Él Mató Un Policía Motorizado regaló un sábado de rock espacial junto a Los Reyes del Falsete, y durante casi dos horas repasaron su último disco y algunas canciones de la trilogía que los convirtió en los próceres del nuevo under argentino.

Por Alejo Vivacqua

Fotos de Candela Gallo

Los que se reunieron el sábado pasado en el Teatro Vorterix sabían qué esperar. Una noche con Él Mató a un Policía Motorizado es siempre una celebración a cargo de una de las bandas más representativas de la nueva escena nacional. Una banda que construye su legado a base de himnos generacionales. Y la pregunta que surge ante cada nota sobre estos pibes es la misma: ¿Qué puede escribirse que no se haya dicho ya?

Después de tocar en Estados Unidos y México con la Gira de Oro, los platenses pegaron la vuelta  para dar unos pocos shows en el país y luego seguir viajando en lo que resta del año.

El renovado teatro era un buen lugar para que la banda desplegara su pared de sonido. Empezó a llenarse a las 20 hs mientras en el escenario el Aldo Benítez trío ofrecía sus canciones al por entonces poco público, que respondía con tibios aplausos. En la barra, la cerveza dolía cincuenta pesos, pero no impidió que la gente empezara a brindar en sus vasos de plástico.

A eso de las 20.30, Los Reyes del Falsete salieron a escena para demostrar que para disfrutar de una fiesta siempre es necesario una buena previa. Con guitarras al palo, el grupo del sur bonaerense desplegó su potencia y reafirmó el buen momento que atraviesan tras su último disco, Días Nuestros. Vienen de un gran año en el que a fuerza de  buenas canciones lograron afianzarse más en la escena, al punto que la Rolling Stone eligió a “Los Niños”con la colaboración de Lito Nebbia- como el mejor tema nacional del año pasado. Pero lo cierto es que estos pibes son más que un merecido hit. Con ellos, el público se animó y lanzó las primeras ovaciones de la noche.

Cuando terminaron, estaba todo listo. El clima perfecto. Los gritos llegaron con los primeros acordes de “El Magnetismo”, canción que también abre su último disco. Con un telón todavía cerrado, El Mató inauguraba lo que iba a ser una recorrida de poco más de una hora y media. Con “Mujeres Bellas y Fuertes” el telón se abrió y la alegría fue oficial. Ahí estaban los cinco muchachos dándole la dosis a su gente. Adelante, cerca del escenario, la turba iracunda y poguera se preparaba para saltar y corear a gritos durante todo el show.

Los clásicos de discos anteriores se intercalaron con canciones de La Dinastía Scorpio, y así “El Día Del Huracán” y “Navidad De Los Santos” se complementaron con nuevas gemas como “Yoni B”, “La Cobra”  y “Terror”.

El Mató es, ante todo, sobriedad. Pibes con remeras, shorts deportivos y espíritu shoegazer sonando como sus ídolos de la adolescencia. Muchas páginas se han escrito sobre las influencias de esta banda (desde Sonic Youth y Pavement hasta el punk cabeza nacional), pero muchas más veces se hablará de ellos como refundadores de la escena independiente argentina. En un futuro no lejano muchos chicos los citarán como su influencia principal.

Santiago Motorizado, bajista y cantante, casi no habló entre tema y tema más que para agradecer y dedicar alguna canción. Antes de “Amigo Piedra”, clásico de Un millón de euros, muchos creyeron develar el misterio cuando el Chango le dedicó el tema a Tomás, amigo de la banda. Uno de los pogos de mayor altura se dio con “Chica de Oro”, una declaración de amor en la que un pibe ambicioso le jura a su chica: “Algún día, Jenny, todo lo que ves será nuestro”.

Mientras cerca del escenario todo era locura y gritos, en la parte del fondo muchos hablaban sin parar entre medio de las canciones. Algunos, incluso más atrevidos, charlaban durante los temas. Pero es entendible: un recital es el lugar perfecto para encontrarse a charlar con amigos, aún cuando la música esté demasiado alta. Entre ellos, una mexicana relataba sus magníficas vacaciones, mientras la amiga asentía y pispeaba el celular.

Entre reyes de la tevé italiana, multitudes inquietas que van bajando y chicas ruteras, la noche fue redondeando. El público volvió a estallar (si es que alguna vez dejó de hacerlo) sobre el final con “Mi Próximo Movimiento”, la épica canción apocalíptica del Día de los muertos.

El recital terminó con “Terrorismo En La Copa del Mundo”, en una batalla de pedaleras entre Pantro Puto y Niño Elefante. Si bien hubo algunos pequeños problemas de sonido a lo largo del show, nada opacó la fiesta que se vivió en Colegiales, donde cientos de personas celebraron en familia que, por suerte, todo sigue más o menos bien.