El Presente (Sigilo) recopila crónicas de la periodista y escritora Ana Basualdo escritas entre los años ’70 y febrero de 2020.

Por Agustina del Vigo
Fotos: Prensa Sigilo – Julia Castells

“A ninguno de los realizadores que conozco, salvo a Fernando Birri, se le ocurrió caminar por el borde del precipicio que es lo más hermoso que tiene la creación”, le cuenta Leonardo Favio a Ana Basualdo en 1983. Están haciendo una entrevista para el semanario Panorama, donde Basualdo trabajó varios años y se formó como periodista. La nota se llama “Leonardo Favio: cómo servir a la musa popular” y sigue: “Todos se quedan en las formas, carentes de ese toque, ese imponderable que consiste en adentrarse en las personas y en los acontecimientos con profundidad”.

De eso se trata El presente, compilado de crónicas escritas por Ana Basualdo entre los años ’70 y febrero de 2020, y que desde el cine, la literatura, el peronismo, Amy Whinehouse, y las confiterías típicas de Buenos Aires y Barcelona, toca todo los temas como solo la crónica la que se apoya en la investigación profunda, la artesanía de la palabra y una pulsión temeraria puede tocarlos.

“La función de la crónica (…) es el registro hojaldrado de un momento novedoso, revuelto de la realidad social”, dice Basualdo en el artículo “Cómo escribir sobre Amy Winehouse y por qué”, fechado en el invierno europeo del 2017, y publicado en La Maleta de Portbou, revista de Barcelona, ciudad en la que la periodista vive actualmente.

La recopilación que publicó la editorial Sigilo este año rescata piezas que retratan diferentes momentos del movimiento peronista: “Evita Perón: veinte años después”, “Perón busca paraíso”, “Logia Anael, espiritismo peronista”, todas escritas en 1972; perfiles de autores como “Las ciudades de Julio Cortázar”, “Adolfo Bioy Casares: todos somos unos pobres diablos heroicos”, “Antonio di Benedetto: una silenciosa maestría” y retratos de la ciudad, de Buenos Aires y Barcelona, y su vida cotidiana: “Confiterías”, “La memoria y el río”, completamente actual frente a la  disputa por los territorios de la costanera, y algunas pinceladas sobre eventos políticos de estos últimos años, como el primer discurso de Pablo Iglesias, líder de Podemos, partido surgido del 15M español. Más bien un retrato minucioso de los asistentes más que del discurso, y del despertar del pueblo español en el 2015.

Estas crónicas no son de fácil lectura y está bien que así sea. El periodismo lucha con la falta de tiempo. Y la literatura no puede existir porque su deuda es hacia la historia que cuenta, pero sobre todo al trabajo con la palabra que requiere el tiempo de los orfebres. Es por eso que encontrar periodistas que, además de poner el ojo y realizar el trabajo de archivo y concertar entrevistas en tiempos siempre escasos, logran además escribir textos con cierta espesura es un doble mérito del que Ana Basualdo goza hace más de 40 años. 

“El periodismo no puede existir como subproducto de los productos que quiere abarcar”, dice la cronista, enfatizando la relación vital entre el periodismo y la realidad, vínculo del que no goza necesariamente la literatura de la que se esperan otras cosas. Entre ellas, la creación de la ficción, aunque cada vez sea menos reconocida. Cada vez más tendemos a pensar que todo lo que leemos refleja el mundo y nos olvidamos de que nada “es” fuera de un punto de vista. Que siempre estamos consumiendo rodeándonos, mirando, leyendo lo que se asemeja a nuestra visión del mundo. 

Quizás por eso sea interesante intentar la entrada a otros mundos como propone Basualdo y como pedía con desespero Favio en pos de la buena salud del arte. En este sentido, Basualdo aprovecha los testimonios de quienes conocieron y trabajaron con Enrique Raab (poderoso periodista, premio Casa de las Américas, desaparecido en 1977) para extraer del análisis de sus crónicas valiosas conclusiones que podrían tener vigencia hoy: “Ubicuo como debe ser un reportero, lo averigua y lo muestra todo”, y “Entusiasmo y punto de vista son en realidad los útiles de este oficio” (prólogo a Enrique Raab: crónicas ejemplares, 1999).

Luego de sumergirnos durante 300 páginas en las crónicas de Basualdo,  la edición de Sigilo  cierra con un diálogo entre Edgardo Dobry y la periodista acerca del oficio: la formación en las redacciones antes de que la carrera de Ciencias de la Comunicación o Periodismo existieran, la separación entre “periodismo” y “literatura”, aunque Ana haya incursionado de manera brillante en ambos, y su opinión sobre cómo se hace periodismo hoy en día.

Las diferencias con aquel periodismo en el que ella se formó y “la noticia apurada y la multiplicación de las columnas de opinión”, como desliza Dobry en una pregunta acerca del periodismo del presente. El uso prohibitivo de la primera persona en las redacciones de entonces, la crónica concebida como un “armado narrativo de información capaz de sostener la verosimilitud del punto de vista” y como retrato social y cultural de una época. La diferencia con el cuento o el poema como manifestaciones del arte y la reivindicación de un periodismo que solo en su “versión reporteril”, como lo practicaba Raab, como se practica en la calle, finaliza Ana, es “una hermosa artesanía”. //∆z 

Foto: Julia Castells