El pasado sábado 22 Poseidótica presentó oficialmente su nuevo disco de estudio con una puesta en escena sci-fi. La Trastienda fue el cráter de donde las máquinas humanas emergieron para relatarnos el porvenir a través de sus canciones.

Por Sebastián Rodríguez Mora

Fotos de Florencia Videgain

Muchos días después del avistamiento, las imágenes vuelven a materializarse caóticas, aunque por fin es posible hablar con algún detalle.

Dicen que los hombres-máquina lograron encender su nave. Ahora, quien escribe estas líneas está desparramado en un sillón vencido y cambia de canal en un televisor enorme.

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La información que circulaba en el nutrido grupo de testigos oculares que allí estuvieron -y de los cuales apenas hay noticias, parecen aún afectados por la experiencia- era que la nave había escapado desde el futuro. Cuatro viajeros, hombres-máquina, cyborgs pampeanos, gauchos de agujeros de gusano espaciales. Algo salió mal en la aproximación al planeta, quizás un error en el ángulo de entrada a la atmósfera y luego una bola de fuego que impacta en un viejo barrio de la ciudad.

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Por lo que pudo traducirse de su lenguaje metálico, llegaron a entender el principio que por resultado vino a darles el fatal porvenir del que habían escapado. Resumieron el plan de su larga misión en unas dos horas: El Dilema del Origen.

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De a ratos, los hombres-máquina descansaban de su relato atronador. Desde la castigada nave, con la asistencia que le proporcionan los altavoces del Centro de Mando, una voz ecualizada para asemejarse a la nuestra parecía reproducir un texto sagrado, una saga de formación. Algunos de los testigos han compilado esta experiencia, antes de que las confisque cualquier autoridad aeronáutica de nuestro país: circulan ya las grabaciones en discos, precedidos por este evangelio. Para algunos resulta revelador; otros lo leen como la literatura de una especie desconocida.

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Por momentos, los cyborgs parecían leer las mentes y las voluntades. Cuando con sus instrumentos contaban una secuencia de escape titulada “Aeroruta”, varios testigos pelilargos iniciaron un agite de manos y cabezas. Habían encontrado la forma de conectar con los viajeros: el relato parecía un tributo a un antiguo robot nacional, ensamblado por pioneros napolitanos en un taller mecánico de La Paternal. Tenía por toda complejidad cuatro botones y una Gibson SG.

ExposiciónSobre el final, un quinto integrante subió al escenario. En su hombro sostenía un violín. Es probable que con su tecnología tan superior a la nuestra pudiera extraer del instrumento la experiencia necesaria para ser ejecutado. Vale decir que el relato se puso áspero, espiralado, machacante.

ExposiciónPor la hendija que el control remoto permite entre presión y presión del botón, basta para recordar. Están dando Battleship, es la batalla final entre un venerable destructor y las naves alienígenas. Pero algo hay que viene de la noche del avistamiento: ¿es la canción épica de la película un mensaje cifrado de los hombres-máquina? Nunca lo sabremos. Estas líneas quizás dejen una herencia para futuras investigaciones. Como consuelo, sabemos con certeza que estos cuatro viajeros continúan en nuestro planeta.//∆z