En el corazón del barrio de Congreso, un franco-argentino ofrece un ciclo de cine único en su estilo.

Por Mauricio Pérez Gascué

El Cineclub Pasaje 17 funciona desde el año pasado en la galería que lleva el mismo nombre y que pertenece al sindicato APOC (Asociación del Personal de Organismos de Control), ubicado en Bartolomé Mitre al 1500, pleno barrio de Congreso. La galería fue creada para promover distintas artes y darle prestigio al sindicato. Las proyecciones se desarrollan en un auditorio ubicado en el subsuelo de la galería, equipado con antiguas butacas restauradas y un proyector digital que le dan un aspecto de viejo cine de barrio remodelado y redecorado a tono con el resto de la galería de arte.

Es imposible hablar de este cineclub sin hacer referencia a su coordinador ya que hay mucho de él en el lugar. Juan Antonio es francés y también argentino, nacido y criado en París por sus padres argentinos, y hace ya siete años que vino a quedarse en su otra patria. Tiene un exquisito gusto por el cine y le dedicó toda su vida al séptimo arte. A pesar de su erudición sobre la materia se expresa con conceptos muy claros sobre todo para el espectador común. Esto quizá se deba a que todavía conserva un reconocible acento francés trabajado para hablar un perfecto castellano. Es el encargado de coordinar y hacer funcionar al cineclub en todos sus detalles. Desde la programación de los ciclos, conseguir el material a proyectar, difundir el espacio, atraer nuevos espectadores y hasta la preparación de la introducción de rigor que se hace siempre antes de la proyección de la película. Organiza la programación mensual en torno a una temática unificadora que le permite dar a conocer obras maestras olvidadas, precedidas por una charla iluminadora respecto al tema en común del ciclo y éstos suelen ser tan particulares como atractivos, por ejemplo “La relación de la Nouvelle Vague con la extrema derecha” ó “Poor White Trash – La pobreza infamante del blanco americano”, donde abundan películas mayores de 40 años.

Todos los viernes de cada mes, exceptuando el último (día en el que en la sala se ofrecen ciclos de Jazz) los espectadores se acercan al cineclub un rato antes de las 20 horas para darse cita en el bar que funciona en la antesala del auditorio y compartir un café y/o una charla mientras esperan que se haga el horario de la función. El público que asiste a este cineclub está conformado en su mayoría por personas que promedian los 30 años y van hasta la tercera edad, aunque de a poco el espacio va captando espectadores más jóvenes. A su vez pueden distinguirse dos grupos, una gran masa de habitués que concurren cada semana independientemente de lo que se proyecte y otra porción de público que va rotando en relación a lo que se va a ver. Por ejemplo, hay un grupo de señoras que suelen ausentarse cuando se proyectan películas de terror, que a su vez suelen atraer a espectadores ocasionales que van seducidos por su género favorito. Cuando en la función está programada una película que no supera los 100 minutos, se incluye la proyección de un cortometraje de producción nacional antes del largometraje acompañado de la presencia de su director, lo que favorece la afluencia de un público nuevo. Como el espacio es gratuito pero muy codiciado debido a las prestaciones del lugar, es fundamental el apoyo del público a las funciones del cineclub para que pueda sostenerse en el tiempo. Misión que de momento Juan viene consiguiendo con mucho esfuerzo y dedicación.

Una vez en sus butacas, antes de que comience la película, Juan da una charla introductoria muy enriquecedora, alejada de los términos académicos y cercana al contexto sociocultural de cada película, con especial hincapié en los factores que le dan cohesión al ciclo. Luego de diez minutos de intercambios de conceptos y preguntas con los que asisten, despertado el entusiasmo por la película en cuestión, se proyecta el film. Una vez terminado -considerando el día y el horario- muchos se van a continuar la charla post film en algún lugar de comidas de la zona. Otros se retiran en cámara lenta, tratando de prolongar un rato más la experiencia, acercándose a Juan Antonio para que les cuente algo más al respecto de la película, de lo que sabe de cine, como hicimos nosotros y esto fue lo que nos contó:

“La gente de la galería de arte Pasaje 17 me dio la increíble oportunidad de armar el cineclub de arriba a abajo. Coordino el cineclub y armo su programación, pero también estoy a cargo de su comunicación, de conseguir una audiencia, y sobre todo de “diseñar” la experiencia del público.
Pude tomar la decisión por ejemplo de mostrar dos películas por función, inspirándome quizás en el funcionamiento de la cinemateca francesa y la cinemateca de Paris de antes, la ciudad donde crecí. De chico prefería ir a la cinemateca antes que al cine de mi barrio porque sabía que tendría “más cine”, y eso justificaba hacer un viaje más largo. Pero también el yuxtaponer dos películas de esa forma, el ponerlas en resonancia permitía entender muy gráficamente que habían una multitud de discursos y debates estéticos, políticos, sociológicos, compartidos. Que más allá de la experiencia de cada película hay una serie que se inscribe en un tiempo más largo, que es el cine.
Otra decisión que tomé fue organizar la programación temáticamente, en lugar de organizar ciclos por director o por género por ejemplo, con la misma preocupación de poner en evidencia aquello que se encuentra entre las películas”, comenta Juan.

AZ: ¿Cómo conseguiste en lugar, cuánto costó acondicionarlo?

J: la idea nació a partir de una discusión que tuve con la directora de programación de la galería, Mariana Cesar. Disponían de ese auditorio extraordinario de 63 butacas con un proyector en el subsuelo, cómodo, agradable, limpio, que usaban para ciertas muestras de arte o conciertos. Ya tenían todo.

Tenemos un proyector digital, lo cual nos da mucha libertad y versatilidad para elegir las películas. Siempre intentamos conseguir los archivos que tienen la mejor calidad, pero la programación es prioritaria: queremos redescubrir grandes películas que a veces han sido un poco olvidadas. Por eso si algún día tenemos ganas de mostrar una película difícil de conseguir y no encontramos un archivo de calidad óptima entonces avisaremos al público pero lo mostraremos igual.

Somos capaces de mostrar de todo, pero fundamos la programación sobre los principios de curiosidad y descubrimiento: antes que volver a mostrar el “Scarface” de Hawks preferimos permitir que la gente descubra otras obras maestras no tan conocidas como puede ser Johnny Eager de Mervyn Leroy.

AZ: ¿Piensan funcionar solamente los viernes o dependiendo del público cabe la posibilidad de ampliar las funciones?

J: estamos en un periodo de pruebas. Eventualmente podría haber más funciones. Siempre pensé que sería una gran idea organizar funciones especiales para padres con sus niños donde no teman hacer ruido y molestar al vecino, por ejemplo los domingos a la mañana. Podríamos dar los clásicos del cine de animación checo, o las películas de Lotte Reininger, ¿por qué no?

AZ: ¿Cómo se solventa el espacio, considerando que la entrada es gratuita?

J: la galería hace eso para intentar atraer a un nuevo público. Igual ellos mismos no hacen beneficios, pertenecen a Ospoce, que es la obra social de Apoc (un sindicato de la función pública creo). Es un lugar que está para darle prestigio al sindicato creo.