Ciencias Naturales, su nuevo EP, encuentra a Mi amigo Invencible en el terreno reflexivo de la mediana edad.

Por Juan Martín Nacinovich

Son once los años que Mi Amigo Invencible lleva creando música y trazando una huella. Desde aquel lejano 2007, con raíz biológica en su Mendoza natal, hasta la actualidad ya radicados en Buenos Aires, pasaron cuatro trabajos larga duración, tres EPs y dos singles, lo que, de forma más espontánea que premeditada, los convirtió en la punta de lanza de una nueva camada de músicos cuyanos con hambre de renovación y federalización en la escena. “Estamos en constantes cambios desde hace un tiempo, tratando de entender nuestro presente después de diez años”, comenta Mariano di Cesare, alma máter de MAI.

El flamante Ciencias Naturales nació de la necesidad de exponer algunas canciones compuestas durante el último verano. Al igual que en Nuestra Noche (2017), los sintetizadores, nuevamente interpretados por Pablo Di Nardo (Monotoro), ocupan un lugar predominante en el esqueleto de la canción. Di Nardo ya había sido de la partida con synthes y teclados en La Danza de los Principiantes (2015), el álbum bisagra con el que terminaron de consolidarse como una de las bandas con mayor proyección.

“Colmillos” abre el tridente con pulso dinámico, rasgando la primera capa de superficie del nuevo experimento invencible. Con un beat bailable desde el comienzo hasta el final, el paisaje sonoro del último tramo de la canción comprueba el enriquecimiento musical que atraviesa actualmente la banda, como si los Talking Heads, Fela Kuti y New Order colisionaran. “Temblor” arremete con una base rítmica repiqueteando junto al bajo y un diálogo de guitarras que quiebra en el momento exacto. El punto de unión se hilvana a través de una psicodelia folklórica propia, autóctona, sumando retazos del indie norteamericano y una serie de matices electrónicos. Para cerrar el single, quizás “Piñas” no arriesgue en lo musical tanto como los otros dos tracks, pero pone de manifiesto algunos elementos más tradicionales de la canción y arroja revelaciones como: “Hay canciones que hacen bien y otras canciones que hacen ver de lejos el montón”.

En general, en el tratado de las letras, hay una idea más lacónica, no necesariamente minimalista. Como en “Temblor”: “Es que además de decir que no / ya no quiero pedir perdón / ya pasé por ese lugar / me gusta más salir que entrar”, o en ese mantra derrotero hacia el final de “Piñas”: “Ando tirando, un, dos, tres piñas al cielo, mientras me caigo”. En el ADN de la banda sigue preponderando la nostalgia y el desasosiego: “El palo melancólico en el cual se apoyan ciertas melodías – dice di Cesare – es un bicho que se me pegó hace años en el cerebro y que ahora no lo puedo extirpar. Hace rato que necesito salir de ahí, para seguir escapando de la solemnidad, pero se me hace difícil. Ahora que soy padre medio que de a poco voy encontrando, en todo, algo de color”.

Lo netamente estético – el trabajo de tapas, portadas, flyers y demás – está a cargo del lápiz de Federico Calandria, ‘otro miembro de la banda’ según di Cesare. Al igual que Rocambole con Los Redondos, Gogogoch con Pez o el propio Santiago Motorizado con El Mató, Calandria aporta un valor agregado a la obra. Detrás de las perillas aparecen Leandro Lacerna,  que junto a Shaman Herrera es uno de los dos productores que tienen los mendocinos, y Carli Beguerie con el masterizado en Mastering Boutique, Nueva York. A pocos días de presentar el disco – el 22 de marzo en La Tangente – di Cesare concluye: “Ciencias Naturales es como Nuestra Noche, y todos nuestros discos: un panorama de lo que está por venir. Un experimento más”. //∆z

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