La sexta edición del ya clásico Festival de las luces brilló en esta oportunidad con Nieva Adentro, Mateo de la luna, Tobogán Andaluz y Rosario Bléfari. Todo esto en Jok Club, el nuevo y coqueto reducto del barrio de Colegiales.

Por Claudio Kobelt

Fotos por Matt Knoblauch

El ingreso es todo un tema. La apertura del lugar, anunciada a las 23 se da pasadas las 00:30, y es un tiempo muerto esperando en la noche fría. Cuando finalmente se puede entrar, la minuciosa y exhaustiva revisión de cada uno de los ingresantes por parte del personal de seguridad, donde incautaban lapiceras y otros objetos igual de “sospechosos”, terminaron de poner de mal humor a los asistentes antes de haber ingresado. El lugar, símil salón de fiestas,  con piso de madera lustroso, coquetos sillones, largos pasillos relucientes para ir al baño, y paredes ultra blancas, desubican a los recién llegados. No es el reducto acostumbrado a una fiesta y/o un recital, y los chistes sobre “¿Cuándo entra la quinceañera?” se repiten por doquier.

Al ingresar, Nieva Adentro está terminando de probar sonido. El comienzo oficial se demora bastante más de lo previsto. Hay feria del sello Fuego Amigo Discos, y canciones de los Smiths y El Mató para bailar. Los seguidores de luz rebotan en las sonrisas que empiezan a colmar el lugar.

Los encargados de iniciar la fiesta son los Nieva Adentro. La lectura de una poesía (que lamentablemente por cuestiones sonoras fue poco entendible) hace las veces de introducción a “Jet Lag”, tema nuevo de oscuro y melancólico clima shoegaze. Nieva toma su mejor brillo en la unión de las voces de sus dos cantantes, Pendo Y Michelle, que al fusionarse dan a ese claro sonido pop una nueva textura y fuerza. Algunos problemas de sonido dificultan el disfrute pleno pero a medida que avanza, lentamente, casi todo mejora y el baile se apodera de algunos pies. Con referencias a Babasónicos, New Order y hasta El Otro Yo, Nieva Adentro deja en claro su luminosa propuesta, sus melodías sensibles y elegantes, y un destino de canciones para no perder. El aire queda cargado de ansiedad de lo que vendrá.

2 de la mañana. Ahora, según lo previsto, debería venir Mateo de la Luna… pero no. Sale Rosario Blefari. La artista debiera cerrar la noche sorprende a todos tocando en segundo lugar del festival. El desconcierto toma por sorpresa a los presentes, pero rápidamente todos los dispersos se agrupan lo más cerca posible del tablado. Y mientras siguen preguntándose qué pasó, la sorpresa más bella nos saca del estupor: “Río Paraná”, aquel clásico de Suárez, comienza a sonar desde el escenario como primer canción del set. Por donde se mire hay chicas cantando y pibes bailando. Le siguen “Cuaderno” y “Vidrieras”. Gritos y celebración al final de cada uno de esos mantras generacionales, hits exaltados para la nación alternativa. Bléfari tiene una corona hecha de canciones eternas, nosotros sus súbditos, y nuestros corazones su reinado.

La banda que acompaña a Rosario es nada menos que Mi Pequeña Muerte, y su impactante ejecución de las canciones blefarianas otorga una nueva lectura y un oscuro clima a los temas de siempre. Las guitarras machacan como un motor a base de krautrock melódico, y Rosario navega en esas olas sónicas con total fluidez. Para el final de “Tarde de cansancio”, el grupo arremete con un riff cósmico, y Rosario elige pararse erguida de frente al público, con los ojos cerrados. Y así, estática, ciega, dando la espalda a la tormenta noise, se reafirma su presencia y agiganta su figura.

