La banda californiana se presentó por quinta vez en Buenos Aires, con la excusa de presentar I’m With You, y con las energías renovadas tras la salida de Frusciante.

Por Matías Roveta

En el campo del estadio River Plate, en la primera fecha del festival Pepsi Music y mientras transcurría el gran show de la banda inglesa de math rock Foals (antes habían pasado Jauría y Massacre), había ansiedad, alegría, éxtasis, dudas y fervor rockero. Todo eso parece despertar hoy Red Hot Chili Peppers en su público. Aún cuando se trata de su quinta visita, con la excusa, esta vez, de presentar el recientemente editado I’m With You, el último trabajo de estudio de la banda de Los Ángeles.

Es que los Peppers, con larga trayectoria y mucho oficio a cuestas, nos visitaban luego de un nuevo cambio de formación: la salida de un órgano vital como John Frusciante, remplazado por el para muchos desconocido Josh Klinghoffer en guitarras. Y la incertidumbre estaba planteada. Porque Frusciante, esa especie de Hendrix moderno en plan místico, fue un sostén musical insoslayable del sonido de los RHCP durante más de dos décadas, y a pesar de que ya se había alejado de la banda en 1992 –luego de la salida de Blood Sugar Sex Magik (1991), cuando fue remplazado por el gran Dave Navaro-, y aunque él mismo había remplazado al violero fundador Hillel Slovak en Mother’s Milk (1989), muchos, con absoluta justicia, lo consideran el mejor guitarrista que tuvieron los Peppers.

Apenas iniciado el show, con una errática versión de “Monarchy of Roses” –que abre también I’m With You-, con algunos problemas en el sonido que fueron rápidamente corregidos, las dudas empezaron a disiparse. Klinghoffer, que ya había colaborado con la banda durante la gira de Stadium Arcadium (2006), aún habiendo estudiado la técnica de Frusciante al dedillo durante años, lejos está de imitarlo. Poco queda de los punteos y riffs meláncolicos y de pop psicodélico que tocaba Frusciante; en “Factory of Faith”, “Dance, Dance, Dance” y “The Adventures of Rain Dance Maggie” ( una suerte de clásico instantáneo, bien recibida por el público), todas de I’m With You,  Klinghoffer dejó en claro su estilo: él está más para sostener la canción, para crear texturas –entre abrasivas y distorsionadas- en lugar de tocar riffs, y para disparar bases y efectos desde sus diversos pedales. A la hora de tocar clásicos imbatibles como “Otherside”, “Dani California”, “Under the Bridge” o una hermosa versión de “Californication” (todas del período Frusciante), Klinghoffer se atreve a versionar las partes de guitarra y solos, y le imprime a la canciones su sello personal, con lo que demuestra personalidad y se aleja del simple performer.

Pero más allá de las virtudes, o no, de este nuevo violero, lo que les devolvió el alma al cuerpo a los fans de los Peppers y les retribuyó con creces el valor de la entrada, fue ver en vivo al verdadero alma máter de la banda: ese monstruo de dos cabezas que conforman el vocalista Anthony Kiedis y el bajista Flea. Kiedis, una especie de Peter Pan del rock, que parece no acusar el paso del tiempo y mantiene intacto el poder de su voz, arengó (“Quiero rockear con esta multitud albortada”), bailó y arremetió con sus conocidos movimientos de brazos, entre frenéticos y raperos. Y Flea….. ¡Flea es todo! Observar arriba del escenario a ese monstruo del slap es una experiencia rockera obligatoria. Él, más allá de los continuos cambios de violeros, es el verdadero centro de atracción -musical y espiritual- del sonido de la banda. Un alejamiento suyo, sería el único al que los Peppers no sobrevirían. Vestido con mameluco azul, desde las cuatro cuerdas de su bajo comanda todo: el riff de “Parallel Universe”, el funk metal en “By the Way”, la intro de “Throw Away Your Television” y la potencia metálica de “Higher Ground”, el funk rock con el que versionaron a Stevie Wonder en Mother’s Milk (1989).

Durante el show, además de un mix perfecto entre temas nuevos y viejos clásicos, hubo mucho más funk: lo mejor de la noche fue el riff provocador de esa oda a la promiscuidad que es “Blood Sugar Sex Magik” (con un gran Kiedis a puro grito en el estribillo) y las mini jams que se permitieron, sobre todo durante la primera mitad de la noche, entre canción y canción.

Antes del final, la otra pata fundamental de RHCP, el batero Chad Smith –ese afable cuarentón con pinta de buenazo, que repiquetea desde los toms de su Pearl azul-, ofreció buena parte de sus cualidades con un potente solo. El cierre, después de los bises, claramente fue con “Give It Away”. Allí, las dudas ya se habían evaporado, y a todos nos había quedado claro: que carajo nos importa el nuevo violero, cuando podemos ver en vivo a Flea.