Conozcan a Sombrero, cultores del folk spaghetti western con tintes folclóricos y andinos. Iguarango, uno de sus cantantes, nos habla de sus orígenes, su primer disco y del show que van a estar dando mañana con Los Álamos en el Auditorio de Caras y Caretas.

Por Nadia Mansilla
Fotos de Mariano Mascotto

En el medio del desierto, y asomándose atrás de una polvareda como si fuera John Wayne, se puede vislumbrar a Sombrero. Proyecto paralelo de músicos de Furies, Los Álamos, Flor de Mambo y Banda de Turistas, Sombrero propone un menú de armónica, charango, guitarra y damajuana, en el que se hermanan sonidos de Texas con los de Salta. Ellos se definen como unos hermanos que hacen folk spaghetti western con tintes folclóricos y andinos. Para contarnos un poco más sobre el producto de esta coctelera cultural, hablamos con Diego Petrecolla Jr,. mejor conocido como Iguarango, cantante, guitarrista y charanguista de Sombrero.

AZ: ¿Qué los inspiró a meterse en el spaghetti rock? ¿Películas, historietas, literatura o música? ¿Cuánto los influye en sus otros proyectos?

Diego Petrecolla Jr.: Siempre fuimos de ver las películas de spaghetti western, desde muy chicos. Recuerdo domingos enteros en lo de mis abuelos viendo a John Wayne o Clint Eastwood ajusticiando enemigos con sus balas infinitas. De más grande uno empieza a entender lo gigantes que son las composiciones de Ennio Morricone y los planos de Sergio Leone. Van mucho más allá del entretenimiento. También creemos que la historia argentina del siglo XIX está embebida de la misma épica, de aventura romance y violencia. Juan Moreira no está lejos de Billy the Kid.

AZ: ¿Cómo surgió Sombrero?  

DPJ: Sombrero no fue pensado ni planificado. Surgió de un viaje que hicimos al norte argentino en el verano de 2013. Compramos sombreros y ponchos para protegernos del sol y en chiste hablábamos como si fuéramos gringos perdidos intentando hablar español. Hay una escena en El Dorado, en la que un joven James Caan entra a una taberna y corre a unos mexicanos dormidos diciéndoles en un torpe español “Con permisou, amigou”. Después vino el charango y comenzamos con la adaptación de algunos clásicos de Johnny Cash y The Brian Jonestown Massacre con ese sonido. Ahí nació todo.

Lo gracioso es que casi no llevo la guitarra porque, sinceramente, me daba pereza cargarla durante el viaje. Martín y Juan Cruz me convencieron.

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AZ: ¿De qué barrios son? ¿En dónde crecieron? ¿Qué otros hermanos son parte del proyecto?

DPJ: Los originales somos tres hermanos que se conocen desde la primaria. Cruz ahora vive en Barcelona, pero como dice su canción “Aunque ya no estén mis compañeros, el viento va a traerme su noticia”. Cuando todo empezó a tomar forma sumamos a otros queridos matreros como el Gavilán en trompeta y acordeón, Nano con trompeta y elegancia, Don Leo en la mandolina y Davooogie en la armónica y todo lo que uno conoce como rock.

Martín es de San Cristóbal, yo nací y viví gran parte de mi infancia en Champaign Urbana, una pequeña ciudad-pueblo en el estado de Illinois. Juan Cruz es de Barrio Norte y todos nos conocimos en el colegio, donde tuvimos distintas bandas desde la preadolescencia.

AZ: ¿Cómo surgió la coctelera de sonidos? ¿Cómo llegaron a mezclar el western norteamericano con los sonidos andinos?

DPJ: Veníamos fuertemente influidos por esta idea de ser unos forasteros en el Norte. Teníamos un charango y una guitarra y nuestro cancionero era principalmente en inglés. La adaptación empezó como un chiste para animar un asado en un hostal de Tilcara y cuando volvimos del viaje nos dimos cuenta de que teníamos algo entre manos, un concepto que nos invitaba a seguir componiendo canciones que nos sorprendían.

AZ: ¿Qué planes tienen para los próximos meses?

DPJ: Este sábado estaremos en el auditorio de Caras y Caretas junto a Los Álamos, en una fecha que esperamos sea para el recuerdo. El 23 de noviembre tocamos en una fecha temática del Ciclo Queruza, en el Emergente (Gallo 333), junto a Smokey Dusty Bones y Karina Vismara. Después, en breve tenemos una fecha en un festival que se hará en una isla cercana a la localidad de San Pedro y la idea es comenzar el rodaje de nuestro primer videoclip en algún paisaje rural que sea propicio. También estamos componiendo y preproduciendo los temas de lo que esperamos que sea nuestro segundo disco.

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AZ: ¿Cómo fue la grabación del primer disco?

DPJ: La grabación la hicimos en dos partes: primero nos recluimos en una quinta a darle forma al material, probar arreglos, componer y demás. Después fuimos a Estudio Daktari de nuestro querido y admirado Norman MacLoughlin a regrabar algunas cosas y terminar de darle vida y color a las canciones y el sonido.

AZ: Contanos un poco acerca de los invitados. ¿Tuvieron la intención de hacer un disco conceptual?

DPJ: Tenemos varios invitados, dependiendo del día, nuestro amigo Guido Gargota Colzani, amigo entrañable del colegio que toca en Banda de Turistas, Rubén, un maestro y luthier de quenas con quien nos animamos a repasar clásicos del folclore andino y Alejandro Ridilenir que grabó unos slides en el tema “Dos Humitas y un Tamal”.

La categoría de disco conceptual es un poco engañosa y hace referencia a cosas que no nos gustan tanto. El disco tiene un concepto, eso está claro. Hay una continuidad y un relato que lleva por distintos paisajes, historias y estados de ánimo, que era nuestro objetivo principal.

AZ: ¿Cómo es un show de Sombrero?

DPJ: Tierno, épico, nostálgico y federal.

Pueden comprobar la descripción de este forajido el sábado 15 en el Auditorio Caras y Caretas, Sarmiento 2037. Allí esperan, facón en mano, presentar temas de su LP homónimo, editado por Sadness Discos. Y sino, hagan click acá abajo.//z