Playland, el segundo trabajo solista de Johnny Marr, parecería ser más el lado b de The Messenger que un nuevo trabajo. Así y todo se muestra nuevamente sin las ataduras que lo ubican en la vanguardia británica.

Por Agustín Argento

Luego de varios proyectos tras la separación de The Smiths a fines de los ochenta, Johnny Marr le puso su nombre a Johnny Marr and The Healers; sin embargo, recién en 2013 se animó a largar el formato banda para encarar, con el lanzamiento de The Messengersu etapa netamente solista.

Muchas fueron las especulaciones antes de su primer álbum. Todos querían ver en qué andaba el ex compañero de Morrissey, inventor de un sonido único de guitarra que influenció hasta a Sky Bellinson. Este larga duración no defraudó a nadie. La gira presentación, que lo trajo a Argentina, lo mostró en una gran performance: uno de los padres fundadores del brit pop se impuso como dueño innegable del escenario.

Pero mientras giraba presentando aquel disco, por medio de Twitter y entrevistas, Marr se la pasó promocionando el inminente segundo disco. Ya había dejado atrás The Messenger, pese a que lo seguía tocando, para publicitar Playland. ¿Cómo puede un músico partir su cabeza en dos? ¿Tocar temas de un álbum, mientras le da difusión a otro? Además, otra pregunta prevalecía: ¿Si acababa de sacar un disco, cómo puede estar grabando otro mientras toca las canciones del primero?

Todo queda claro cuando empieza a sonar “Back in the Box”, cuando le sigue “Easy Money”, luego “Dynamo” y, salteando al azar otros temas, se llega a “The Trap”. Claramente, las composiciones de Playland fueron descartadas en The Messenger. El sonido del disco en general es similar al primero: un clásico rock inglés que, en este caso, prioriza los colchones con sintetizadores.

Las guitarras arpegiadas, como nos acostumbró desde 1982, están en el primer plano, secundadas, como exige el rock actual, por rabiosos riffs distorsionados. A diferencia de otros artistas contemporáneos, las voces no tienen mucho trabajo. Es la de Johnny Marr la que está siempre al frente, con algunos efectos, prescindiendo de los coros en casi todo el trabajo.

Para los que escucharon The Messenger, la llave de Playland está en “Generate, Generate”. Para quienes no lo hicieron y desean entrar directamente al álbum en cuestión, es acertado decir que casi todas las canciones tienen un estribillo pegadizo, que invita a saltar. Canciones punk (“Boys Get Straight”), con mayor ambición en la composición y complejidad en la ejecución.

Playland afianza las promesas elaboradas en The Messenger. Sienta los esbozos solistas de Johnny Marr de cara al futuro. Cuando los clásicos británicos le están dejando el lugar de la originalidad a nuevas bandas, aparece el ex The Smiths para demostrar que las viejas glorias también traen frescura y que pueden ser influenciados por los exponentes del Siglo XXI. Tal como él lo viene haciendo desde hace 32 años.//z

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