Del 11 al 19 de octubre se realizó la séptima edición del Festival Internacional de CineMigrante. Seleccionamos cuatro películas que retratan la esencia del festival: poner en foco la formación en Derechos Humanos de las personas migrantes, promover el diálogo intercultural y la integración de las culturas. 

Por Mara Laporte

Vol Spécial (Vuelo Especial) – Suiza, 2011. Dir. Fernand Melgar

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—Debo comunicarte la decisión de las autoridades suizas de devolverte a tu país.

—Perfecto, pero hay un pequeño problema: soy padre, tengo una hija nacida en Suiza, donde viví, trabajé y pagué mis impuestos durante 11 años, y una esposa. No voy a dejarlas solas.

—Sé que es duro, pero yo no puedo resolver tu problema ni los problemas del mundo. Mañana parte tu avión. Sólo cumplo con mi tarea de facilitarte el retorno.

Vol Spécial es una película que comienza, se hilvana y termina en sus diálogos. En esos cruces que evidencian que el mundo parece haber sido atravesado por una línea divisoria a cuyos lados unos y otros se descubren en sus diferentes realidades. Y en este ida y vuelta entre Pitchou, africano encarcelado en un centro de detención de inmigrantes de Ginebra, y uno de los guardias del centro, se resume todo el absurdo, la desesperación y la urgencia que subyace al drama de la inmigración en Europa. Es la burocratización del sufrimiento, temática que Fernand Melgar ya había abordado en el 2008 con La Forteresse —documental que ahonda en la cotidianidad de un centro suizo en el que conviven decenas de inmigrantes recién llegados solicitantes de asilo— y que esta vez, en la segunda parte de este díptico, desliza el foco de atención hacia el otro extremo, el último y quizás más angustiante, de la experiencia migratoria. Porque para los protagonistas de carne y hueso de Vol Spécial lo único que queda ahora es la agónica espera de un turno para la deportación, el viaje de ida al horror de la guerra o la miseria de sus países de origen en los temibles “vuelos especiales” organizados por el gobierno.

Cuando habla de migraciones, Melgar sabe de lo que está hablando. Nacido en Marruecos, nieto de anarcosindicalistas españoles exiliados durante el franquismo, a sus tres años él mismo debió migrar a Suiza junto a sus padres para vivir largo tiempo oculto en la clandestinidad de su propia casa.

Sin embargo, o tal vez por esta misma razón, el director escapa a toda demagogia y mantiene en Vol Spécial la misma honestidad intelectual que caracteriza a toda su filmografía. No hay juicios de valor, no hay conclusiones, voces en off, música ni golpes de efecto. Sólo el despojamiento de una cámara-testigo adentrándose durante nueve meses en Frambois, uno de los 28 centros suizos de detención de inmigrantes, para captar el día a día de un grupo de personas privadas de su libertad y condenadas a la expulsión por el sólo hecho de ser inmigrantes. Y para dar voz también a las contradicciones que enfrentan los empleados del centro, cuyo trato con los internos, siempre humano y afectuoso, no hace más que acentuar la hipocresía de un entramado burocrático despiadado. Porque Frambois es un centro modelo en el que los internos son llamados “residentes”, recibidos como clientes VIP, disponen de habitaciones individuales con las comodidades de un hotel y pueden pedir comida hasta saciarse. Pero detrás de ese maquillaje de confort se saben presos, literalmente, de un sistema que los esposa y engrilla en cada traslado, los arranca de sus familias (casi todos, después de décadas de haber vivido y trabajado en Suiza antes de ser aleatoriamente detenidos, están profundamente arraigados en el país) y decide por ellos sus destinos.

Desde una mirada comprometida pero nunca inquisidora, Melgar genera una intensidad emocional única. Porque lo que él hace, estando ahí como si no estuviera, es poner el dedo en la llaga de un sistema que eufemiza hasta lo irritante. Retratar los vínculos humanos. Contagiar sin filtros la impotencia. Conmover hasta la rabia.

https://www.youtube.com/watch?v=lx9-6_CtfCM

Writing on the City (Escribiendo en la ciudad) – Irán, 2015, Dir. Keywan Karimi

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223 es el número de latigazos a los que el gobierno iraní condenó a Keywan Karimi por haber dirigido este documental. El número con el que intentaron silenciarlo y que, paradójicamente, llevó al director y su película a alcanzar repercusión global incluso antes del estreno.

