El dibujante, creador de Alien Triste, habla sobre el oficio de trabajar el absurdo día a día, la evolución de las temáticas y los trazos inesquivables de la autobiografía. 

Por Santiago Berisso

Alien Triste es quizás, al día de hoy, su obra más emblemática. Al menos es la que mayor atención ha acaparado. De cualquier modo, no hace falta indagar demasiado para darse cuenta de que esta novela gráfica –de paso previo por Internet– es apenas la punta de un iceberg que no sabe de derretimientos.

El dibujante Pedro Mancini juega entre la cultura popular y aquella más escurridiza; la soledad y la trasnoche colectiva. Pero por sobre todas las cosas juega, con todo el despojo normativo que eso conlleva. Para este año espera ver editados cuatro libros y actualmente está trabajando, por un lado, en un proyecto que combina superhéroes con un libro infantil alemán y, por otro, en una novela gráfica que se enfoca en la vida de William Burroughs, uno de los íconos de la Generación Beat.

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“La sensación siempre fue que las cosas pueden ir bien, pero es muy probable que se vengan abajo”. En diálogo con AZ, cuenta que el heredado “modo ultradramático” de ver las cosas es uno de sus motores creativos, aunque también lo es el humor, dichoso elemento que aliviana la oscura añadidura de salir a la calle todos los días.

AZ: ¿Qué te genera lo autobiográfico? ¿Según tu experiencia, encierra o amplía más la libertad creativa de un artista?

PM: Creo que cualquier obra está tocada por lo autobiográfico en alguna medida. En cuanto a lo que es estrictamente autobiográfico, puede haber cosas muy buenas como también emboles totales. Depende de cómo se encare. En mi caso, siempre tomo las restricciones de un género o formato como un desafío. Y siempre trato de hacerlo a mi manera, sin atarme demasiado. Por lo menos a mí me suma y me divierte pasarme de un estilo o género a otro.

AZ: Tus fuentes de inspiración pueden ir desde el cine (Lynch o Jarmusch), la música (John Zorn), la literatura (Alberto Laiseca), hasta dibujos animados (He-Man). Muchas de esas influencias se caracterizan por un proceso creativo más cercano a lo experimental. ¿Cómo se desarrolla tu proceso de creación? ¿Liberarse a la experimentalidad requiere una suerte de desprejuicio?

PM: El aspecto experimental de la creación, entendiéndolo como juego y como formas de explorar distintos modos de hacer las cosas, es crucial en lo que hago. Mi proceso de trabajo empieza con algo que me entusiasme mucho. Puede ser un garabato en un cuaderno, una frase o diálogo que me viene a la mente en cualquier momento, o el desafío de empezar algún nuevo proyecto en una línea que por ahí nunca antes había trabajado. Apenas aparece algo de esto viene lo que más disfruto, que es tirar de ese hilo que se asomó. Las ideas van surgiendo como si hubieran estado siempre ahí. Seguro que tiene que ver con quitarse prejuicios. El trabajo creativo tiene para mí un gran componente lúdico. Como de un niño jugando y descubriendo cosas nuevas todo el tiempo.

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AZ: ¿Qué considerás que tiene la derrota o la frustración que le falta el éxito, a la hora de llevar una historia al papel?

PM: No lo sé. Sospecho que tiene que ver con que todos hemos fallado alguna vez, hasta el más ganador. Eso es lo que hace que funcione. En mi caso creo que tiene que ver con la fascinación que provocó en mí la figura de mi abuelo, el actor Ricardo Passano. Él fue muy exitoso en los años 40, y por cuestiones políticas quedó fuera de juego. Yo iba de visita a su casa y vivía toda la magia de su talento y de su mundo, pero también se respiraba una gran frustración. Así que eso marcó bastante mi camino a la hora de trabajar.

AZ: ¿Sentís que la idea de perdedor o antihéroe, en el  ámbito artístico general, puede llegar a caer en una fórmula o pose? ¿Existe ese miedo?

