Narcoiris no da un paso atrás y en su segundo disco, El primer enemigo del hombre, presenta batalla desde el minuto cero.

Por Gabriel Feldman

La confrontación ya está delineada con un título como El primer enemigo del hombre. El excelente arte de tapa a cargo de Estudio Gogogoch (reconocidos por su trabajo con Pez, Humo del Cairo, Morbo y Mambo, Honduras, Lumbre, entre otros) no hace más que ratificarlo. De cara a los cielos está el hombre misterioso de traje, amenazado por ese ente femenino que suponemos no tendrá piedad. Una espada en cada mano no nos deja pensar lo contrario.  En este segundo disco, editado por Venado Records, Narcoiris se planta y no va a dar ni un paso atrás. Apenas le damos play lo confirmamos.

El golpe seco en la chancha y el arranque en solitario de la batería hace temblar el suelo y antecede un avance furioso que parece la estampida de una manada de elefantes (¡y son tres!). Entonces por un lado tenemos un sonido potente y denso que, como bien definen ellos mismos: “suena fuerte, pero nunca se desboca, es violento pero nunca descontrolado. Un acto de precisión, una demostración de poder. Hacemos riffs y hacemos canciones”. Con la precisión que implica la grabación a la vieja usanza, en cinta de dos pulgadas y en vivo, digno de las influencias de Led Zeppelin, Black Sabbath y el legado que empezó a construir Josh Homme a mediados de los ’90.

Y en complemento al sonido, una batalla que se desenvuelve a lo largo de las nueve canciones. ¿Quién es el enemigo? El enemigo puede ser cualquiera, incluso uno mismo si querés darte pelea. Y la pelea está. Lo que deja una relación trunca obliga a repensar acciones. El otro será un espejo para poder reflejarse y reverse. Entre aseveraciones y dudas, somos partícipes de las idas y vueltas de aquél que quiere olvidar pero no puede dejar de pensar en ella.

Es una procesión que va por dentro. Un viaje donde no hace falta equipaje. Tal vez tengamos que movernos para salir de las zonas de confort, pero los caminos se recorren por sobre todo en la cabeza. Los paisajes naturales que se dibujan en las letras (el mar, el viento, la montaña, el monte, la lluvia, los bosques) aparecerán como metáforas del “despertar” y también como lugares de refugio, alivio cuando haga falta y reflexión, en contraposición a lo que puede ser una ciudad caótica y llena de recuerdos – “Cada vez que abro la puerta, veo sus ojos llenando mi lugar (…) Y voy detrás del sol, mi hogar. Cada vez que escucho el viento, tantas palabras que sabré recordar. Las llamas devoran mi tiempo, en la montaña buscaré despertar” (“Despertar”); o por ejemplo “volveré al bosque… en el silencio recordaré lo que fui”;  “en el camino la lluvia me sanará” (“Dinero 1970”). Into the wild física y mentalmente con Narcoiris, desandando las vueltas de este hombre confundido por el fin de una relación, pero con determinación para salir adelante.

Y cómo voy a seguir escapando de tu luz”, se pregunta, en “Espiral”, mientras que arremete más decidido en “Acción”: “no necesito hablar, sólo sirve pasar a la acción. Ya no quiero pensar, ya no quiero esperar sin razón”. En este tono, el “ya no sé si vendrá” de “Vendrá” parece evidente, aunque la vertiginosa pieza sirve como antesala para uno de los platos fuertes del disco, el tándem “Dinero 1970”-“Maten al niño”, donde la búsqueda existencial ubicada en la soledad del bosque presenta el momento oportuno para que el trío deje fluir sus influencias psicodélicas más viajeras y ayuden a terminar de ascender en este recorrido de autoconocimiento. Del blues deformado y aletargado, terrenal, al despegue cósmico: hiperconciencia-estelar.

Al final, siguiendo los pasos de este desdichado, las dudas le ganan a las certezas. En “Sigue el camino”, una bella pieza acústica matizada con las notas de piano, la voz cansina de Finger arrastra con dejo melancólico una posible solución: ante todo, seguir el camino. Como cantaban Los Natas en “Sigue, Sigue”, hay que dejar atrás para vivir mejor. Pero tampoco hay que ser ingenuo, nuestra memoria no funciona como la de las computadoras –clic derecho, eliminar archivo, vaciar papelera de reciclaje– , y serán esas experiencias (sin arrepentimientos, como remata en “Recuerdo”) las que terminen formándonos y des-formándonos: convirtiéndonos, al fin y al cabo, en lo que somos.

El primer enemigo del hombre es un universo bien construido que obliga a escucharlo de principio a fin. 40 minutos que te dejan sin aliento. Del “Despertar” al “Recuerdo”, y ese final en seco que nos obliga a volver a realizar el camino: pero ahora en sentido inverso, del recuerdo al despertar. Sin lugar a dudas Narcoiris redondeó un disco ineludible, que confirma un excelente presente de ese circuito que se bate entre la pesadez, el trance y la canción.//z

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