La ópera prima de Laura Dariomerlo, Rosa Fuerte, es una meticulosa y cruda radiografía de una relación amorosa y uno de los mejores trabajos de sus intérpretes. A pesar de su título, el film nada tiene de rosa.

 Por Mauricio Pérez Gascué

Rosa Fuerte nos muestra el transcurso de un día en la vida de una pareja en conflicto conformada por Manuel (Pablo Rago)y Cristina (Leticia Bredice). La historia se construye a partir de situaciones cotidianas, muy íntimas. Bien podría decirse que se trata de una película pequeña pero los riesgos asumidos y la abundancia de aciertos por parte de la directora son grandes.

Entre los múltiples aciertos de la realizadora valen destacar: la interpretación de los protagonistas, que están entre las mejores de sus sendas carreras. Por un lado podemos ver a una Bredice despojada de su histrionismo característico, que con gestos más sutiles consigue corroborar que es capaz de trabajar en otro registro y que probablemente sea su mejor cara. Rago no se queda detrás, compone un personaje con una profundidad pocas veces vista en su carrera y que evidentemente no es por falta de capacidad sino que no había tenido la oportunidad. La química entre ambos brinda una pareja creíble, con la que cualquiera puede identificarse. Se nota que se aman y que a la vez ya no se soportan, se atraen y repelen por igual.

ROSA FUERTE

La película no tiene el ritmo al que la gran pantalla nos tienen acostumbrados, pero en cambio nos brinda niveles de profundidad inusuales, cuenta con una solidez formal y una coherencia interna que da cuenta de la capacidad de su autora. Con una gran administración de los recursos, dentro de esta pequeña historia, Dariomerlo confirma muchas de las máximas que aparecen en todos los manuales del buen filmar pero que rara vez se ejecutan de buena manera y en Rosa Fuerte se hacen presente categóricamente. Por ejemplo: “Los silencios cuentan más que las palabras”. Con pocos diálogos, los personajes logran comunicar mucho de su universo interno y de la relación que mantienen y a su vez propician una atmósfera pesada donde el aire puede cortarse con un cuchillo.

”Los tiempos muertos le dan vida a una historia” construida a partir de muchos planos largos y fijos (la cámara recién se mueve en la secuencia final), con una duración que se extiende apenas más allá de lo recomendable reflejan fielmente el conflicto de esta pareja que se sostuvo en el tiempo, un poco más allá de lo que tenía para dar.

La puesta de escena y de cámara, el sutil uso del teleobjetivo y un punto de vista que en algunas escenas, apenas se corre de los protagonistas convierten al espectador en un voyeur, en un testigo incómodo de la tensión recurrente en el departamento donde transcurre casi en su totalidad la historia, del que apenas se sale para mostrarnos a un misterioso tercer personaje sobre el que se develará su razón de ser al final de la película. Le juega en contra que no maneja un código ideal para los espectadores acostumbrados al (o en busca del) vértigo, pero cualquiera que busque ver una historia de amor verdadera bien contada no debe perderse este estreno.//z

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