Este es el top 10 de discos internacionales elegidos mediante votación por el staff de AZ.

1 – Reflektor – Arcade Fire

Hay un elemento bastante propio de las bandas que trascienden lo estrictamente musical: la voluntad de una estética ya no sólo sonora, sino también visual a dejar asentada. En este disco doble, larguísimo, por suerte interminable y cambiante, está la cuestión de instalar algo como el concepto de lo festivo. ¿Qué se festeja? Se festeja que “We Exist”, se festeja la noche en todos sus matices. Se festeja apostar por lo que la crítica europea y norteamericana se apura en definir como “sonido caribeño”, cuando se trata de entender que la fiesta está en el beat. La evidencia está en los veinte minutos de ese experimento de “Here Comes The Night Time”: una discoteca de salsa que aglutina todo el contenido de al menos la primera mitad de Reflektor. Dirigido por uno de los tentáculos del clan Coppola (Roman), se trata de una continuación a lo que se empieza a forjar en el primer corte del disco, el homónimo “Reflektor”. ¿Quién es el hombre-bola de espejos? La respuesta está en los últimos acordes de la canción: David Bowie entra como por la ventana para responder a esa pregunta y cantar unas frases plenas. En la producción del disco a cargo de James Murphy –ex LCD Soundsystem también encontramos una clave sonora, volviendo a la cuestión del beat. Reflektor es un compendio de reflexión y refracción: qué vemos, que nos llega de rebote y qué queda cuando las luces se van apagando. Aunque en clave menor, casi triste, “Supersymmetry” llega para cerrar la placa, con un aire de pacificación. Una supersimetría, un empate o equilibrio de fuerzas. Bienvenidos a la bienvenida de Arcade Fire en el panteón de los dioses del mainstream. S.R.M.

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2 – The Next Day – David Bowie

Cual Bob Dylan luego del famoso accidente de moto de 1966, David Bowie se recluyó y evitó casi por completo todo tipo de actividad pública después de la cancelación de su Reality Tour por problemas cardíacos en 2004. A partir de esa fecha, hubo rumores de retiro y un halo de misterio rondó en torno al estado de salud del ex Duque Blanco. La respuesta definitiva de Bowie fue fantástica y triunfal: a través de un disco –el mejor de sus últimos veinticinco años- grabado bajo el más estricto secreto y editado por sorpresa el día de su cumpleaños número sesenta y seis. The Next Day es un clásico instantáneo de Bowie, un álbum que mira al futuro -tal como sugiere su título-, pero con citas permanentes a lo mejor de su fantástico catálogo: hay referencias al espacio (“Dancing Out in Space”, con un ebow que remite al gran Robert Fripp en “Heroes”), glam rock (“Valentine’s Day”), paseos por las calles de Berlín (la hermosa balada “Where Are We Now?”), rock fiestero y de guitarras punzantes onda Scary Monsters (“The Next Day”) y climas atmosféricos sostenidos por teclados (“Heat”, que viaja en el tiempo y conecta con Low). Pero, sin dudas, lo mejor es “The Stars (Are Out Tonight)”: la banda de sonido perfecta para uno de los regresos más extraordinarios en la historia del rock. M.R.

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3 – AM – Arctic Monkeys

El quinto disco de los de Sheffield está marcado por quien en los papeles es sólo un invitado: Josh Homme. El líder de Queens of the Stone Age sólo hace coros en dos temas, pero su modus operandi pervierte deliciosamente el de Alex Turner y compañía. “One For The Road” es el mejor ejemplo: un groove brutal capaz de mover las caderas de un paralítico, coros en falsete, guitarras psicodélicas y la voz noctámbula de Turner en su mejor momento, dotando a sus característicos torrentes de sílabas de la proporción justa de sensualidad y desesperación, especialmente en el hitazo “Do I Wanna Know?”. AM exuda esa ansia cachonda que ataca ciertos sábados a la madrugada (como en la joda infernal de “No. 1 Party Anthem”, que todos vivimos alguna vez) con un sonido inusualmente compacto, menos explosivo y más lento que en discos anteriores pero mucho más refinado. Mención de honor: “Mad Sounds”, un precioso homenaje a Velvet Underground justo en el año de la muerte de Lou Reed. S.F.

