Acorazado Potemkin volvió a tocar luego de dos años en Rosario. Fue la presentación oficial en esa ciudad de su aclamado álbum debut: Mugre.

Por Maximiliano de la Puente

Fotos de Lorena Diaz

Son las primeras horas del sábado 27 de abril, las cuatro de la mañana para ser más precisos, en el hermoso Café de la Flor ubicado en plena zona céntrica de la ciudad de Rosario. Acorazado Potemkin, la increíble banda que conforman Federico Ghazarossian en bajo, Luciano Esaín en batería y voz, y Juan Pablo Fernández en guitarra y voz, está a punto de tocar los últimos temas del impactante recital que se encuentra brindando allí. A su paso, han dejado un escenario y un público en llamas, que ya no sabe, no puede o no quiere que esa maravillosa noche primaveral termine jamás. Cerca de las tres de la mañana, los músicos abrieron el show con “Algo”, el primer tema de su disco Mugre, que fue interpretado como siempre en su totalidad. No faltaron tampoco algunos inéditos, que formarán parte del nuevo disco en el que ya se encuentran trabajando, sin olvidar a “Las piedras”, el tema compuesto especialmente para el disco colectivo en homenaje a Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero asesinado en 2010. Previamente, se presentaron las bandas locales “Ad Bestias” y “Los Hombres Nada”.

¿Qué más se puede decir de este extraordinario grupo musical que, a pocos años de su presentación, ya va adquiriendo ribetes míticos? Quizás mencionar que la conjunción entre los músicos es cada vez más completa. Se percibe una perfecta simbiosis sonora entre sus integrantes, los temas se encuentran repletos de matices, de tiempos detenidos, de arranques explosivos, de tensiones intrínsecas, de momentos de plena ruptura y de silencios seguidos de furia musical. El explosivo Luciano Esaín desde la batería maneja los tiempos, establece el pulso y la respiración de cada tema. Federico Ghazarossian, desde el bajo, parece brindarnos una clase magistral en todo momento, aportando una sonoridad potente con el ejercicio notable de su instrumento. Juan Pablo Fernández, desde la voz y sus solos de guitarra, compone esa geografía urbana, furiosa, melancólica, punk y tanguera al mismo tiempo, que atraviesa los temas de esta banda que tiene un sonido único.

Mugre es imprescindible de principio a fin: si le edición grabada ya era altamente impactante, qué decir de su ejecución en vivo. Los climas, las atmósferas, la sensibilidad, la riqueza de planos, de situaciones y acontecimientos que sus temas proponen, constituyen una experiencia inédita, en gran medida inenarrable, que sólo se puede vivenciar en el “aquí y ahora” sin reproducción técnica del recital. La filosa, surreal e irónica letra de Fernández en “Algo” (“Tenés la reja para preguntar y responderte / que la libertad está en regar y mojar bien la calle /Te gusta. Compartir / Te gusta. Denunciar / Mirar y seguir siempre / inocente igual”) o en “Desert” (“Una noche prendí fuerte la televisión / así nadie preguntaba nada/ Y la pantalla atrajo mil insectos voladores /de todas clases y se armó un pequeño caos / y alguien escribió / que eso era una rebelión lo publicó y luego me premió / y ahora beca me regala / el doberman que dice: «no hay más nosotros»/ y yo: siempre en la puerta), el desborde dionisíaco de “Quiero” (“Quiero nadar en cal / Quiero silencio sin madrugar / Quiero dormir y no despertar / Quiero salir desnudo / Quiero reír y llorar/ Quiero salir desnudo / Quiero verte ya”), tema compuesto por Federico Ghazarossian, y la densidad lírica, pero al mismo tiempo cotidiana, que narra la historia de la ruptura de una pareja en “La mitad” (“ya aprendiste el veneno / que te daban mis besos / acostumbrados e ingenuos / la cerveza más fría / bebí de tu boca / mis ojos nazis lloraban, lloraban”), valen aquí sólo como meros ejemplos de un tipo de experiencia del orden de lo extraordinario, la misma que tiene lugar cada vez que Acorazado Potemkin sube al escenario. Tampoco fue en esta ocasión la excepción, cuando en el final del show un público en éxtasis cantaba espontáneamente los coros de ese gran tema, repleto de ironía y melancolía por partes iguales, que es “Puma Thurman”.

A mis casi treinta y ocho años, y luego de unos días agitadísimos pero hermosos en esta ciudad que desborda de primavera en pleno otoño, que incluyeron la lectura de mis textos con otros escritores en una velada nocturna en un almacén y mi exposición en el Congreso Internacional de literatura “Cuestiones Críticas”, Acorazado Potemkin me permite volver a experimentar el rock con la intensidad única que se tiene cuando se vive a los veinte. Una situación que ya no creía posible y que sin embargo regresa con la fuerza de lo real, de lo emotivo y lo sagrado, gracias al sonido de esta imperdible banda. El reencantamiento del mundo es posible: Acorazado Potemkin lo ha logrado.