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Estos son los diez discos nacionales elegidos por nuestro staff.

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Ilustración de Sabrina Pintos (@sabri.pio)

10 – Ahora – Luca Bocci

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Una intro cuasi electro-andina da comienzo a este disco, que fue una de las revelaciones del año. Quizás la vinculación con el folklore provenga de una cuestión identitaria (Bocci es de Mendoza) y su veta electropop sea propia de su edad (22 años) y sus consumos culturales. El periodismo especializado lo relacionó enseguida con Fito Paez, por una forma de cantar similar. Pero hay algo más. Es el hijo de las playlists y los mashups. Es un trovador de la era millennial al cual no le tiembla el pulso para combinar influencias del rosarino ex pianista de Baglietto con Animal Collective o Mi Amigo Invencible. Sus letras hablan de sufrir por amor (“Bahía”) o de una búsqueda introspectiva y el miedo a la soledad (“No tiene nombre”). Hay percusión folklórica, progresiones de acordes despojados, teclados, samples, bases electrónicas y una vibra post-adolescente (rabiosa, febril, incierta). Emparentado con Simón Poxyran –comparten lugar de origen, juventud e irreverencia- se convirtió en un referente de la escena independiente mendocina que avanza a paso firme a fuerza de talento manso y aire fresco. Pablo Díaz Marenghi

9 – Sobredosis – La Patrulla Espacial

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Sobredosis sería el primer disco afuera del indie para La Patrulla Espacial. El tiempo y la rotación por Spotify y las radios tendrán la última palabra. En vistas del desierto de lo real para el rock mainstream argentino –un tupper de fideos recalentados que se vacía inevitablemente- la banda merece que le presten atención y la dejen vender. Afuera del millonario usufructo de la tragedia Cromañón que opera La Berisso existe una ancha avenida del medio para bandas como La Patrulla Espacial. Ojalá sepan y puedan coparla antes que Rolo Sartorio, el Temer del rock nacional, arrase con todo. Sebastián Rodríguez Mora

8 – F-A-C-I-L- Richard Coleman

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La vara había quedado muy alta con Incandescente (2013), el último disco de estudio del ex Fricción y 7 Delfines. Sin embargo F-A-C-I-L (2017) mantuvo un gran nivel con 10 canciones poderosas, que combinan su particular estilo de tocar la guitarra con virtuosismo y glamour pero bajo un hálito de crudeza con su voz que es bastante versátil, desde tonos pop suaves hasta sórdidos cuasi postpunk. Su estilo condensa guitarras al frente con melodías bailables, como en “F-A-C-I-L”. “El ritmo cuando rima” tiene vientos y ese ritmo de vodevil que tan bien explotó Turf. “Simpático” es el hit donde Coleman, en una letra muy suya, se ríe de la hipocresía y la frivolidad. “Días Futuros”, con Andrés Calamaro como voz invitada, es otro punto alto en donde es interesante escuchar al Salmón cantando en un tempo más bien bolichero. “Desechos cósmicos” corona un álbum sólido que no falla en su propuesta: canciones directas, nocturnas y elegantes con letras de amor y una arrogancia ante la banalidad. Pablo Díaz Marenghi

7 – La Flecha – Mariana Päraway 

Mariana-Paraway-La-FlechaLa cantautora mendocina supo condensar en nada más y nada menos que siete canciones una potencia musical, lírica y artística notable. Le dio forma a un disco que se encuentra por encima de algunos soliloquios monótonos y cómodos de la escena independiente. Con producción de Ernesto Neto García (Julieta Venegas, Natalia Lafourcade) y voces femeninas destacadas que le dan su impronta a esta obra, la cantautora se deja embeber por raíces nativas y ritmos latinos que coquetean con programaciones electrónicas y sonoridades pop. Mariana es una mujer empoderada, libre que también dialoga con el pulso de la época. Desde sus letras, que exponen su mirada sobre la existencia y una conexión profunda con la naturaleza, hasta en el arte de tapa, en donde por primera vez aparece ella fotografiada y en cuerpo presente. En un terreno machista y hostil como lo es el del rock, lanza sus canciones como flechas que arremeten con seguridad y frescura. Pablo Díaz Marenghi

