Sin previo aviso, Pe’ahí llegó a nosotros. El séptimo álbum de la banda danesa The Raveonettes trae un nuevo sonido, repleto de particularidades exquisitas como los falsetes de Sharin Foo y la prosa herida de Sune Rose Wagner. ¿Será el principio de otra década dorada?

Por Estefanía Lestanquet 

El factor sorpresa fue sin duda el recurso más utilizado por The Raveonettes en esta última creación. Para el asombro de sus seguidores, el 22 de julio el dúo danés editó Pe´ahí, sin noticia previa que alertara sobre algún ingreso a estudio. Para continuar el pasmo, al darle play a la obra, lo que se escucha es alejado a ese frío sonido europeo que venían forjando. Las olas, el mar y su actual residencia californiana, se apoderaron de la música que da vida a esta séptima placa.

A esta altura y con  más de diez años de carrera, Sune Rose Wagner y Sharin Foo no dudan en hacer un disco sucio, desprolijo y eclético. Es parte de la esencia de la banda y de lo que los hace un poco más ellos mismos. Aquellos matices oscuros que empezaron a aflorar en Observator y Raven In The Grave, este disco los multiplica. Y no es un dato menor el conocer la muerte del padre de Wagner, en la semana de navidad, como la causa principal que envuelve a las canciones en un éter aún más sombrío que el esperado. Las drogas, el sexo y la autodestrucción ya no son tópicos principales en la historia. Pero lo que bajan en prosa intentan subirlo en melodías: la inclusión de arpas, coros, xilófonos, arreglos electrónicos y esos retazos del rock de los 50′ y 60′ hacen que Pe´ahí no sea una oda a la depresión, sino una manera de combatirla.

El disco empieza con “Endess Sleeper” y la reflexión de Wagner respecto de una ola que casi termina con su vida. Para ornamentar la anécdota, un rasgueo sucio de guitarras y una base que resuena al viejo estilo garage. Por su parte, “Sisters” parece haber nacido en los 90′, épocas doradas del grunge. El climax no cambia y otra vez Wagner hace catársis de sus experiencias más oscuras. En el primer tramo se encuentra “Killer in The Streets”, la mejor canción del disco, marcada enteramente por un bajo perfecto y aterrador. La primera mitad termina con “Z Boys”, canción que tiene la particularidad de un largo interludio que parte el tema en dos y confunde un poco al tratar de entender su finalidad.

En el último tramo, “A Hell Below” podría convertirse fácilmente en un himno contra la infidelidad, sentenciada con un: “I don’t ever wanna see you again” (“No quiero volver a verte nunca más”), frase que suele tener poco rigor en estos casos. “The Rains of May” es un invento quizá desacertado pero que no deja de sorprender sobre la capacidad experimental del dúo. Para cerrar este viaje lisérgico, “Kill” y el sonido erosionando dentro de una caja negra. El toque final con “Summer Ends”, la catarsis termina con el verano y con un bello solo de piano que esparce destellos de alivio.

Pe’ahi no suena ni parecido a ninguno de los otros registros de la banda  y una de las causas fundamentales son los breakbeats en exceso que usaron los daneses para terminar la producción del álbum. Lo importante es que a pesar de la inclusión de nuevos recursos, Raveonettes siguen sonando simples, sucios y viscerales como nos gusta. La diversidad de sonido que la banda lanza en Pe’ahi es ciertamente refrescante, pero se necesita un tiempo para poder tomarlo de una manera natural.

Para finalizar, la daga que ilustra el disco es sólo anecdótica, otra vez The Raveonettes nos demuestran que lo que no los matan los hacen más fuertes.//z

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