Con el éxito de Narcos aún irradiando calor, Netflix estrenó en junio la serie que cuenta la historia del famoso líder narco Joaquín Guzmán Loera, patrón de la cocaína y los túneles, hoy apresado en una prisión de Nueva York.

Por Iván Piroso Soler

Pocas tramas cautivan tanto al público como las de ascenso y caída de falsos ídolos. Desde el mito del Ángel Caído hasta el cine ítalo-americano de los ´60 de la mano de Coppola y Scorsese, hay una especial atención en tramas que involucran rookies, outsiders de los barrios periféricos que, a fuerza de voluntad y ambición, van construyendo imperios basados en el crimen y el dinero. Netflix entendió esto el año pasado cuando estrenó Narcos, una serie basada en la vida de Pablo Escobar Gaviria, amo y señor de la droga colombiana en la década del ’80. Ni lerdos ni perezosos, intentaron emular ese éxito este año de la mano de una de las historias más insólitas del narcotráfico como lo es la de Joaquín, Guzmán Loera, o simplemente El Chapo, un patrón de la droga mexicana que supo construirse a sí mismo, a un imperio y una vía de escape en el lugar donde la necesitara.

Como el símbolo del Uróboros, aquella figura mítica de los alquimistas que representa una serpiente que se come la cola, El Chapo comienza por el final: un joven y ambicioso Joaquín Loera hundido en un túnel debajo de la tierra. Esta vez no busca un escape, sino que está construyendo una vía de tránsito para pasar droga de México hacia Colombia, dominios de Pablo Escobar, en aquel momento patrón absoluto del narcotráfico sudamericano. El joven Chapo todavía es un aprendiz de patrón, haciéndose camino de manera audaz. Muchas veces irreverente y otras inconsciente. Su primer trabajo es pasar cocaína de un país a otro en menos de 48 horas, cuando la mayoría de los narcotraficantes lo hace en el doble de tiempo. Él le promete a Escobar que lo hará así de rápido, así de inconscientemente. Pablo no le cree, pero acepta el trato. El Chapo a cambio recibirá mucho dinero y, sobre todo y lo que más le importa, respeto.

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Univisión se asoció a Netflix para llevar adelante El Chapo en 2016, al mismo tiempo que firmaba para que UniMás (canal de Univisión) transmitiera tanto Narcos como Club de Cuervos. Con sólo tres meses entre el estreno en el canal mexicano y el servicio de streaming, la serie protagonizada por Marco de la O se estrenó mundialmente en junio de 2017. El acento en la atención tuvo su origen en la reciente (en ese entonces) captura del líder narco tras su tercer (¡!) escape de prisión. La captura fue anunciada el 8 de enero de 2016 a través de Twitter por el presidente Enrique Peña Nieto. Guzmán se mantenía prófugo luego de haberse escapado de prisión en julio de 2011. .

Es inevitable hablar del precedente sentado por Narcos al intentar explicar el desarrollo de El Chapo. Las comparaciones son odiosas, pero muchas veces sedimentan una base responsable para hablar del tema. Sucede que la historia de Pablo Escobar también producida por Netflix se armaba no solo alrededor de ese pilar fundamental que es la figura mítica del patrón colombiano, sino también sobre la historia de los agentes de la DEA que fueron tras su captura. Esta amalgama de puntos de vista construían un relato heterogéneo, a veces contradictorio pero quizá por ello lleno de texturas que se veían reforzadas por la enorme puesta en escena, sobre todo a partir de su pirotécnica fotografía. El Chapo, en cambio gira alrededor de la sola figura del Joaquín, el joven narco que intenta casi desesperadamente encontrar el respeto de sus pares.

El tratamiento en El Chapo pivotea entre una puesta sobria, cruda, profundamente telúrica y destellos de audacia que terminan precipitándose por el apuro. La escena del aterrizaje del primer episodio es muestra de ello. Sin embargo esto no le juega en contra. El Chapo no intenta ser un calco de las historias de narcotráfico que la preceden. Su juego es más calmo, centrándose en las tramas políticas y de corrupción, por momentos más cercanas a House Of Cards que a Casino.

Con los nueve episodios que componen su primera temporada, El Chapo ya se aseguró no una sino dos temporadas más. El condimento adicional es que surgió el rumor de una posible denuncia por parte del propio Joaquín Loera desde una prisión neoyorkina, alegando que no recibió un solo dólar por la historia basada en su vida. Los productores desmintieron esta subtrama de la historia, confirmando que la tercera temporada sigue siendo grabada en Colombia. Veremos por dónde escapa en esta oportunidad.//∆z