The Strokes y Beady Eye cerraron la primera fecha del festival que hoy sigue con Sonic Youth como principal atracción.

Por Martín Barraco y Joel Vargas

Fue una noche donde quedaron varias cosas claras. Uno: Oasis pertenece al pasado. Por más que los miles de fanáticos se paseen con remeras de Liam y Noel juntos, la realidad (y la enemistad entre ellos) los muestra a cada uno por caminos separados y lejos de volver a cruzarse, aunque en el futuro no faltará la oferta millonaria de siempre para cumplirle el sueño a más de uno y ver a los hermanos unidos tal como lo indica el Martín Fierro. Dos: siguiendo con el tema de peleas o enfrentamientos, muchos son los rumores que hablan sobre la mala relación entre los miembros de The Strokes. Que grabaron Angles cada uno por separado, que Nick Valensi no quería juntarse porque tenía en mente trabajar en su disco solista, etcétera. Lo cierto es que un pacto tácito entre estos caballeros de Nueva York hizo posible que en su regreso a la Argentina tras aquella primera visita de 2005 y que haya un clima distendido sobre el escenario, al menos por parte de Julian Casablancas, que bromeó durante toda la noche con el público presente. Pero nos estamos adelantando. Empecemos por lo ocurrido a la tarde.

“Al mal tiempo buena cara” pareció ser la consigna durante el show de Banda de Turistas. A pesar de un desperfecto en la guitarra de Luis Balcarce, la banda siguió adelante y arengaba y cantaba junto al público. Un breve repaso por todos sus hits para despedirse bien arriba con la intensidad de la primera lluvia fuerte de la tarde del viernes. Entre las primeras gotas y corridas, muchos encontraron refugio en el escenario cuatro, donde Viva Elástico los esperaba con brazos abiertos e “Imágenes de amor”.

Ya para las seis, un mayor volumen de público se repartía entre los escenarios uno y dos (el tres y el cuatro muy lejos entre sí), ya sea para hacerse de una buena ubicación hacia el final de la noche o para ver a Toro y Moi, uno de los exponentes del género Chillwave. Escondido tras sus anteojos redondos y de marco dorado, y armado con sus sintetizadores, Chaz Bundick supo ponerle algo de dancing al atarceder con temas como “New Beat”, “Got Blinded” y “Still Sound”. Más allá de los climas chill y la electrónica que recorren los temas de Toro y Moi, Bundick y su voz parecen remitir lejanamente a los grandes íconos del Soul y R&B de los sesenta y setentas. Tímido para dirigirse hacia el público pero junto a su banda construye un sonido suave y agradable para hacerte mover los pies.

Luego fue el turno de White Lies. El grupo se presentó por primera vez en Argentina y fue la gran sorpresa de la noche. Con un estilo similar al de Joy Division y algunas líneas del bajo de la escuela Muse, los londinenses desplegaron su rock ante la constante amenaza de los rayos, que parecían hacer un show aparte, siendo por momentos el principal foco de atención. La banda también se vio sorprendida ante la buena respuesta de los presentes en “Fairwell to the fairground” y “Bigger than us”. Entre rayos y guitarras relampagueantes dieron un show contundente, sin fisuras, aunque algo acortado por la copiosa lluvia hacia el final.

Para ese momento de la tarde/noche los pilotines cotizaban alto y el fashionismo quedó de lado para guarecerse de algún modo de la tormenta. Algunos precavidos llevaron sus paraguas, otro más improvisados utilizaban bolsas de consorcio traídas de casa. Por suerte, las nubes empezaron a abrirse lentamente para que Broken Social Scene salga a escena y empiece su show ¡con cuatro guitarras! El grupo canadiense fue demoledor. Un sonido compacto, a pesar de la cantidad de equipos sobre el escenario, se hizo dueño de todo el predio del festival, que los veía todo el tiempo cambiar de instrumentos y mantener siempre la línea sonora durante los placenteramente interminables trips de guitarras y distorsión.

Al término de Goldfrapp, que se paseó en escena con un llamativo vestuario y dio un espectáculo audiovisual de mucha ida y vuelta con sus fans, en el escenario número dos le tocaba a Liam Gallagher volver a pisar Buenos Aires, sin su hermano mayor Noel pero acompañado de la última formación de Oasis, ahora bajo el nombre de Beady Eye. La banda de Manchester arrancó con “Four Letters” y ya desde el primer acorde uno se podía dar cuenta de que iba la cosa rock n’ roll vintage, retro y anacrónico. Temas como “Four Letters”, “Beatles y Stones” y “Millonaire” te hacen viajar en una nave del tiempo musical. La arrogancia de Liam es la que maneja el Delorean. Pero no está solo, lo acompañan Andy Bell y Gem Archer rockeándola con sus elegantes guitarras y Chris Sharrock marcando el paso desde los parches con contundencia.

Muchos fanáticos esperaban temas de Oasis, escuchar tal vez “Roll With It” o “Live Forever”, algo para recordar los buenos tiempos. Pero esto es Beady Eye y quedó demostrado que ahora más que nunca el menor de los Gallagher es quien manda. Las perlitas del show fueron: “The Roller”, donde la voz de Liam se impregnó de una cadencia lennonesca; “Bring the light” una canción con reminiscencia a los cincuentas; “The Beat Goes On”, una balada hermosa que homenajea al rock británico y “The Morning Son”, donde la psicodélica se hizo manifiesta con un desenlace épico. El final del show: Liam envuelto en una bandera argentina cantando “Sons of the Stage”, cover de World of Twist, y homenajeando a la escena de Madchester. Hay que aplaudir al menor de los Gallagher que no cayó en lo fácil: hacer temas de su ex banda. Con un set contundente demostró que Beady Eye es un gran heredero del rock británico.