223 Words es el título de la película con la que el Festival Punto de Vista de Pamplona —donde el film de Karimi se estrenó en febrero de este año—  decidió homenajearlo: 223 cineastas de todo el mundo enviando cada uno una palabra de apoyo al director, como un modo de refutar con palabras la barbarie. Y a esta película-homenaje de cinco minutos de duración se suma un audio con un mensaje del propio Karimi, grabado durante su reclusión domiciliaria cuando aún aguardaba la resolución de la sentencia (que finalmente fue confirmada semanas después y fijada en un año de cárcel, 223 latigazos y 20 millones de riales de multa).

Todo este marco introductorio —película y mensaje— acompaña la proyección de Writing on the City a modo de impactante paratexto: es el golpe de lo real sacudiendo las estructuras de la lógica, lo que no puede ser pero sin embargo está siendo en algún otro lugar y en este instante.

Si la pregunta es qué es lo que contiene la película que la ha vuelto tan censurable para el régimen iraní, la primera respuesta es nada. Porque lo que plantea este documental es simplemente un viaje por la historia del graffiti en Teherán desde la revolución que acabó con la caída del Shá en 1979 hasta la Revolución Verde del 2009. Nada, en definitiva, que no sea la muestra de aquello que está en el espacio público, a la vista de todos. Pero las autoridades iraníes, desde lo injustificable de su acción, no ignoran la importancia que la sociedad de su país ha dado históricamente a esos muros que durante décadas han sido el único medio de expresión popular posible.

Y apenas diez días de grabación en las calles de Teherán más un importante material de archivo le bastaron a Karimi para dar cuenta de toda una forma de expresión, o de verdaderas manifestaciones artísticas en muchos casos, que a modo de palimpsesto fueron poblando las paredes de la capital iraní durante generaciones. “Las paredes en Irán son la primera fuente de información. En toda revolución reflejan las ideas antes que los medios”, explica el director. Y así va desplegando la historia del país a través de sus muros: graffitis que se volvieron periódicos populares durante la Revolución contra el Shá, cuando las paredes eran el único medio fiable; murales que reprodujeron los rostros de los mártires de la guerra contra Irak; el posterior olvido de esos héroes tras el boom de desarrollo urbanístico, el uso de las paredes como escaparates de consumo, al mejor estilo capitalista, en la época de los petrodólares. Porque el Irán que desnuda Karimi en esa sucesión de imágenes y voces en off es el de la contradicción y la ilusión popular seguida del desencanto, el del muro como escenario del conflicto de poderes donde las proclamas incendiarias siempre acaban blanqueadas por la dictadura y su propaganda. Y sin embargo, en uno de los pueblos más oprimidos del mundo, continúa siendo el espacio en el que se ejerce, desde la subversión de la palabra, el “derecho de ciudad”.

Ausencias – México, El Salvador, 2015, Dir. Tatiana Huezo

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¿Cómo se supera el secuestro de un hijo? ¿Cómo se vive con un dolor tan grande?, le preguntó la directora salvadoreña Tatiana Huezo en algún momento a Lulú, la mujer que protagoniza su documental. “No se vive”, fue la respuesta.

Ausencias, 1era Mención en la categoría Cortometrajes del CineMigrante 2016, aborda el drama de las desapariciones desde la mirada de los que quedan. Se trata, en palabras de la directora, de  una película nacida con la intención de reflejar “lo que es un desaparecido, que no es otra cosa más que esa lucha permanente contra la posibilidad de la vida y la muerte”.

Para ello se interna en la historia de Lulú, que narra en primera persona su dolor y su lucha durante los últimos cuatro años, desde esa mañana en la que su marido y su hijo de 8 años salieron a acompañar a unos familiares desde Saltillo hacia el aeropuerto de Monterrey y nunca regresaron.

