The Way, la reaparición de Buzzcocks en las disquerías, es un repaso, con canciones nuevas, que el cuarteto de Manchester realiza sobre su interminable carrera.

Por Agustín Argento

Cuando uno se predispone a escuchar a una banda de punk no puede esperar a encontrarse con algo nuevo. Ya sea Sex Pistols, Ramones o The Stooges. O se trate de bandas de Estados Unidos, Inglaterra o Longchamps. El punk rock es, aunque suena a tautología, punk rock. Pocos acordes, estribillos pegadizos y rítmicas que se encuentra en el medio de la invitación a bailar y a la de hacer pogo.

The Way, el nuevo disco de Buzzcocks es todo ello. No se puede pedir más. Pero tampoco se puede pedir menos. Son, en total, 14 canciones -si se incluyen los bonus tracks– que llevan constantemente a la escena pre Madchester. A aquellos momentos en los que Morrissey y Johnny Marr, en el colegio secundario, armaban los primeros acordes de “What difference does it make?”. O, también, con los Buzzcocks ya consagrados, a las voladas guitarras de Johnn Squire en “Don’t Stop”.

Con algunos sonidos de viola, como en “Third Dimension”, que rememoran un poco a Joy Division, los Buzzcocks es calzan el saco y la particular camisa con lunares para intentar demostrar su vigencia. Una vigencia que la tienen con sus clásicos. Por su puesto. Pero que, como toda banda legendaria, debe justificar.

Suena saludable que no saquen un álbum cada año. La simpleza de sus canciones se lo permitirían. El último disco salió, justamente, en 2006. Pero de llevar adelante esa empresa, la música de Buzzcocks quedaría notablemente más limitada de lo que suena. El problema, ante esta poca variedad, no parecería ser el punk rock. Como se dijo más arriba, esta es, para bien o para mal, una de sus características. La limitación radica en el escaso cambio sonoro. En no aprovechar, por lo menos a la escucha, los avances que la tecnología trajo la música. Por supuesto, no se habla de la metodología para grabar ni los equipos usados. Sino, por otro lado, de la variación que el uso de otros instrumentos pueden agregarle al punk rock. Algo de eso aparece en el mencionado “Third Dimension” y en los coros de “People Are Strange Machines”. Aquí, nuevamente, puede aparecer la voz del conservador que grita: “Esto es punk y el punk es así”. Pero, al conservador se le puede contestar: “Justamente, el punk es de todo, menos conservador”.

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