6 – Rodar – Nebbia – Pez

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En tiempos de posverdades y crisis de sentido, Pez/Nebbia vuelven a las fuentes. Aparece la época de Los Gatos más bluesera, con la guitarra de Pappo a la cabeza, en temas como “Rock de la mujer perdida” o “Mujer de Carbón”. Himnos fundacionales como “La Balsa”, “Soy de cualquier lugar” o “Pato trabaja en una carnicería” –aquella declaración de principios de Moris que va del marxismo al existencialismo. También se oyen composiciones frescas que fueron fruto de este ensamble entre lo nuevo y lo clásico como “Rodar sin celular” o “Aromas de una esquina”. “El rey lloró/Madre” representa un punto alto en la escala de Richter de la sensibilidad y la nostalgia. Es notable también el cuidado extremo en la instrumentación y en la voz al frente, como en “Las palabras mágicas”, otra composición inédita de la dupla Nebbia/Sanzo. Los teclados de Juan Ravioli se lucen junto a las teclas del propio Nebbia y por momentos suenan al Carlos Cutaia de Pescado Rabioso. Rodar marca un precedente. Da cuentas de cómo es posible repensar el pasado a través del tamiz del presente. El escucha se divierte trazando paralelismos entre la esencia de Los Gatos, la cadencia tan Nebbia que surfea entre Los Beatles y Gilberto Gil y ese rock progresivo para las almas sensibles con el sello característico de Pez. Mientras los eunucos bufan respecto a la agonía del rock local, bien podría sonar un verso de Litto que no aparece en este álbum pero cuya esencia resuena: “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia: la verdadera historia, quien quiera oír que oiga”. Pablo Díaz Marenghi

5 – Los Magos – El Estrellero 

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El quinteto platense, que sorprendió a la crítica con su gran disco debut Drama (2016), revalida sus credenciales con Los Magos (2017). Aquí todo su imaginario se profundiza: guitarras en estéreo que se entrelazan en un diálogo quirúrgico (léase Television), reminiscencias a lo oriental y una relectura de la épica en el rock. Juan Irio, Lautaro Barceló y Alejo Klimavicius se lucen como intérpretes y compositores. Se destaca el comienzo con la seguidilla: “Castigo al desamor”, “Desventajas”, “El deseo de fascinar” y “Los Magos”. Además, se dan el lujo de plantear metáforas políticas tamizadas de pop-rock moderno, que podrían relacionarse con la época, como en “Los incendios” donde se habla de “la farsa de la rebelión” y de que “es hora de quemar la corte”. La banda reconoce que le gusta trabajar la contingencia y subsumirla en juegos del lenguaje. En este álbum hay más experimentación y un mayor vuelo compositivo (“Alborada” mezcla programaciones electrónicas con guitarras despojadas”). También hay psicodelia, influencia del rock por capas circa The Pet Sounds y, por sobre todo, un envalentonamiento de la canción y una ambición que se cristaliza bajo el prisma de la elegancia.  Pablo Díaz Marenghi

4 – No es privado – Viva Elástico

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Alejandro Schuster es un poeta. Uno de los románticos. Hay un gen Viva Elástico que termina por consolidarse con este nuevo elepé, rectificando esa idea de que el disco número tres solidifica un sonido definitivo. En el link oficial del disco en YouTube hay un comentario que arranca en la pole position con una premisa que si bien es simple, interpela de lleno el ADN del grupo: “taller de estribillos”. Viva Elástico logra eso sin ser mainstream, sin tranzar con nadie. A no confundirse, si ahora están en un sello más grande es exclusivamente por su calidad sonora y letrista. Puede resultar complicado situarse en perspectiva con un trabajo que vio la luz hace tan poco tiempo, pero No es privado es un disco redondo, prácticamente sin fisura alguna. Juan Martín Nacinovich