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4 – Random Access Memories – Daft Punk

Herederos de Kraftwerk, estética y musicalmente, y con veinte años de carrera, los Daft Punk condensan sus genes electrónicos en el casi inaccesible mundo de la música negra: el soul y el funk en una orgía de sintetizadores. Además del talento de Homem-Christo y Bangalter, Random Access Memories cuenta con invitados de lujo: Giorgio Moroder, Nile Rodgers, Julian Casablancas y Panda Bear. El disco comienza con “Give Life Back to Music” que con una intro empecinada en parecer sinfónica se convierte en un rasgueo frenético de guitarra con aire funky. Otrora podría parecer la base para escuchar al mejor Prince. “Get Lucky” y su prepotencia funk se alista en la misma sintonía. “Giorgio by Moroder” es un homenaje al gran maestro de la música tecno de origen italiano, Giorgio Moroder, compositor y productor de Donna Summer. En “Instant Crush” Julian Casablancas propaga el estilo que enmarcó su disco solista y dispone a su voz en una cruzada ajena que acompaña con gusto la presencia ochentosa. Los Daft Punk sacuden la escena musical, sin mezquindad, sin reparar en su historia reciente.  Random Access Memories o el disco que hay que escuchar para entender que no es necesario tocar rock para ser una banda de rock. P.M.

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5 – Lightning Bolt – Pearl Jam

“Lo que es difícil es ver cómo envejece la gente, lidiar con la mortalidad de los demás“, dijo Eddie Vedder en un reportaje con la revista Rolling Stone a causa del lanzamiento del décimo disco de Pearl Jam. Lejos de mostrarse viejos y cerca del deceso, en Lighting Bolt el quinteto de Seattle aparece rejuveneciendo el clásico grunge que los vio nacer con Ten en 1991. Se puede observar, también, la mano del prestigioso productor Brendan O’Brian (AC/DC, Stone Temple Pilots, Neil Young y Red Hot Chili Pepprers, entre otros), quien fue el responsable de compactar un trabajo elaborado durante más de dos años, según explicó el guitarrista Mike McCready; una labor, se estima, harto ardua. Ya hombres de familia y adultos consagrados, los Pearl Jam deben lidiar con la conjunción entre la adolescencia abandonada, la juventud pasada y la inmediata madurez. El resultado de este trabajo muestra que los estadounidenses tienen la capacidad para lograrlo. Un trabajo que pasa, por nuestros oídos, como un rayo. A.A.

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6 – …Like Clockwork – Queens Of The Stone Age

La voz de Josh Homme es sexo en estado de melancolía. El gesto endurecido y soberbio de su postura escénica lo ubica en esa categoría de rockstar sin ánimo de brillos. Esta característica se traslada a sus discos: directos, sinceros, auténticos, sin la pompa paternalista del sistema discográfico imperante. …Like Clockwork no es sino la distancia que existe entre la superproducción de estudio y la toma directa, aceitada por el trabajo del ensayo. “The Vampyre Of Time And Memories” podría funcionar como banda de sonido de Nosferatu de Murnau o de cualquier inquietud visual expresionista. “I Appear Missing” es el átomo de la oscuridad, la antorcha introspectiva del disco. Párrafo aparte merece los invitados que van desde Trent Reznor, Alex Turner, Nick Olivari, Dave Grohl, Alain Johannes, Mark Lanegan, Jake Shears de los Scissor Sisters y Elton John. Invitados que quedan en un plano acompañante ya que la figura de Josh Homme lo acapara todo. Como conclusión, sólo cabe calificar este material con un lema que haría sonrojar a cualquier publicitario discográfico: “…Like Clockwork de Queens Of The Stone Age es música para coger”. P.M.

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7 – Amok – Atoms for Peace

“¿Por qué ser lluvia cuando podés ser sol?” canta Thom Yorke promediando Amok, y cualquiera familiarizado con las letras del inglés pestañeará ante semejante muestra de optimismo. Es un reflejo del gran logro de Atoms For Peace en su debut: insuflar vida y brío a la glacial ciencia beat que Yorke desarrolla con Radiohead y como solista desde Kid A. El resultado es un salpicón de beats y ruidos atractivo, exuberante y por momentos hasta juguetón, como en el sintetizador en slalom que arranca “Ingenue” o la tracción paquidérmica de “Stuck Together Pieces”. Amok es el enganche entre una paleta sonora familiar y una interacción novedosa, con los que la banda se acerca a la electrónica voluptuosa y turbulenta de Björk. Y cuando la voz de Yorke se desliza entre unos acordes à la “Pyramid Song” que brotan de una base nerviosa, casi industrial en “Default”, queda claro que se ha formado una pareja. S.F.

