El Mató a Un Policía Motorizado ofició una verdadera fiesta el último viernes en La Trastienda con la excusa de presentar “Mujeres Bellas y Fuertes”, su nuevo sencillo. La banda comandada por Santiago Motorizado convirtió al coqueto recinto de San Telmo en un sótano caluroso invadido por el mosh.

Por Gabriel Feldman

Fotos de Nadia Guzmán

Todavía salían de La Trastienda personas que quedaron de la función de Richard Coleman, cuando detrás del telón se escuchaba como Aldo Benitez ajustaba los últimos detalles antes de salir a escena. Pasadas las 23.30, el oriundo de morón dejó de lado sus remixes y mostró su faceta más rockera, generando los primeros bailoteos de la noche en una concurrencia que todavía se acomodaba. Al finalizar, otra vez la espera: tomar algo, comprar un disco, charlar un poco o sentarse a pasar el tiempo.

El telón cerrado alberga un aura mágica. Después de todo, cada recital tiene su componente fantástico. Refuerza esa idea que detrás del paño se está preparando cierta alquimia. En un mundo donde parece estar todo explicado, todavía hay lugares donde los encantamientos son posibles. No hacen falta ni magos, ni conejos, ni ingeniería de avanzada: sólo una pared de equipos al palo.

Y cuando se abre el telón allí están los platenses. Santiago Motorizado al frente, con sus shorts característicos y el bajo colgado, para dar comienzo a la celebración. Sin más demora, para cortar la ansiedad, “Navidad de los Santos”, “El héroe de la Navidad” y “El día del huracán”. El Mató a un Policía Motorizado en todo su esplendor: melodías simples que crecen lentamente hasta convertirse en mantras efusivos.

Por detrás de ellos, en la pantalla, un documental sobre la naturaleza en estado vivo: panorámicas de campos y montañas, primeros planos a flores abriéndose y secuencias de animales salvajes, alimentándose, buscando refugio o cazándose mutuamente. El nacimiento, la vida y la muerte, la trilogía que comprenden sus EPs – Navidad en Reserva (2005), Un Millón de Euros (2006) y El día de los muertos (2008) – representada en su estado más puro e inocente.

Del otro lado, el público. Sin embargo, la barrera que propone el escenario es obsoleta. No hay división entre unos y otros. Con la banda de fondo, se poseen y se dejan llevar como en un rito de alguna tribu milenaria. Ojos cerrados, manos extendidas y sus bocas repiten, en una voz  única y colectiva, cada una de las frases que Santiago canta. Se arremolinan, se codean y sienten cada una de las canciones como si fuera lo último que escucharían en sus vidas. En el escenario sólo necesitan miradas para entenderse. Santiago gira hacia atrás, Doctora Muerte detrás de los parches asiente, y empiezan, del nuevo sencillo que estaban presentando esa noche, “Mujeres Bellas y Fuertes” y  “Dos Galaxias”.

Pasadas las novedades, cuando resonaba el eco tribunero de vamo’ el mató / vamo’ el mató,  “Chica Rutera”, a esta altura ya un himno generacional, no tardó en generar los primeros mosh de la noche. Después de la efervescencia, ChatranChatran comandó desde su teclado cúbico la psicodelia espacial al mejor estilo Neu! con “Rey del Terror”, “El Árbol de Fuego” y “Nuevos Discos”. Las tres al hilo como si fueran una sola pieza en un bloque kraut, rematado con “Una Luz”, que quizás forme parte del nuevo disco.

Y aunque hayan transcurrido más de cuarenta minutos y La Trastienda se haya convertido en un sótano caluroso invadido por el mosh y el pogo, la banda permanece estática, igual que cuando empezó el recital. A pesar de la respuesta enloquecida que generan, ellos se muestran concentrados en lo suyo y algún “Gracias” medio robótico sale cada tanto de la voz del Chango para mediar palabra alguna.

Párrafo aparte. Entre tanta algarabía, salto y mosh acalorado, una chica cayó de cabeza al suelo. El ruido seco cuando cayó y verla medio entumecida en el suelo por lo menos da para pensar que algo no estamos haciendo del todo bien. La música en vivo es de las cosas más hermosas para disfrutar y más allá de lo divertido y vistoso que pueda ser para algunos (yo lo he disfrutado en más de alguna oportunidad; como también me he comido alguna patada o manotazo de rebote) me parece que no vale la pena comerse un garrón totalmente evitable. La chica fue asistida por sus amigos que la corrieron y al rato ya estaba bien. Por suerte fue solo un susto, pero son cosas totalmente evitables.

En el tiempo restante hay lugar para interpretar “Johnny B”, una canción que Santiago grabó en su disco solista y ahora se acopla al inventario de El Mató, seguida de un recorrido por toda su discografía, desde el homónimo del 2004 (“Diamante, “Escupime”, “Guitarra Comunista”) hasta la trilogía que comprenden Navidad en Reserva, (“Noches Buenas”), Un Millón de Euros (“Vienen Bajando”) y El día de los muertos (“El último sereno”).

El cierre ya estaba al caer y “Mi próximo movimiento” genera el último gran pogo de la noche. Los tipos tocando y con el escenario como un lugar de paso más, una chica se sube, lo recorre de punta a punta y le da un beso a cada uno de los chicos. “Muchas gracias a todos por venir. Esperamos que la hayan pasado muy bien, nosotros la pasamos muy bien”, dice Santiago en su intervención más extensa de la noche,  antes de emprender el final con “Prenderte Fuego” y “Noche de los Muertos”. Luego de un saludo medido, disfrutan de un último aplauso y dejan el escenario.

Las luces encendidas nuevamente y mientras dos pibes se disputan la lista de temas que quedó pegada detrás del micrófono principal, el telón vuelve a cerrarse para ocultar nuevamente sus secretos. El último viernes de junio quedó atrás y será un nuevo amanecer para la galaxia.