Ignacio Valdez y el símbolo. El aquí y ahora. La idea es correrse de uno mismo. Las cosas surgen en el hacer; y el hacer te devuelve cosas. Como en una alquimia, la mezcla de ingredientes da origen a la materia. De igual modo, habrá que asumir que las disciplinas artísticas no son exactas y que el resultado es inesperado. Bienvenidos a una religión sin yo.

Por Martín Sandoval

Cuando se incorpora el margen de error al proceso creativo, surge una transformación desde las entrañas: depositar la fe en algo que se va construyendo, que está alimentado de su tiempo y que genera un desmembramiento. La transmutación de los sentidos lleva a dimensiones increíbles. No hay lugar donde esconderse en un momento de duda. Nunca se está a salvo. Estamos hablando de proximidad, de cómo uno se acerca a las cosas.

Ignacio Valdez permite pensar a la imagen bajo dos formas: una, es en un contexto estático donde la forma es inmutable; y otra, es en un contexto dinámico donde se abren posibilidades de sentido. Sin embargo, ambos son discursos y la imagen está más allá, es algo que se mueve. La imagen es energía. No importa lo que esté quieto sino lo que está en movimiento. Lo simbólico ocupa una instancia de revelación, de trance y de éxtasis.

Un modus operandi donde no hay orden racional que guíe. Más bien, habría que referirse a un ritual para provocar a un dios. Un juego de anamorfosis en el que el mensaje pasa por el costado y no frente al sujeto. Esto no es publicidad. Es un caminar por el bosque oscuro de la incertidumbre donde el Sumi e[1] no despierta belleza sino un desarrollo espiritual de la acción. Paradójicamente, cuanto mayor es la distancia mayor es el control. Como el último maestro en El Topo de Jodorowsky, hay que despedirse del mundo en un acto de despojo total. No importa qué se dibuje, es sólo hacerlo: suma, inconsciencia, superposición, transparencia. El camino de las huellas en la arena conduce a un lugar que no esperabas. En palabras de Jhon Cage “hazte esclavo de la poesía”[2]. Sentiremos el azar cuando nademos en sus corrientes.

No podemos gobernar las fuerzas de la naturaleza. Por eso nos entregamos a ella. El desarrollo del espíritu es una disciplina milenaria.

 

IGNACIO VALDEZ, PRÓXIMA ENTREGA JUNTO A VIVIANA BLANCO:

MIÉRCOLES 11 DE ABRIL, 18 HS.

GALERIA PALATINA

ARROYO 812, C.A.B.A.

 

WWW.GALERIAPALATINA.COM.AR

 

 


[1] Sumi-e (墨絵): técnica de dibujo monocromático desarrollada en China durante la dinastía Tang (618 – 907) y se implantó como estilo durante la dinastía Song (960 – 1279). Fue introducida en el Japón a mediados del siglo XIV por monjes budistas zen.

[2] Cage, Jhon. Diario: cómo mejorar el mundo (solo se conseguirá empeorarlo). 1973.