Un psicodélico teclado da inicio a “Viento Helado”. Le siguen “Desubicado” y “Lobo”, que sacude a los presentes en éxtasis de baile y agitación. El cierre llega con “Estrella Solitaria”, emotiva balada desgarrada incluida originalmente en Galope, de Suárez. Rosario canta como quien libera palabras al aire, regalándolas a la noche, y donde cada uno de los presentes se las lleva en la piel, como un souvenir emocional. Un corto pero intenso set (9 temas), plagado de sonrisas y repleto de poder.

Ahora si. Sube Mateo De La Luna En Compañía Terrestrial. El show arranca con “La energía de los planetas” y enseguida nomás le pegan “Rayocanción”. Mateo enamora al cielo, con la luna tras el techo como meta. Esas canciones de amor y ternura llegan al corazón de los enamorados y de los que sueñan con la sensación dorada. “Lo más campante vas perdiendo el control” dice una canción, mientras varios se liberan a su influjo. Este nuevo formato más eléctrico de Mateo…, permite otro examen y una evolución musical que se celebra. La ausencia en esta oportunidad de Belén, la parte vocal femenina del grupo, cambia la percepción de la canción: sigue siendo atrapante, pero pierde algo de impacto en el camino. De la misma manera se destaca la labor incendiaria de Mati Terremoto en la guitarra, que electriza cada tonada con sus salvajes riff de alto voltaje. Lamentablemente el cambio en la programación, la demora en el ingreso, el retraso en el comienzo de los shows, genera que para Mateo De La Luna solo quede la mitad de la gente que antes explotaba el recinto, y esos recién-ausentes se pierden un final estremecedor con “Viajamos por la galaxia eliminando el mal del universo” y “Como una Rana”, con Facu Tobogán como invitado. Clímax indiscutido para el final del show. Sin Belén, sin papel picado, pero con toneladas de energía de los planetas y la canción.

Las 04:45. A esa hora empieza Tobogán Andaluz. Parece un despropósito que uno de los grupos más importantes y valiosos de la escena emergente esté tocando a esa hora (si se tiene en cuenta que estaba programado para salir dos horas antes), con ya muy poca gente en el lugar. Pero nada de eso los achica. De hecho, los incendia aún más. Con “6 de la mañana” dan comienzo a un show catártico y frenético del que será imposible bajarse. El pogo explota de inmediato, e invade los cuerpos con fervor. Facu Tobogán, su líder, se encuentra en llamas, saltando y agitando cada átomo a su alrededor. Suena “María juega a ser un avión” y una ola de calor pega en los receptores humanos. Es indudable la energía que brota de esos pibes monstruos.

Facu invita a unos amigos a cantar. Y sin saber bien cómo, solo siguiendo a alguien que me lo pide, termino arriba del escenario haciendo coros en “Lo que más quiero”. Estar en el escenario ratifica lo que siempre vibré como espectador: la fibra animal y primaria de Tobogán irradia energía y sensibilidad por doquier. Facu tiene el fuego sagrado de los que pueden salvar el mundo con una canción.

Catártico, sanguíneo, y lleno de furia, llega “5to B”, y hacia el final, “Sueños de cartón”, especie de balada cruel, de tango herido para hombres tristes. Para terminar, una larguísima zapada sónica pone a la banda en éxtasis y arrojan todo su arsenal de sonidos. Facu salta del escenario hacia el espacio del público y azota su guitarra contra el piso, las barandas, el aire. No la golpea, la ama con pasión, con exaltación por la atmosfera del ruido y la belleza en el acople. Y así de salvaje como todo empezó, todo termina. Tobogán Andaluz fue, es y será una explosión.

Los que quedan a esa hora, son las 6 de la mañana aproximadamente, hablan de una noche mágica para recordar. Yo, que nunca fui bueno para despedirme de lo que más quiero, pienso en una nueva Fiesta de las luces, donde todo vuelva a brillar, porque fuera de los problemas de sonido y organizativos del lugar, parafraseando a Tobogán, “No hay corazón que aguante contra esa canción”.