Is this it es el mejor disco de los últimos veinte años. Una década pasó de la edición de esta obra cumbre de la historia del rock. Los temas de ese álbum fueron la principal atracción del setlist de The Strokes. ¿Esto es rock? Sí, esto es El Rock. Escucharlos en vivo es lo más parecido a un orgasmo que uno puede tener. Desde la apertura con “New York City Cops”, bardeando a la yuta de la gran manzana, hasta el final bailable con “Take it or Leave It”, los neoyorkinos dieron cátedra, demostrando que son la última gran banda que dio el rock mundial.

La fórmula de su éxito es simple, una banda de garage en la que cada integrante es imprescindible. Repasemos: Julian Casablanca y su peculiar voz, cantando por momentos de manera oscura, desganada y por otros con una furia increíble, Nick Valensi y su virtuosismo sobresaliente en la viola, Albert Hammond Jr. haciendo un laburo de obrero con esos riff tarareables y el tándem Nikolai Frature-Fabrizio Moretti construyendo el ritmo que te hace mover los pies, saltar y poguear.

Sonaron todos los temas que tenían que sonar, no se les puede reprochar nada. La seguidilla “New York City Cops”, “Heart in a cage” y “Machu Picchu” dejó sin aliento al público, que se movía de manera desaforada. Fue un gran boliche rockero y pedían a gritos que no cierre sus puertas. Porque la intensidad iba creciendo tema tras tema, gracias a una lista bien seleccionada que matizaba climas más calmos como el de “You Only Live Once” y el “rompan todo” de “The Modern Age”. La era moderna del rock de guitarras -hijos pródigos de la Velvet y de los New York Dolls- derretía GEBA con cada punteo, melodía y golpe de tacho. El público seguramente se preguntaba si todo eso estaba pasando realmente, mientras sonaba “Is this It” y “What ever happened?”. La puesta en escena fue similar a la que se puede apreciar en el video de “12:51”, y cuando la tocaron parecían emularlo. Los colores de las luces tipo Tron, rojas y azules, hacían evidentes sus pasos lentos, casi robóticos. Los tipos no se movían demasiado: tocaban, respiraban y sudaban furia. Eso sí, eran pura química.

Casablancas es un excelente frontman. Sabe relacionarse con el público, creando la empatía justa, con bromas precisas. En un momento dijo que, a pesar de llamarse Casablancas, no sabía mucho español y gritando de manera desaforada: “Buenos Aires”, cada vez que podía, se metió al público en el bolsillo. También lo vimos sorprenderse al escuchar al público coreando los solos de guitarra, lo agradeció diciendo: “gracias por el show en off”.  “Vamos, vamos, Los Strokes…”, el cántico predilecto de la audiencia sonó muchísimo entre tema y tema. Igualmente lo que más sorprendió fue el trabajo brillante de las guitarras y ver cómo se complementan Valensi y Hammond Jr en cada canción, turnándose para ser la guitarra líder y la rítmica. La perfección fue “Reptilia”, donde el agite tuvo su punto máximo. Pequeños pogos en diferentes partes del campo se iban sumando mientras la canción crecía, hasta que llegó el estribillo y todo era un gran quilombo.

Ya cuando estaba promediando la mayor parte del recital, habían desfilado muchas gemas sonoras de ayer y de hoy como “Someday”, “Alone Together” (muy festejadas), “You’re So Right” (con un melodía densa que parece una espiral sonora) y “Gratisfaction” (con aires de cortina de sitcom ochentona en su estribillo). Todavía faltaba lo mejor: “Automatic Stop”, y esa guitarrita made in Hammond Jr que te hace adicto a la canción. En  “Juicebox” le tocó el turno a Fraiture de hacernos volar la peluca con sus graves,  junto a los solos salvajes de Valensi y la furia de Julián crearon una obra maestra del rock de estadios.

¿Y qué decir de “Last Nite”? Es una de las mejores canciones de todos los tiempos, marcó a su generación, es rock simple, de solos justos, de ritmo bien marcado y con una melodía demasiado pegadiza. En GEBA, hubo un antes y después de ese tema. Fue historia viva, así de simple, uno de esos momentos que alguien dentro de un tiempo va a decir “yo vi a los Strokes tocando en vivo ‘Last Nite’”. Terminó esa pieza histórica, se fueron por unos segundos para volver con los bises. El primero fue la esperada “Hard to Explain”, que consagra esos segundos de silencio dentro del devenir del tema como uno de los mejores puestos en una composición rockera. Éxtasis puro. Difícil de explicar, mejor es verlo. El gran final fue con “Take or Leave It” y su punteo característico, el más glorioso del rock de guitarras, su leiv motiv. Obviamente fue coreado por todos con el clásico “oh, oh, oh” y gritaron “enough is enough” con Julian, hasta que la garganta se les gastó bajo una lluvia de papeles plateados. El show terminó y ellos se fueron rápido sin decir mucho. Son así, tómalos o déjalos.

 

 

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