A 45 años del debut de Manal, charlamos con Claudio Gabis, leyenda viviente de la guitarra argentina. Trazamos junto con él un recorrido por su trayectoria, desde el iniciático show del rock nacional en el Teatro Apolo hasta el comienzo de una gira nacional que empezó para celebrar sus más de cuatro décadas arriba de un escenario.

Por Matías Roveta

El taxi se detiene sobre la calle Rosario y en su interior alcanzo a distinguir a dos personas: del lado de la ventana hay un hombre treintañero, con pelo largo y anteojos negros. No es él, me digo a mi mismo y sigo esperando. Pero, quien baja desde la otra puerta lleva consigo un par de rasgos que resultan inconfundibles: su barba candado fundida a la altura de las patillas con su pelo corto y canoso, su estatura media, su cálida mirada de ojos azules y una imponente guitarra eléctrica enfundada y colgada del hombro. Es él, definitivamente él: Claudio Gabis, una verdadera leyenda viva del rock argentino. Al verlo, me incorporo para saludarlo a él y a Frans Banfield –el joven músico y amigo que lo acompaña- y lo que seguirá a continuación es algo que puede ser definido como una perfecta postal de rock nacional: Claudio Gabis recorriendo con recuerdos su vasta trayectoria como músico desde la comodidad de un departamento en Caballito, el mítico barrio porteño en el cual nació y se gestó –hace más de cuatro décadas- el trío argentino fundacional por excelencia: Manal.

Arreglar este encuentro con Gabis no fue fácil y el hecho de finalmente haberlo concretado puede servir para hablar de él como persona: alguien considerado un buen tipo dentro de la escena del rock local. Desde 1989 Gabis vive en Madrid junto a su familia y solo visita Argentina esporádicamente, razón por la cual es ampliamente requerido por los medios locales cada vez que vuelve al país. Durante semanas, hubo que cruzar varios llamados y él apeló siempre a su paciencia infinita y buena predisposición para poder realizar esta nota. Incluso, con humor: “A la mañana estoy más liberado. Vamos a tener que hacerlo temprano, a eso de las de las seis”, me dijo en uno de los llamados para luego aclarar que estaba bromeando. Una vez iniciada la charla, de hecho, pide disculpas por las idas y vueltas y aclara que tenemos todo el tiempo que sea necesario.

Para esta visita puntual la prensa tenía razones extras para buscar testimonios suyos: lo que motivó su llegada a Buenos Aires es la realización de una gira nacional como festejo por sus cuarenta y cinco años en la música. “El disparador es el aniversario del show debut de Manal: el 12 de noviembre de 1968. Ese es el día de mi comienzo como músico profesional”, explica Gabis. Esa fecha histórica en el Teatro Apolo de la Avenida Corrientes está considerada el inicio, además, de lo que conocemos como rock argentino. “Hasta ese momento el rock se venía tocando en clubes para que la gente lo bailara, como un entretenimiento. Todavía no se había instalado en los teatros, todavía no existía el concepto de ir a un lugar a escuchar a una banda de rock y apreciar su música: eso nació ese día”, enfatiza Gabis y deja en claro que- en la era de las constantes relecturas musicales del pasado- la que él propone es una de las que realmente vale la pena.

Además de tocar seguido para desarrollar un movimiento, había en esas bandas  iniciáticas de las que habla Gabis -Manal, Almendra y Los Gatos- un ideal transformador y revolucionario: “El querer que la realidad fuese de otra manera, pero no dogmáticamente ni desde el punto de vista del discurso político, sino desde la expresión poética y con la mejor intensidad musical”, explica el periodista Miguel Grinberg en el documental Rock Nacional, la historia de Canal (á). Los jóvenes músicos imbuidos de ideas contraculturales que solían juntarse en La Cueva y La Perla del Once, los dos reductos desde los cuales se gestó todo, tenían delante suyo un primer desafió para poder consolidar al incipiente rock argentino: hacer letras en español. Probablemente en ese rubro, la importancia de Manal sea definitiva: las letras de Javier Martínez, baterista y cantante del grupo, estaban cargadas de una épica porteña y barrial que calaron hondo en una sociedad que no estaba habituada al impacto poético de versos inspirados en forma de canción de rock. Eso le permitió al grupo llevar su música a los suburbios: otro paso fundamental en el desarrollo del rock nacional. Surgidos en el seno del Instituto Di Tella de la calle Florida –el centro de la vanguardia artística porteña de los ’60- Manal rompió con esa barrera capitalina y paseó su blues rock por lugares como Lomas de Zamora o Avellaneda. Gabis recuerda esas épocas y reconoce la calidad de Martínez como letrista, con quien -a escasos metros de acá- solía ir a tomar cerveza a alguno de los bares que había frente al Parque Rivadavia cuando la idea de una banda de blues en castellano era un sueño descabellado en la Argentina de 1967.

