A Propósito, el décimo disco de estudio de Babasónicos y primero sin el gran Gabo Manelli, es otra muestra del sello clásico de esta última década babasónica: pop rock sustancioso y desfachatado.

Por Matías Roveta

Babasónicos ha llegado muy lejos. De esos arrogantes adolecentes freakies que irrumpieron en la escena de rock local allá por los primeros ’90 para desafiar todo tipo de convencionalismo estético-musical, a estos maduros rockers que a fuerza de una seguidilla de discos geniales –la trilogía Jessico (2001)-Infame (2003)-Anoche (2005)- , han logrado imponer uno de los sonidos con más personalidad dentro del rock nacional. Un sonido emparentado con lo popular y lo masivo, y si bien con matices, continuado disco a disco con gratificantes resultados en cada caso. Casi una marca registrada; una fórmula del éxito. Justamente todo lo contrario que se proponía la escena alternativa conocida como Nuevo Rock Argentino, de donde los Baba nacieron, hace dos décadas atrás.
Pero hablar de “fórmula” siempre es incómodo. Suena más a preparativos de laboratorio que a escribir música. Babasónicos, lejos de eso, lo que encontró desde Jessico (2001) a esta parte es un terreno donde se siente cómodo. Donde transita con mucho oficio y que le da enormes réditos. Es ese formato “canción” con seducción pop instantánea, melodías precisas, estribillos adherentes y frases memorables para anotar en un cuaderno; esa lista imbatible de hits que incluye a “Los Calientes”, “El Loco” o “Irresponsables”, por citar solo algunos, y que ahora con A Propósito, el nuevo disco de estudio de Babasónicos, suma una nueva canción: “Deshoras”. Con este pop rock de raíz beat reluce esa capacidad de Babasónicos de escribir nuevas canciones que creemos conocer de toda la vida.
Aunque antes de seguir asustando a los fans de vieja data es preciso señalar que A Propósito presenta varios guiños al pasado. Las canciones suelen no ser tan lineales como en Mucho (2008), su antecesor; acá hay más caos, desorden y cambios repentinos de tempo y ritmo; las canciones mutan, se transforman. En “Tormento”, la canción se desvanece con su hermosa melodía en un ritmo de rave rockera con claras influencias de la onda Madchester, que opera como una de las pistas ocultas del disco (“Pulpito”); en “Ideas”, una especie de bolero rock que suena robótico y caprichoso, en el medio del track se cuela un pasaje de hard rock para luego retomar el pegadizo estribillo de la canción (ese interminable “No digo nada, digo no”). Pero hay más. “Flora y Fauno” es el arranque más oscuro de un disco de Babasónicos en años, y retoma cierta psicodelia presente en Dopádromo (1996) y Babasónica (1997); “Muñeco de Haití” es una demencial progresión de 9 minutos (incluye dos partes ocultas: “El Sultán” y “Jaula”) que fusiona freak funk, música disco, ritmos pisteros (“Baila, como un poseso, ¡baila!”, dice el estribillo) y música electrónica frenética que recuerda al gran Trance Zomba (1994).
En general, las programaciones mandan y la única explosión rockera del disco llega con “Fiesta Popular”: un rock valvular y rabioso, montado sobre un potente riff de Mariano Roger y con una letra de Adrían Dárgelos que ironiza con sorna sobre cuestiones de clase y consignas anti-burguesas (“Chicas ricas no le tengan miedo, esto es sólo una fiesta popular; chicos ricos no se asusten tanto, esto es sólo una fiesta popular”).
A lo igual que en Mucho (2008), los mejores momentos del disco son un puñado de mid tempos y baladas románticas. Dárgelos en lugar de ponerse en el rol de alguno de los miles de personajes que construyó con sus canciones, acá ofrece conclusiones sentimentales en primera persona: “En Privado”, un punto alto, es una hermosa balada con una melodía que derrocha clase y autosuficiencia amorosa (“Hablás como si todo lo que decís te lo estuvieran escribiendo”, dice la letra); ”El Pupilo”es una acaramelada declaración hedonista de amor (“Vení y anotate en las escuela de mis besos, es sólo eso lo que tenés que probar”); “Barranca Abajo”, en cambio, con un ritmo sensual cercano a la bossa nova, suena más a despacho y a relación terminada: “Quiero denunciar a tu estilo para que éste no engañe a otro idiota como a mi”, dispara Dárgelos en la letra. En “Chisme de Zorro”, la gran balada que cierra el disco, Babasónicos juega con esa tirante relación que la banda siempre tuvo con la prensa (“Y no sabrás de mí, hasta que algún zorro no largue la lengua no tendrás noticias”). Cuando Adrían Dárgelos anuncia que “hemos llegado al fin”, lo dice con personalidad, con suficiencia; conciente de que su banda llegó a ser todo lo grande que podía ser. El Nuevo Rock Argentino hace tiempo dejó de ser nuevo. Gracias a Babasónicos, desde hace más de dos decadas es una realidad.

AZ recomienda: “En Privado” y “Chisme de Zorro”.