“La ausencia te duele, debilita, cala”, afirma Lulú. “O te mueres de dolor o luchas”. Esa es la disyuntiva sobre la que se instala este documental, íntegramente centrado en la historia de esa madre narrada sólo desde su voz, firme y desgarrada. De espaldas a cámara, recortada sobre una pared blanca y agrietada, Lulú comienza a relatar su historia. El día en el que su vida se partió en dos, el shock inicial, la depresión profunda, la presencia de su hijo en sueños, el día en el que se encontró con la zapatilla ensangrentada de su marido en un despacho del Ministerio Público de Monterrey, su obstinación en seguir cargando crédito al teléfono de su esposo, por las dudas. La cámara está ahí, la acompaña en el relato, la sigue desde su habitación, sale con ella al parque, a la calle, allí donde años después del secuestro Lulú no deja de buscar a su hijo en cada adolescente que se cruza en el camino. El dolor que genera su historia es tan lacerante como admirable su entereza, el modo en el que logra recomponerse a partir del vínculo con su hija, la otra sobreviviente de esta historia.

El drama de Lulú es también el de otras 300 familias del estado mexicano de Cohauila; su hijo y su marido forman parte de la tremenda estadística de 23 mil desaparecidos en México  en los últimos siete años a causa del crimen organizado. Pero el trabajo de Huezo trasciende la cuestión estadística; tampoco profundiza en el costado político de la tragedia en un país en el que los secuestros y asesinatos masivos están a la orden del día. Porque Ausencias no es un material de denuncia sino un retrato íntimo de la vacuidad, de “ese hueco que queda, que no es catártico ni reconciliador, sino desolador”, y del modo en que se intenta sobrevivir al desgarro.

 

La mécanique des flux  (La mecánica de flujos) – Francia, 2015, Dir. Nathalie Loubeyre

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Migrar es siempre fluir, un movimiento animado por el deseo o la necesidad desesperada de avanzar, de dejar atrás. Y en ese movimiento, todo migrante es en esencia un cuerpo ejerciendo su derecho a la fuga y a la insurgencia, a sustraerse de los límites impuestos.

La mécanique des flux pone en foco las diferentes violencias que subyacen al eufemismo “control de flujo migratorio” ejercido por la Unión Europea y sus gobiernos nacionales. Filmada en diferentes localizaciones de las rutas migratorias europeas —Croacia, Turquía, Grecia, Lampedusa— este documental ganador del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos plantea una crítica frontal a las políticas migratorias y sus lógicas de control. Y lo hace poniendo rostro, voz y cuerpo a los inmigrantes, otorgando de algún modo identidad a aquellos que suelen formar parte de una masa anónima y estigmatizada que deambula por el continente ante la mirada esquiva del mundo.

La voz de cada inmigrante, cada refugiado que toma la palabra supone un cross a la mandíbula de la humanidad. “O cruzas o mueres. Y yo no tengo miedo de morir porque ya estoy muerto. Alguien que está muerto no puede temer a la muerte”, confiesa un inmigrante argelino en las calles heladas de Croacia minutos antes de ser detenido por la policía. Y esa es una entre las tantas líneas divisorias sobre las que se planta este documental: la línea entre la vida y la muerte, entre la libertad y la prisión, entre el cazador y su presa, entre el ustedes y el nosotros.

El otro es un cuerpo perseguido, un punto que avanza en la nieve apuntado con las cámaras infrarrojas de un sistema de monitoreo-panóptico en los puestos de guardia fronterizos, en una de las imágenes de impacto visual más potentes de la película. Una imagen surrealista, un blanco sobre negro que simboliza de una manera demoledora esa idea de distancia y cacería. “Ellos sólo escapan de la guerra, pero nosotros hacemos nuestro trabajo”, explica el guarda que los observa mientras abre el zoom de su pantalla.

Con estas imágenes comienza la película para luego abrirse a diferentes paisajes y dinámicas en las que la lucha por avanzar, la maquinaria de control y el drama que suponen los flujos migratorios sólo cambian en sus formas: hombres que buscan cruzar las fronteras escondidos entre las ruedas de un camión, embarcaciones rudimentarias que intentan llegar al continente desbordadas de personas, centros de detención colmados hasta el hacinamiento, cuerpos ahogados a la deriva, cadáveres congelados, vecinos que se niegan a admitir estos cuerpos en sus cementerios.

Nathalie Loubeyre hurga en el centro de la herida: la migración no sólo es un drama humanitario sino también un termómetro de la condición humana.//∆z