3 –  Agua Ardiente – Los Espíritus

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“Jugo” y “Perdida en el fuego” son muestras del sonido espíritu, hoy ya una característica propia del inventario de la banda: las raíces del rock que se mezclan con un matiz psicodélico propio de un Western, sumando cadencia blusera y una base rítmica latinoamericana. Dos de los puntos más altos se suceden entre “Esa luz” y “La mirada”: la primera con promesa de hit instantáneo; la segunda narra la tensión de un encontronazo entre un pibe y un hombre en un subte colmado. Moraes intercede con “Mapa vacío”, un track más cercano a la periferia de la banda que a su núcleo. La intensidad baja durante el trecho final con “Las armas las carga el Diablo”, que reza “las armas las carga el Diablo / y las urnas si está de humor / si le anda la lapicera le agrega un verso a la constitución” y “Luna llena”, una hermosa balada de fogón que cantan a dos voces Moraes y Prietto. Si bien este pasaje no contagia ese elemento propio del baile y/o movimiento, sirve para apaciguar correctamente las aguas. “El viento”, finalmente, retoma ese sonido inconfundible, cerrando un álbum solido que si bien no arriesga tanto, situado en perspectiva a los dos opus anteriores, verdaderas piezas maestras, es un paso adelante en las andanzas de Los Espíritus. Juan Martín Nacinovich

2 – Labios del Río – Acorazado Potemkin 

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En silencio y al costado del gran foco de atención del mainstream, Acorazado Potemkin viene construyendo desde 2011 una carrera sólida y reforzada, ahora, con tres discos brillantes. Mugresacudió el panorama del rock argentino por ser un álbum que hacía honor a su nombre, a partir de un formato de power trío atravesado por la distorsión sucia, la potencia rockera, nervio punk, melodías tangueras y letras ingeniosas sobre amor y desamor: hoy, viendo las cosas en perspectiva, tal vez sea justo ubicarlo como el mejor disco local desde entonces. Remolino (2014) redobló la apuesta de ese sonido volcánico y abrasivo, con canciones para coleccionar sobre la lucha cotidiana de los trabajadores a bordo de un tren (“Miserere”) y focos de atención sobre lo fácil que es activar el fascismo latente en la clase media: “El pan del facho”. Labios del Río ganó su lugar entre lo mejor del año a partir de una nueva síntesis genial de esa furia valvular mezclada con la influencia del tango que Juan Pablo Fernández heredó de su paso por Pequeña Orquesta Reincidentes. Pero también es cierto que el sonido de la banda ha ido evolucionando y -más allá de que en vivo siguen despertando a la bestia rockera y son la verdadera aplanadora del rock and roll- hoy presenta matices que hacen que sea injusto seguir catalogándolos como simple power trío. Matías Roveta

1 – La Síntesis O’Konor – El Mató a un Policía Motorizado

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“Esta vez voy a hacer lo inesperado”, canta Santiago Barrionuevo –voz y bajo de El Mató a un Policía Motorizado- sobre la placidez nocturna de “La Noche Eterna”, con unas guitarras delicadas que resplandecen como sostén emocional dentro de un marcado clima de derrota. Es una historia de desamor y un pedido de contención hacia una pareja esquiva, pero esa línea de la letra bien podría servir para definir la jugada búsqueda artística de La Síntesis O’Konor, el nuevo disco de la banda platense que abrió el camino para el crecimiento del rock emergente argentino post Cromañón. A lo largo de estas nuevas diez canciones poco (o nada) hay del típico nerviosismo indie de guitarras distorsionadas, cruzadas a cada lado del canal con líneas de bajo minimalistas en el centro, esa base sonora en la que se apoya la trilogía de Ep’s conceptuales (Navidad de ReservaUn Millón de Euros y Día de los Muertos) que consolidó a El Mató como la mejor banda de su generación. Hubiera sido cómodo (y redituable) para ellos quedarse con eso, pero en su lugar El Mató decidió –en el pico de convocatoria que cristalizaron la serie de shows en Niceto durante 2016- moverse de las zonas de confort y apostar por un cambio. Es un giro conceptual alla David Bowie en el corazón del indie argentino que puede ser celebrado en un doble sentido: como gesto heroico en sí y porque, además, el resultado de esa búsqueda materializa uno de los mejores discos de la banda. Matías Roveta