PM: Seguro que puede existir ese miedo en algunos casos, pero yo no lo vivo así. Las cosas que hago surgen de esa manera. Tienen que ver con mi esencia, con lo que te contaba antes, y con una forma de vivir la vida y de tomar las cosas de modo ultradramático que heredé de mi familia. La sensación siempre fue que las cosas pueden ir bien, pero es muy probable que se vengan abajo. En un principio mis historietas eran muy oscuras, y como las veo ahora, no apuntaban a la luz. Hoy en día, y gracias al componente humorístico con el cual me permití trabajar desde hace unos años, creo que logré burlarme de esa idea trágica que me tenía caminando en círculos.

Con respecto a si se puede volver una fórmula, creo que sí, puede pasar. Es cuestión de detectarlo a tiempo y cambiar la forma de trabajar, pegar un volantazo. Hace poco publiqué el primer libro de mi tira Alien Triste. Entonces enseguida me pregunté si iba a seguir trabajando con el personaje. Al mismo tiempo y naturalmente aparecieron las que considero las mejores tiras. Es como si el primer libro representó la construcción del personaje y su mundo, y ahora me divierto desarrollándolo. Creo que uno puede vencer la rigidez de las fórmulas siempre que la esté pasando bien trabajando.

AZ: ¿Te resulta sencillo encontrar el absurdo en el día a día?

PM: Sí. Es cuestión de detenerse un segundo en medio de la rutina. Te alejás un poco y es fácil detectar el absurdo y el sinsentido de casi todo lo que hacemos.

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AZ: Uno tiende a pensar que el trabajo del dibujante es bastante solitario y hermético. ¿Es así o esa imagen no es más que una simple convención?  A su vez, has formado el grupo Niños junto a Darío Fantacci y Santiago Fredes. ¿Cuán diferente encontrás el trabajo en equipo respecto del individual?

PM: Depende. Conocí hace poco a María Luque, una ilustradora e historietista rosarina genial, que organiza seguido reuniones para juntarse a dibujar. Creó un evento que se llama Meriendas de dibujo, que creo que va por el lado de escaparse un poco del cliché del dibujante solitario. En mi caso creo que sí hay un regocijo en la soledad y el ermitañismo del dibujante. Siempre estoy buscando esa paz y el tiempo para dibujar solo y tranquilo. Pero tampoco es una regla.

Con Niños era algo distinto. La forma de trabajar era más parecida a la de una banda que a la de un grupo de dibujantes. Pasábamos varios días juntos en la casa de Santi en Tigre, casi sin dormir, trabajando mucho, pero también divirtiéndonos y descontrolando bastante. Además era nuestra primera época de formación, así que descubrimos casi todo juntos, influenciándonos y aprendiendo muchísimo uno del otro. En un momento éramos como un solo monstruo deforme de tres cabezas. Se veía en nuestro trabajo.

AZ: Antes de ser editado, Alien Triste fue una tira volcada en las redes sociales. ¿Fue a partir de ellas que pudiste contactarte con tu editora francesa Claire Latxague y comenzar a exponer tu trabajo en el extranjero?

PM: Sí. En verdad a Claire la conocimos en la época de Niños. Ella vino a Argentina por curiosidad hacia los autores de historieta de acá. Ahí fue sembrando el germen de lo que hoy en día es su editorial, Insula Ediciones, que se propone difundir material de autores de Latinoamérica poco conocidos en Francia. El asunto es que de todo lo que vio, nosotros fuimos de lo que mas llamó su atención. Así que ahí nos contactó y empezamos a trabajar juntos en varias cosas, desde publicaciones hasta dos muestras en las que participamos.

Fue una gran apuesta de su parte, porque a nosotros en ese momento no nos conocía nadie. Por otro lado nos dio confianza en nuestro trabajo, y también la pauta de que íbamos por buen camino. En gran medida a ella le debo haber llevado esas primeras tiras mal escaneadas y hechas solo por diversión de Alien Triste, al libro en que se convirtió. Terminó de cerrar todo la propuesta de Diego Rey, de Hotel de las Ideas, de publicarlo acá.

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AZ: ¿Los trabajos de escritura y dibujo se desarrollan simultáneamente o hay un día para cada cosa?

