Por si quedaban dudas, Paul McCartney vuelve a demostrar con New que no sólo es un ex beatle: un disco redondo y atento a lo contemporáneo sin dejar de lado todo lo que hace de Sir Paul un ícono de la música popular occidental.

Por Santiago Farrell

A esta altura del partido, es muy fácil darlo todo por hecho con Paul McCartney. Es tan grande, tan genial,hizo tanto, que para la mayoría de los oyentes esperar algo de él está de más. Si quiere sacar un disco donde haga covers de su bienamado rock and roll, óperas, haikus japoneses o lecturas de la guía telefónica, adelante, quién va a criticarlo o exigirle nada. Por suerte, en su nuevo disco participa alguien que no quiere verlo dormirse en su huerto de laureles: Paul McCartney.

Grabado con ¡cuatro! productores, New cuenta con todo lo que suele poner el ex Beatle: un desborde de energía digno de un viaje de egresados, melodías colonizadoras de cerebros, su visión positiva de la vida con énfasis en el amor. Pero lo que más importa es, precisamente, lo nuevo. New es la entrada de Paul al siglo XXI, su intento de salir del enorme corset de su leyenda y ponerse a dialogar con nuestros contemporáneos como uno más. “A mí no me miren, es muy temprano para tener idea de cómo va a ser” avisa en el tema que da título al disco, casi como pidiendo que le prestemos atención de verdad.

La producción es verdaderamente actual y cargada, a tal punto que en la primera escucha hasta puede resultar un tanto asfixiante. El disco arranca al galope con “Save Us”, que suena un toque a Strokes pero con ganas, y no baja el ritmo hasta entrada la segunda mitad, acompañado por un ejército sonoro de última generación, fuzz, beats, coros, orquesta y hasta ruidos al servicio del Sir. No siempre funciona del todo: “Appreciate” suena como un experimento un poco forzado y “Scared”, el sombrío final en piano y voz, luce extrañamente fuera de lugar, como proveniente del McCartney golpeado de su sobrio Chaos and Creation in the Backyard. Pero en su abrumadora mayoría, se trata de temas inspirados que calzan perfecto con el envoltorio moderno, prueba de que el genio de Liverpool anda escuchando de todo. “On My Way To Work” mezcla “A Day In The Life” con una melodía paulista de esas que parecen de toda la vida y un segmento de guitarras chillonas, “Hosanna” es un folk espacial emparentado a los unplugged grunge y la sorprendente “I Can Bet” le gana de visitante a todas las bandas que se volcaron al dance en estos últimos años. La tendencia de Paul a probar de todo un poco, que data por lo menos desde el Álbum Blanco y que no siempre le jugó a favor, acá funciona de maravillas; después de todo, este siglo parece venir por la mano del desorden instantáneo.

Al igual que David Bowie en su último disco, en New McCartney equilibra la contemporaneidad con una mirada atenta sobre el pasado, como canta en “Early Days”: “Ahora todos parecen tener su propia opinión sobre quién hizo esto y aquello, pero no veo cómo pueden recordarlo si no estuvieron cuando pasó todo”, latiguea el ex Beatle, amparado por su acústica. Pero a diferencia del Duque Blanco, New no le deja mucho al pasado más allá del recuerdo y la conciencia de sí mismo, y se vuelca sobre el presente/futuro con optimismo (“tenés que apreciar el día” aconseja en “Appreciate”). Típico de Paul, y está perfecto: nunca va a rockear demasiado pesado, siempre va a triunfar la buena onda, siempre vamos a sentir un dejo de algún clásico suyo compuesto hace más de treinta años. No tiene por qué cambiar eso. Lo que sí cambia en este disco es la manera de presentarse, de laburar su música, de volver al ruedo.

En pocas palabras: pavada de logro. Un joven de 71 años, que bien podría pasar su tiempo jugando a las bochas después de ser responsable en gran parte de lo que entendemos por música popular, se da otra vuelta de tuerca sin perderse de vista, nos cambia el palo justo cuando ya creíamos tenerlo junado. Viejos son los trapos.//z

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