El grupo cordobés Benigno Lunar edita Viendo cómo el fuego se alimenta, y consigue uno de los discos más logrados no solo de su discografía sino de toda la escena independiente en este año. Un calor gigante y perfecto de canciones de amor.

Por Claudio Kobelt

Aunque solo hayan transcurrido poco más de seis meses del año en curso, ya podemos afirmar que el 2017 es un periodo de excelsos lanzamientos discográficos en la escena independiente argentina. Pensar que hay decenas de discos que han sido y serán editados en este periodo y que nos perderemos por no haber hecho contacto con ese material. ¿Cuántos sonidos de sincera belleza anidan en tu bandcamp amigo esperando ser descubiertos para conmoverte sin más? Para muestra de este gran paisaje, uno de sus mejores colores: Viendo cómo el fuego se alimenta, el nuevo disco de la renovada agrupación cordobesa Benigno Lunar.

Luego de cinco años de su anterior placa (La religión de los árboles) Benigno Lunar vuelve con un registro de gran evolución sonora y compositiva. Y es que Viendo cómo el fuego… es muy distinto a esa catarsis pop y desbordada de su disco anterior. Si bien mantienen su corazón alternativo, oscuro y efervescente, ahora reinan las melodías suaves y punzantes, los arreglos épicos y un romanticismo embriagador.

Al inicio del disco, por algunos segundos, logramos escuchar la noche: Los animales, el viento, el frio, el crepitar de la hoguera. Esa magia sobrevuela todo el álbum y a sus canciones, perfumándolas de una nocturnidad compartida en el abrigo de sweaters, abrazos y recuerdos. Esas llamas besando la madera y el viento helado dan paso a “Los ojos llenos de sangre”, hermoso tema en el cual se describe un llanto. No sabemos el porqué, ni el antes ni el después. Solo sabemos que alguien llora, vemos las lágrimas, el dolor rompiendo las compuertas y la trágica fragilidad.

“Tormenta eléctrica” es un viaje a la playa donde nos recibe una tempestad de estación. Es el verano bajo techo, guerra de almohadas, sonrisas y calor. La canción exhibe un claro guiño powerpop a sus primeros discos –cercano al Astronauta (2009)–  aunque con otra nitidez. Ideal poner esta canción y bailar con los brazos en alto mientras afuera la gente corre de la lluvia con sol.

“Harry y Sally” es una canción de amor que presagia el fin del mismo, donde se escucha la frase que da nombre al disco: “Pienso en Carrie quemándolo todo/viendo como el fuego se alimenta”. Una balada exquisita con una guitarra guía que nos acompaña por el peor e inevitable final. Esta canción abunda en referencias cinematográficas, lo cual también se repite en la cadenciosa “Donnie Darko”, con duda existencial en loop, grito y trompeta.

“La Posta” tiene un intenso bouquet “beatlesco”, con un vuelo y orquestación de encanto etéreo. En “Un invierno crudo” escuchamos una dulce conversación de pareja, con la melodía que sube y baja, los vientos que empujan y la guitarra acentuando lo necesario. Algo de esto persiste en “Por una montaña”, una declaración de profundo extrañar y donde se confirma el impulso romántico de este disco: “Todas son canciones para vos”.

“Hay cosas que no podemos cambiar / y hay cosas que son para toda la vida” es toda la letra que posee “Para toda la vida”, y parece que no hiciera falta decir más. Y otra vez la guitarra, aguda y vital.  Por su parte, el instrumental “Las Fuerzas” no calma las aguas: las llena de ruido, misterio y pesadez.

Para el cierre, el Benigno Lunar de discos pasados asoma y aporta crudeza para “El fuego va por dentro”, canción sobre la quemazón post-resaca, y “Santa”, rocanrol sobre un Papá Noel siniestro, con coro de niños incluido vivando y temiendo su nombre. Vayan estos temas como un puente entre el espíritu primal de los Lunar con la sofisticación y ternura del presente.

Una gran cualidad del disco es cómo fluye. Cada canción se enlaza a la siguiente de forma natural. La mayoría de los temas apenas pasan los dos minutos de duración, y logran así una construcción ágil y casi imperceptible del clima general del álbum. Terminan presurosas pero dejan una muesca en la memoria y la percepción, con insoslayable seguridad. Los aportes de cuerdas y vientos llevan al grupo a un nivel superior.

Este es un disco construido en estudio, con tiempo y dedicación, con atención tanto en el detalle sónico como en el emotivo. Benigno Lunar nos regala una obra imprescindible de dulzura y dolor, de fuego y frío, de unión y pérdida, de amor y más amor.//∆z