta Germán en uno de sus hits como respondiendo a esta duda. Allí se expone la delicadeza del trabajo de guitarras y la tipología de las letras de Daffunchio post Sokol: viajes introspectivos y una sensibilidad extrema ante la opresión y el caos social que se materializan en un modo poético/ urbano (pero no de un modo barroco, a la Spinetta). Otro momento destacado del show fue la balada de piano/voz “Quizás no puedas”, también nueva, en donde se lució Schachtel como el titiritero de una obra que dejó al público en silencio, atento, conectándose con la intimidad más profunda de Germán. “Si supieras en donde caigo cuando no estás, hoy no estarías así” canta un tipo que le habla a la soledad, a la perdida y a la ausencia.

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“Vamos a levantar” dijo Germán dando paso a los momentos más intensos del recital. Así llegaron “Corderos en la noche”, uno de los tantos temas que teletransportaba al público a las épocas del Bocha, y un bloque reggae/pelotero (“Que estés sonriendo”, “Si supieras” y “Hawaii”), en el que se lució Gómez Ferrero en los vientos. “Hasta el fondo del río”, de su último disco, sonó como un clásico, con mucha potencia y un estribillo arquetípico del imaginario del grupo (oscuridad y luminosidad en partes iguales, mientras flotan cabezas en el agua). “Escondido bajo el brazo” fue el único tema de Cerca de las nubes (2012) que tocaron, quizás por no ser de lo más destacado dentro de su obra.

IV

Brindando por nada (2016) es el último disco de Las Pelotas. Este, junto con Despierta (2009) y Cerca de las Nubes (2012), componen la era sin Sokol, aquel personaje que pasó de ser el principal cantante (en el primer disco, Corderos en la Noche, de 1991, interpreta todos los temas) a ser una dupla creativa junto a su amigo Daffunchio hasta alejarse el grupo y luego morir tempranamente de un infarto en enero de 2009, convirtiéndose en un mito. Luego de su abandono, el peso compositivo recayó casi en su totalidad en el otro pelado de Sumo, aunque toda la banda supo colaborar con prestancia en arreglos y melodías. Brindando por nada evidencia algo que explora con claridad Matías Roveta en esta reseña, publicada en Artezeta: “Ofrece facetas musicales de la banda que amplían y refrescan su sonido, como si nunca perdieran el gusto por jugar y seguir buscándole la vuelta”. Sonidos muy actuales, con bases complejas de guitarra y piano, brindan canciones que prometen convertirse en clásicos (“Como una estrella”, que le canta a los que ya no están, la poderosa “Era” o el hit “Víctimas del cielo”).

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V

El espíritu de Sokol retornaría con fuerza en los momentos culminantes del show. Primero en la voz de Germán, con una impecable versión de “Bombachitas Rosas”, que se apropia cada vez más, y luego en la voz del invitado y amigo del grupo, el nativo del oeste Gabriel Dahbar, que se puso el traje del Bocha en “Muchos mitos” y “Día Felíz”. El cierre, con “Sin hilo”, fue uno de los puntos más altos del show, con un público extasiado y un pogo que crecía al ritmo de la emotividad. Las Pelotas ya no es una combinación caótica de dos rockeros border: es una banda de rock, con todo lo que eso implica.

 

Luego vendrían tres bises con el repaso de clásicos eternos del grupo como “Esperando el milagro”, “Sueños de mendigos”, “Ya no estás” y “Capitán América” -con Emiliano Brancciari de No te Va Gustar como invitado. Si todo esto aún no alcanzaba para lucir el amplio repertorio de la banda, cerraron su show con una versión de “Mañana en el Abasto”, de Sumo, la banda que le puso el play de fondo a esta película. Climas propios de una versión para un ciclo acústico: emoción en la voz, prolijidad de acordes y un aura de misterio. Parte del universo de Las Pelotas. Una banda que nació como un hijo de un proyecto mayor y supo forjarse una identidad propia que la diferenció dentro del “ruido” y la monotonía de la escena rockera local. Sus canciones tienen magia, rock, reggae, luz y oscuridad. No se conforman con la clave del éxito obtenida sino que continúan explorando y reinventándose. “No se olviden que hay que resistir, siempre” dijo Germán promediando el final del show, resaltando que no hace falta ser un psicobolche para comprometerse con la realidad que rodea al arte.

VI

Las Pelotas es una banda para disfrutar en vivo. Germán Daffunchio, que solía cumplir un rol de copiloto en sus proyectos musicales se convirtió en un gran frontman; oscuro, místico, se volvió un líder que sabe llevar los hilos de propuestas que no se quedan tan sólo en un sonido prolijo sino que intentan elevar el estatus del rock hasta convertirla en una manera de traspasar un relato dirigido a quien quiera oírlo. Un rompecabezas polimorfo. Una hidra de cientos de cabezas que hablan en muchos idiomas y convergen en una misma unidad. Las Pelotas cuenta historias de dolor, de fascinación por la naturaleza, de supervivencia ante las pérdidas y de autosuperación. Se ha convertido, con el paso del tiempo, en una banda con todas las letras. Ya no hay un desequilibrio como pudo haber habido en épocas de Sokol, en donde el aura y su peso arriba del escenario se comían, por momentos, al resto del grupo.

Las Pelotas

Párrafo aparte para Gabriela Martinez, otra integrante que durante años ocupaba un rol más bien secundario y fue ganándose una mayor trascendencia en el sonido a través de su bajo como coordinador de las bases rítimicas y hasta de sus coros, conmovedores y exquisitos. Lo mismo sucede con Gustavo Jove, uno de los mejores bateristas de la escena local, que revienta los parches en cada concierto, con Sebastián Schachtel como un verdadero arquitecto sonoro o con Alejandro Gómez, un músico polifuncional listo para rendir al máximo en cada instrumento que ejecuta. Las Pelotas no es un proyecto individual sino colectivo. Es una banda de culto en la escena local que reconfirma siempre una vez más su trascendencia en la historia del rock argentino. Brindando por nada, sus canciones y su presentación, son muestras de ello. Aún queda mucho por lo que brindar.//z