Bastó la edición del disco homónimo debut que el trío publicó en 1970 por el mítico sello independiente Mandioca de Jorge Álvarez y Pedro Puyó para que ese sueño se convirtiera en una realidad: aún hoy a ese álbum se lo sigue considerado, no solo una de las grandes obras de la historia del rock argentino, sino incluso la mejor placa de blues en castellano que alguna vez se haya hecho acá. Gabis habla con orgullo de su pasado y, más allá de reconocer su gran trayectoria, sitúa a Manal (1970) como el punto más alto de su carrera: “Es un hecho único, irrepetible. Ese disco tiene un nivel de calidad que no era común en los grupos de esa época, con una presencia muy importante de la improvisación, con espontaneidad y letras interesantes. Se juntaron una serie de cosas que generaron la eclosión de un fenómeno que acá no existía”.

Sobre la pared blanca y límpida de este departamento que suele ocupar Gabis cada vez que está de paso por el país (“es de un amigo”, concede), descansa una de sus guitarras dentro de su funda. No es la famosa Repiso -fabricada por un lutier español que vivía en Buenos Aires- que usó para grabar himnos como “Jugo de Tomate Frío” o “Casa con diez Pinos” en 1969 los estudios T.N.T para el disco Manal. Con esa viola emblemática, que aún conserva, registró algunos de los mejores solos de la historia de nuestro rock en una sola toma e improvisando completamente dentro de la sala. Por ejemplo, en “Avellaneda Blues”: una muestra sublime del gusto de Gabis como guitarrista, con su punteo delicioso que encadena notas cálidas y jazzeras. Si se hubiera retirado al día siguiente de grabar esa joya, su figura sería igual de importante: por suerte no lo hizo, pero seguramente ese es su momento definitivo como guitarrista. La historia detrás de la canción desnuda, además, otra de sus pasiones: los trenes. El músico solía hacer excursiones a la zona ferroviaria de Avellaneda y, en una de ellas, durante una noche del verano de 1968 junto a su amigo Luis Gambolini, lo arremetió la inspiración: luego de caminar varias horas sobre las vías, regresó a su departamento de Caballito y escribió casi de un tirón la armonía y un bosquejo de la letra. Cuando le pasó lo que tenía a Martínez, un par de noches después, el cantante hizo esa hermosa pintura suburbana sobre la zona fabril del Dock de Avellaneda y el blues por antonomasia del rock argentino cobró vida. El resto es historia.

Tras la disolución de Manal luego de su segundo Lp –El León, de 1971-, Gabis integró otra banda fundamental: Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll. Formada en 1970, La Pesada se convirtió en una suerte de grupo abierto por el que desfilaron prácticamente todos: Luis Alberto Spinetta, Pappo, el propio Billy Bond y muchos otros como Vitico, Héctor “Pomo” Lorenzo, Black Amaya, Kubero Díaz, Jorge Pinchevsky, Isa Portugheis y Pajarito Zaguri. La Pesada tenía un sonido duro de proto heavy metal y, sus músicos, una estética desalineada y desprolija; sin embargo, es uno de los grupos más prolíficos en la historia del rock argentino, con una conducta sumamente profesional: entre 1971 y 1974 editaron cuatro discos de estudio propios y, además, funcionaron como la gran banda de sesionistas de la época con la que Rául Porchetto, David Lebón, los Sui Generis y Alejandro Medina, entre muchos otros, grabaron sus discos debut. El propio Gabis, que tocó en los álbumes de La Pesada Tontos (1972) y Volumen 4 (1973), usó a esa banda para el lanzamiento de su carrera solista: junto a ellos grabó Claudio Gabis y La Pesada, de 1972, obra que incluye los clásicos “Boogie de Claudio” y “Blues del Terror Azul”.

Cuando se le pregunta qué lugar ocupa La Pesada en la historia, Gabis no duda y le da a esa banda el justo reconocimiento que merece. “A comienzos de los ’70, cuando se separaron Los Gatos, Manal y Almendra, el rock argentino pudo perfectamente haber desaparecido. Se sentía un gran bajón, sobre todo en la gente que iba a los recitales. Sin embargo, La Pesada fue la banda que colaboró para que el movimiento continuara: nucleó a muchos músicos que habían quedado a la deriva y desarrolló una extraordinaria actividad: durante un año y medio grabamos todos los días en los estudios Phonalex y produjimos la mayor parte de los discos que sentaron la base de la siguiente generación: Lebón, Porchetto y Sui Generis. La Pesada constituyó el eslabón de unión entre la primera etapa del rock argentino y todo lo que vino después”, analiza con conocimiento enciclopédico y rigurosidad de crítico Gabis -quien realmente parece disfrutar analizando su pasado- desde la comodidad de un sillón y con la Avenida Rivadavia a sus espaldas: esa calle conocida para algunos por su extensión, y para otros por la genial canción del disco debut de Manal. Gabis también cuenta que, en términos profesionales y económicos, La Pesada fue lo mejor de su carrera. Pero, lamentablemente, ese éxito no duró mucho: en 1973, luego de participar en el iniciático rockumental argentino Hasta que se Ponga el Sol, Gabis emigró a Río de Janeiro, Brasil. En varias oportunidades ha dicho que se fue enojado y temeroso con Argentina, que la difícil situación socio-económica pre-Dictadura ya anunciaba los duros tiempos que se venían.

