La última obra maestra de Tarantino se llama “Django sin cadenas”. La venganza y la pasión se conjugan en este spaghetti western que posiblemente sacie la necesidad de ver a nuestro director predilecto nuevamente en la pantalla grande.

Por Ignacio Barragán

Hay una cuestión que es fundamental en cuanto a cine y es la peculiar relación que establece Tarantino con el espectador mediante todas sus películas. Es innegable que siempre es enriquecedora para el individuo debido a la constante interacción entre diálogos y planos juntos a un nivel de narración digno de un gran director. Por lo tanto, Tarantino tiene la capacidad de darnos desde una clase de historia contra fáctica del tercer Reich hasta una lección de cómo saber utilizar los conocimientos estilísticos de Akira Kurosawa en el cine contemporáneo.

Desde el estreno de “Perros De La Calle” en 1992 encontramos a un director brillante, con potencial y que sabe bien como utilizar décadas de video clubs y cine clase B en películas para todos los gustos, y es en el 2013 con el estreno de “Django Sin Cadenas” que tenemos el gusto de finalmente reconocer una de las carreras cinematográficas mas sólidas y brillantes que tenemos aún hoy en día. Es la eterna venganza de Tarantino por el cine asesinado lo que siempre está latente en su obra.

El film es una remake de una película italiana de 1966 protagonizada por Franco Nero, quien hace una aparición en la versión de Tarantino como terrateniente desilusionado. Por supuesto que éste no es un dato menor ya que este tipo detalles -piezas esenciales en las obras de Tarantino- constituyen la totalidad de la película, dándole consistencia en cada uno de sus fotogramas. Siguiendo esta línea, no poseemos pudor en decir que cada unos de los papeles asignados a los actores son los indicados para el filme.

Jamie Foxx es el protagonista de la historia junto a la excepcional actuación de Christoph Waltz en el papel de Dr. Schultz. Ambos cazarrecompensas debido a las casualidades del azar emprenden diferentes historias a lo largo del filme. En ellas encontraremos a un cínico terrateniente apasionado por la frenología interpretado por Leonardo Di Caprio y hasta un mayordomo de dudosa moralidad en la piel de Samuel L. Jackson. Es indudable que un guión tan apasionante como éste no produzca más que escenas memorables gracias al trabajo de estos actores.

No hay ninguna duda que los amantes de Tarantino se sentirán satisfechos con esta película. Los diálogos son tan épicos como en anteriores ocasiones y se realizó un hermoso trabajo en cuanto a planos y locaciones. ¿Qué se le puede decir a los que no están familiarizados con el cine de Tarantino? Vayan a verla ya, y después embriáguense de su filmografía entera. Películas como “Bastardos Sin Gloria” (2009) o “Pulp Fiction” (1994) demuestran la brillantez y consistencia que tienen los grandes cineastas.

Tal como somos felices (aunque sea por un momento) de que Woody Allen siga confeccionando películas, lo mismo podemos decir de Quentin Tarantino, uno de los hombres que genera más expectativas entre la gran cantidad de cinéfilos del mundo.

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