A días de su estreno digital, un análisis de Las poetas visitan a Juana Bignozzi, exquisito filme documental dirigido por Laura Citarella y Mercedes Halfon que ganó el premio a la Mejor Dirección en el Festival Internacional de Mar del Plata 2019

Por Ignacio Barragán

 

El plano de una mujer fumando un cigarrillo, algo con que aliviar las tensiones. 

No debió haber sido fácil para Mercedes Halfon enterarse que fue designada albacea de la obra de Juana Bignozzi y se nota en la película. En muchas de las charlas y momentos dubitativos se escucha el chasquido de un encendedor. Es entendible. La presión es enorme. La autora de El trabajo de los ojos se convierte por primera vez en la custodia del archivo de una poeta y encima no de cualquiera. Es el de la temible Juanita, autora laureada y problemática en partes iguales. Aquella que según el escritor y periodista Martin Rodríguez, nos odia.

Mercedes no quiere que se pierda nada de este proceso y, por lo tanto, se alía con Laura Citarella. Lo que empezó en un registro termina en una ficción, lo que parecía un archivo se convirtió en una película. Las poetas visitan a Juana Bignozzi es el híbrido singular de dos horizontes: aquel que pretende documentar y el que pretende narrar. Se puede vislumbrar a lo largo del filme un ida y vuelta entre estos dos objetivos. La dinámica funciona como una obra del grupo Dziga Vertov. No solo se hacen explícitos los mecanismos cinematográficos sino que, además, se pone en relieve la búsqueda y problematización del relato. La película no es de Mercedes, ni de Laura, ni de Juana sino del conjunto de trabajadores que se encuentra implicado en el proyecto.

Este último rasgo no resulta llamativo si se observa la producción audiovisual de El Pampero Cine en general y la de Citarella en particular. Lo grupal es parte de la esencia de sus obras. Hay una política que atraviesa estas películas y tiene que ver con la horizontalidad. La cuestión de que una obra no es el resultado de un individuo sino de un colectivo. De los tres largometrajes que realizó Laura, dos son codirigidos. 

El filme no es una obra sobre la vida de Juana Bignozzi sino un retrato de lo que esta poeta fue para muchos. Esto se puede observar, por ejemplo, en el hecho de que haya datos biográficos desconocidos, ausencias narrativas. Una de las grandes preguntas que se hace la película es sobre la vida de Juana en España. Prácticamente no se sabe nada de aquella etapa tan significante. Se conoce tan poco que, inclusive, se desconoce de qué trabajaba su marido. En la misma línea de ausencias que hay en la obra, nadie es del todo mencionado. El espectador no sabe quién es el que da su testimonio sobre la vida de Juana porque no hay nada que lo indique. Son rostros sin nombre, como aquellos que intenta reconstruir Mercedes desde las fotos del archivo. 

La temática del archivo relacionado con la poesía es troncal en este trabajo. A partir de estos dos conceptos disímiles (poesía y archivo) es que se disparan ciertas preguntas que conducen la obra. Lo primero ¿Qué se debe hacer con un archivo? Ahí aparecen tanto Ernesto Montequin y Graciela Goldchluk para responder esta pregunta de una manera minimalista. Se habla del mal de archivo de Deleuze, de la significancia de los colores en el manuscrito y otras hierbas del oficio. Ahora bien, la duda primogénita es qué se debe hacer con una poesía ¿Se la lee? ¿Se la filma? ¿Cómo debería filmarse una poesía? ¿Y la vida de una poeta? Se ensayan ciertas respuestas a esta problemática pero ninguna es del todo concluyente. No hay manera de hacer figurativo un poema por más que se lo intente así como es imposible abarcar una vida real de manera cinematográfica. El hecho de jugar con lo imposible hace que esta película genere tensiones o desencuentros entre la expectativa y la realidad. Un movimiento lúdico entre lo que pudo haber sido y su representación.

Quedan por comentar tres detalles de la película que sin el lente que nos pone Juana parecen imperceptibles. Por un lado, parece chiste que, casualmente, el local que se encontraba debajo de su edificio tuviese un cartel en el que se podía leer “De Rusia con amor”. Conociendo su militancia comunista heredada de sus padres anarquistas, esto parece una broma del destino. Por otro lado está la lectura de la conferencia de Gombrowicz llamada “Contra los poetas” que hace el equipo técnico de rodaje, quizá la metáfora más adecuada de la arista belicosa de Juana. Por último, las flores amarillas, una analogía del color que tiene un nuevo amanecer para el proletariado.

En algún punto no se entiende la pasión que sentía esta poeta por los elefantes. Sin embargo, hacia el final de la película, el símbolo empieza a cobrar cierto sentido. Juana Bignozzi es ese elefante que está encerrado en un zoológico. Un ser relacionado con la sabiduría que vivió sus últimos días entre construcciones grises del barrio de Balvanera. La película no se clausura con su finalización sino todo lo contrario. No solo es un punto de partida para conocer a una de las grandes poetas argentinas sino también es un encuentro, un rendez-vous, con todos aquellos que participaron en ella.  //∆z