PM: El proceso es algo caótico, y varía siempre. En general empieza con anotaciones en cuadernos, que no son escritura ni dibujos, sino una mezcla de las dos cosas. Puede aparecer un garabato o una carita con un globo de diálogo, o una imagen interrumpida por un texto. Más adelante viene la limpieza de todo eso, y solo queda lo que considero mejor, o por lo menos lo que va mejor con lo que necesito contar.

AZ: Da la impresión de que ha habido un cambio en la forma en que el lector promedio percibe la novela gráfica respecto a quince años atrás ¿Cuál dirías que es el rol actual de la historieta dentro de la industria editorial?

PM: Pareciera que la historieta siempre está luchando por su legitimación, como si fuera algo que no está a la altura de ocupar el lugar que pretende ocupar. Yo no lo puedo comprender del todo porque siempre la viví desde la fascinación total, y me produce el mismo entusiasmo un comic de la Doom Patrol que la obra de Raymond Pettibon o de Jim Woodring. Así que esa discusión, que es muy interesante, prefiero dejársela a los teóricos, a los periodistas o a los editores. Prefiero no contaminar mi trabajo con esas cuestiones. Me refiero a no estar pensando en formatos a lo hora de ponerme a hacer. Por supuesto que quiero que todo esto crezca, que se lea más historieta, que ocupe más lugares. Pero creo que es mejor que cada uno se ocupe de su parte.

AZ: El hecho de realizar tiras, como El jardín increíble y Lo que Babel no se llevó que salen en publicaciones periódicas te obliga a ser prolífico. ¿La inspiración y la práctica van de la mano mucho más de lo que pensamos?

PM: Seguro. Yo soy un poco obsesivo. Siento que si no estoy produciendo algo nuevo pierdo el tiempo. Es enfermizo. Pero trabajando todos los días en esto aparecen nuevas ideas, o se pueden desarrollar mejor otras. Así que es clave trabajar mucho. Además valoro el hecho de dedicarme a algo que me gusta tanto.

AZ: ¿Qué te motiva a optar por el blanco y negro o el color, según el caso?

PM: El proceso del dibujo en blanco y negro a tinta es puro disfrute para mí. Además me ayuda a crear las atmósferas que me interesan para mis historias. El color se me hace más conflictivo, no me sale naturalmente. Son una cantidad de decisiones que hay que tomar que me distraen de lo que realmente me importa, que son las ideas, los climas, la narración. Así que al color le escapo todo lo que puedo. A veces surge algún trabajo en donde es un requisito, y bueno, en esos casos está bueno contar con esa herramienta.

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AZ: ¿Hay algún otro proyecto a editarse en un futuro cercano?

PM: Si todo sale bien, este año salen cuatro libros: Hermano, con guión de Darío Fantacci, que es la recopilación de un comic que salió en tres partes en Ultramundo, la antología que publicábamos con Niños. Lo van a editar Panxa Comix en coedición con Festival Ediciones. Nerdcomics, que es una tira que hago enfocada en la relación con mi novia y el mundo nerd. Lo va a editar Galería Editorial. Sr. Pomzi, un cuento escrito por Luciano Alonso e ilustrado por mí, editado por Kala Ediciones. Y No soy Hordak, un comic que empecé hace algunos años, en donde utilizo al personaje de He-man para contar aventuras de dibujante alcohólico y loser, para variar. Lo va a editar Agua Negra. Por supuesto todo está sujeto a la realidad deforme que nos toca vivir hoy en día, pero tengo fe en que las cosas van a ir saliendo de una forma o de otra.

Por otro lado, estoy trabajando en dos nuevos proyectos, uno de superhéroes freaks marginales cruzados con el libro infantil alemán Struwwelpeter (va a ir saliendo como webcomic a través del sitio de la editorial LocoRabia). Con éste estoy muy contento porque el color lo va a hacer El Sike, que es un artista al que admiro mucho. Y el otro es una novela gráfica que relata de manera muy ficcional la infancia de William Burroughs.//∆z