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8 – 13 – Black Sabbath

Es necesario empezar por el final: cuando 13 –el nuevo disco de Black Sabbath que reúne a tres de las cuatro partes fundamentales (Ozzy Osbourne junto a Tony Iommi y Geezer Butler)- está terminando y se escuchan los campanazos junto al sonido ambiente de tormenta, tan escalofriante como reconocible, todo cobra sentido. La imagen del molino de agua con el cielo gris, el frondoso bosque oscuro y esa siniestra figura negra vuelven a aparecer en escena una vez más. El golpe maestro es perfecto: 13 parece ser la despedida ideal. Como conscientes del poco tiempo que les queda, estos gladiadores de la música pesada fueron capaces de regalar un (¿último?) momento de magia musical: un álbum que emparda a sus mejores performances, cita permanentemente al legado de oro -el riff de “Black Sabbath” en “End of the Beginnig”, la belleza etérea de “Planet Caravan” en “Zeitgeist”, la marcha ominosa de “Children of the Grave” en “Live Forever”- y termina exactamente igual a como empezó todo, en febrero de 1970, con el homónimo disco debut. Así, Black Sabbath y 13 son los dos extremos perfectos de la discografía de una banda única que definió para siempre la historia del metal. M.R.

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9 – The Messenger – Johnny Marr

Más de veinticinco años después de la separación de The Smiths y luego de participar en diversos proyectos –The The, Electronic, Modest Mouse, The Cribs, Talking Heads o Pet Shop Boys-, Johnny Marr decidió editar su primer disco solista: The Messenger. Dueño de un sonido único, consagrado como el violero británico decisivo de la década de los ’80, Marr regala un álbum pensado a partir de la guitarra: son doce canciones en las que el mancuniano se destaca al construir orquestaciones con su viola, grabando dos, tres y hasta cuatro pistas distintas de su instrumento según la canción. Es muy fácil caer en la tentación de buscar una “Bigmouth Strikes Again” en todo esto: para suerte de los amantes del legado eterno de The Smiths, canciones como “European Me”, “The Messenger” o “New Town Velocity”, tienen ese toque inconfundible de Marr: entramado de guitarras acústicas y eléctricas, arpegios sobre la base de amplificadores sin distorsión y una de las mejores manos derechas de la historia. En “Sun and Moon” pela violas filosas casi punk, “Say Demesne” es una fantástica balada que aporta clima y oscuridad y “Lockdown” es la perla del disco, pero la sorpresa de The Messenger es el Marr cantante: su registro evoca la frialdad de Ian Brown y el timbre narcotizado de Liam Gallagher, y a esta altura no parece ser necesario aclarar quién influenció a quién. M.R.

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10 – Last Night on Earth – Lee Ranaldo and The Dust

Sencillez, elegancia, fuerza, delicadeza: cuando en un disco se mezclan todos esos componentes con lucidez, con contundencia, el resultado no puede ser otro que eso inasible y conmovedor que llamamos belleza. A no complicarse demasiado: Last Night on Earth es un disco hermoso y por eso es uno de los mejores del año. Por eso y porque está bueno que cada tanto alguien nos recuerde cuál es la fórmula básica del buen rock: bajo+batería+guitarra+voz. Sin soberbia, sin pretensiones heroicas, sin experimentalismos ociosos, Lee Ranaldo se propuso recuperar lo básico y construir canciones compactas y rockeras; canciones que invitan a un paisaje donde hay que dejarse arrebatar por la orquestación impecable, por el pulcro entrelazamiento de los arreglos —distorsiones y sus sabores dosificadas con sabiduría, bases de bajo y batería rotundas y al mismo tiempo repletas de lindas sutilezas— en canciones que se mueven y crecen y abren y retraen como si el mar fuese una hambrienta enredadera florecida. C.J.F.

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