Juana Molina editó Wed 21, su sexto álbum solista y una delicia según dicen aquí abajo.

Por Claudio Kobelt

Cuando comencé a trabajar en la redacción de ArteZeta, luego de las firmas de contrato y el pacto de sangre del caso, mis editores sacaron una especie de manuscrito sagrado forrado en piel, y me pidieron que ponga mi mano sobre él y realice un juramento. Era un libro de Simon Reynolds sobre el que tuve que jurar que nunca faltaría a la verdad en una reseña, para bien o para mal. Pues bien, si a la verdad me debo, o los editores y la patria rockera me lo demanden, tengo que comenzar admitiendo que nunca me gustó Juana Molina. Su música nunca llegó a movilizarme y no lograba conectarme con su obra desde ningún punto. Por eso, que este disco me haya parecido tan intenso y bello, tan perfecto, es algo que no quería dejar pasar y compartir.

Wed 21 es el sexto álbum en la carrera de Juana Molina, la artista argentina que rompió todo tipo de barreras y fronteras con miles de  fanáticos y seguidores en todo el mundo, y con un renombrado status de artista culto “cool” en nuestro país. En  Wed 21 Molina parece vestir a sus canciones con sonidos delicados y profundos, con ropajes electrónicos y sensibles, extraños, hermosos, solo para ir desvistiéndolas de a poco, quedándose con el esqueleto en la mano, con el último sonido ejecutado puesto bajo el microscopio.

La canción que da nombre al álbum, “Wed 21”, quizás uno de los momentos más logrados del disco, donde un fraseo ininteligible reemplaza la letra formal, con una línea tribal de tambores en ebullición, emparentándolo en algún punto con Bisch Bosch de Scott Walker en esa manifestación de sonidos inclasificables pero con la dulce voz de Molina al frente.  Pegada viene “Ferocísimo”,  con una línea de bajo bien al frente, profundamente atrayente, y con un gran estribillo. Otro de los puntos altos y más hiteros del álbum.

Sin guía, no” es como esa sensación de sentir el vértigo en plena quietud. Como cuando estas sentado en el tren y el que se mueve es el tren de al lado en dirección contraria, pero creemos ser nosotros los que avanzamos. Como ver pasar el mundo a toda velocidad, aunque en realidad estemos gravemente quietos.  “Ay, no se ofendan”,  al  igual que “Wed 21”, es otra de las canciones sin letra formal, donde los sonidos vocales de Juana son como el canto de una tribu en plena ceremonia, que va subiendo en calor y energía hasta llegar al clímax, como si la lluvia pedida empezara a caer.

“Bicho auto” es decidamente bailable y etérea, con una percusión enigmática y extraña, encantadora, que se va a desgranando a medida que avanza, hasta dejarnos solos con el alma del sintetizador, escuchando sus sonidos tristes y agudos, en una exploración minuciosa, desmenuzándolos mientras se escapan por el aire. En “La Rata” vive otra canción enorme, dulce e implacable con múltiples cambios de ritmos y texturas, otorgándole infinitas lecturas y  posibilidades.  Y para el cierre, “Final Feliz”, suerte de country montañés para una pradera encantada, de hojas secas doradas y sol por siempre.

Cercano a  Bjork, y al Sun de Cat Power, con una instrumentación notable, dueño de un sonido brillante y una voz única, Wed 21 reafirma el bien merecido lugar de Juana Molina en la escena mundial, y se coloca entre los discos más interesantes del 2013.  Buena e inmejorable  forma de empezar a quererla.//z

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