Además, su viaje a Brasil tuvo que ver con otro tipo de búsqueda, motivado por el perfil andariego y aventurero presente en el guitarrista. El afán de conocer gente, otras maneras de vivir, otras culturas y, fundamentalmente, otras músicas, lo llevó a vincularse con, por ejemplo, Ney Matogrosso: junto a ese reconocido vocalista brasilero Gabis desarrolló otras facetas como músico al vincularse con el rock, pero también con el jazz, la samba y el pop. Años más tarde, también en Brasil, formó parte del grupo de jazz fusión Index y, si se tiene en cuenta que su primer banda (Bubblin Awe, anterior a Manal) tenía influencias progresivas y psicodélicas, está claro que siempre hubo y siempre habrá mucho más que blues en el horizonte del guitarrista. Ese interés plural por distintos géneros está íntimamente vinculado con su juventud y con ciertos hechos que fueron decisivos: el temprano acceso a vinilos de música afroamericana, la lectura en inglés de revistas especializadas -como la Downbeat- y un viaje a Estados Unidos junto a sus padres en el año 1967 del cual volvió con una pila de vinilos de Bob Dylan, Muddy Waters, Robert Johnson, los Beatles, Donovan, pero también de Ravi Shankar y Jefferson Airplane, entre otros. “Vinilos que acá casi no existían”, dice y amplía: “La información que tenía, junto a mi discografía y a mi interés, no solo por el blues, sino por muchas otras músicas, me permitió desarrollarme como un músico ecléctico. Alguien que siempre se sintió libre para absorber cosas nuevas y no encasillarse en algo fijo”.

Tras una temporada viviendo en Brasil, Gabis regresó al país para la vuelta de Manal con una serie de shows en el estadio Obras en 1980: el valor histórico de esos conciertos radica en que las nuevas generaciones pudieron conocerle finalmente la cara a la leyenda. Con la inercia del éxito de ese reencuentro, editaron un nuevo álbum de estudio: Reunión (1981). Pero ya no era lo mismo: la relación entre Gabis y Martínez se fue tensando cada vez más y la cosa no siguió. Además, en 1989 la coyuntura económica desfavorable e hiperinflacionaria metió la cola de nuevo y Gabis, finalmente, decidió poner fin a su vida en Buenos Aires: se mudó junto a su familia a Madrid.

Una vez instalado en España, el guitarrista explotó otra de sus facetas: la de músico-docente. Ya había estudiado en la prestigiosa Berklee College of Music de Boston a fines de los ’70, en un paréntesis durante su vida en Brasil, pero fue en Europa donde pudo encauzar definitivamente su pasión por la enseñanza: durante más de una década estuvo al frente de la Escuela de Música Creativa de Madrid y, además, dictó infinidad de clínicas y cursos privados. “El rol de docente es algo que nació naturalmente: para mí el enseñar es inherente al hecho de ser artista. Con el tiempo me fui apasionando cada vez más y eso me permitió editar un libro”, explica Gabis sobre Armonía Funcional (2006), un clásico sobre la enseñanza en música. Hablar de la docencia parece motivarlo tanto como hablar de música y, en cada nueva respuesta, profundiza un poco más: “La docencia no solo me permite transmitir yeites de guitarra o cosas musicales, sino también una cierta ideología que yo tengo sobre lo que es el arte. Para mí el arte es algo muy importante y constituye el terreno donde la humanidad sueña y crea: a lo largo de las épocas el arte ha transmitido el espíritu del ser humano”.

Algunos días después del encuentro con Gabis compruebo, sin embargo, que -más allá de las conferencias, las clínicas y los libros- el lugar en donde el guitarrista puede transmitir mejor todos sus conocimientos es el escenario. No hay como la potencia viva de una gran canción de rock para que los presentes entiendan la calidad artística de una obra. Y, de nuevo, volvemos a “Avellaneda Blues”: acompañado por un super grupo llamado La Cofradía del Blues que incluye -además de Frans Banfield en voz y guitarra- a Black Amaya en batería, Ciro Fogliatta en teclados y Alejandro Medina en bajo, Gabis toca una versión soberbia de ese tema y su extenso solo es una verdadera clase de blues tocado con maestría. La sentida ovación del público multi generacional en The Roxy sirve como prueba de la trascendencia de esa canción inoxidable. El show también incluye otros clásicos de Manal –como “No Pibe”, “Todo el Día me Pregunto” o “Porque Hoy Nací”- y gemas como “Rock de la Mujer Perdida”, de Los Gatos, o “Desconfío”, de Pappo’s Blues. Así, el festejo de Gabis se convierte en una celebración personal junto a sus amigos, pero, sobre todo, en un brillante resumen de lo mejor de la generación fundacional: no son muchos, después de todo, los que pueden hacer coincidir su debut como músicos con el inicio de la cultura rock argentina.