La tarde de la ciudad mostraba su cielo más doom mientras tomaba lugar la segunda fecha del Festival Noiseground con las presentaciones de 3 Miligramos, Kayros, Sutrah, Mambonegro, Banda de la Muerte y Poseidótica. Rock pesado, psicodelia y bluses deformes en el barrio del Abasto.

Por Gabriel Feldman

Fotos de Pablo Lakatos

Ya me olvidé cuando fue la última vez que miré para atrás. Hubo un momento de la noche en que dejé de tantear el contexto y de pronto ya no me podía mover con tanta soltura. Uno se termina entregando al sonido al fin y al cabo. El clima no privó a los que tenían que ir. ¿Qué es un poco de agua? Eso, agua. Un poco de agua, nomás. Tempranito, puntual, a las seis de la tarde, salió 3 Miligramos. Y desde el principio el parámetro ya estaba seteado: en el Noiseground se toca fuerte y vibra el piso. De a poco fue nutriéndose la pista, al igual que el retroproyector encargado de las visuales en vivo sobre los Kayrosel, movimiento deforme de la mezcla de temperas y alcohol en un recipiente de vidrío. La luz, el espejo y la cuota extra de psicodelia. El magma de la tinta los bañaba mientras nos paseaban por toda su bronca entre tragos de whisky y agradecimientos. “De Tierras Infertiles” a “Pozo Negro”, los chilenos oriundos de Concepción dejaron una buena impresión en una nueva visita al país, con dedicatoria exclusiva a “todos los yankees de mierda”.

Es destacable lo que creció el Festival Noiseground en tan sólo un año. Se dividió en tres días (11 bandas en uno sólo día verdaderamente era mucho), trasladó su ubicación a un Uniclub renovado y con muy buen sonido, puntualidad a la orden del día –que se traduce en respeto para con el público y las bandas – y consolidó una grilla variada que reafirma algo que sabemos pero que a veces olvidamos: la Ciudad de Buenos Aires no es todo.

Armar y desarmar otra vez. Armar y desarmar fue la premisa máxima. No sólo en el reposicionamiento  de los instrumentos y equipos sobre el escenario. Es la esencia misma de la música que fuimos a escuchar. El poder del riff. Esas cuatro letras que conforman una caja de Pandora. Toda la densidad nacida del dominio de los dedos que desembocará, siguiendo su cauce, en otro tronido demoledor. La figura que bien aplicada causará nuestro desorden mental. Armar, desarmar y volver a armar. Así estábamos con Sutrah. Movimiento circular denso, sinuoso, cansino y lleno de vitalidad. Ahí el trío entregado a su deambular bajo las luces rojas. Su eterna peregrinación. Pero no en el desierto, levantando polvo en la llanura pampeana. Con facón y a caballo si es necesario, así es como viajaron repasando su más reciente lanzamiento, El camino hacía el vacío.

Minutos después, re-arme de por medio, subió Mambonegro, uno de los más esperados tanto por pergaminos como por ser una banda que habitualmente no la tenemos cerca. Oportunidad que también aprovecharon muchos de los músicos de las otras bandas acomodados como otros más entre el público. Venidos de  Santa Fe, no llegaron a tener el disco fabricado para que estuviera disponible entre los vinilos, cedés y remeras del pequeño puesto, pero en poco más de media hora nos dieron todos los argumentos para salir a buscarlo. El power trío (a tres voces también) no se guardó nada en una demostración concisa de todo su poderío sobre el escenario con homenaje a Pappo incluido (el primero que tendría la noche, Banda de la Muerte haría lo propio más tarde con “Abelardo el Pollo”) cuando durante el enganche entre “Criminal” y “Perdedor” dejaron fluir las primeras estrofas de “Sucio y Desprolijo” en una versión libre. Los aplausos no se hicieron esperar y dejaron el escenario para la presencia de La Parca.

Banda de la Muerte ya viene bastante curtido en materia de festivales, además del recorrido que tienen en los distintos escenarios de  la ciudad, las giras por Europa y Brasil parece que les ha ayudado a consolidar la alquimia de un set a medida para estas ocasiones. No pierden el tiempo y saben cómo manejar los tiempos más bien ajustados: un inicio con el tándem que abre Pulso de una mente maldita (“Te estás dejando mentir” y “Parte de mi historia”), la mencionada “Abelardo el pollo”, de su último EP de versiones, y “Dos huesos” para la alegría de quienes recodaban su gran disco debut. A todo esto Leo y Foresi de un lado al otro para las delicias de los fotógrafos que intentaban capturar alguna instantánea. “¿Les gusta el punk?”, preguntó Xon y antes de que podamos reaccionar, la combustión instantánea de “Madera Sagrada”, sintetizando sus influencias hardcore-punk en un minuto. ”A nosotros sí”. Una ráfaga secundada por una versión aún más violenta de “Hombre muerto caminando” y el final con otra vieja conocida: “Cuando no hay más que perder”. (¡Eso dios lo está mirando, satanás lo está mirando, y la muerte también!) Una coda final nos terminó de arruinar: “El sol salió del sur”. Quedó claro, les gusta el punk, rápido y ruidoso. “Ahora sí. Chau”.

“Rise Above” sonaba de fondo continuando con la mística hardcore mientras Poseidótica terminaba de acomodar sus cosas. Cabezales, pedaleras, listas, encendedor a mano, pero lo más importante, la batería de Walter posicionada al frente, en la primera línea delante de los amplificadores así como nos tienen acostumbrados. Con todo ya en su lugar y las luces apagadas, estaba todo listo para comenzar. Silencio, la pantalla proyectando escenas de un planeta en destrucción, el nuevo despliegue visual que llevaron y sirvió de introducción a la dimensión galáctica en la que se maneja el cuarteto. Un astronauta perdido en la profundidad del espacio, un planeta a punto de convertirse en asteroides y cuando el fuego cubrió la totalidad de la pantalla, entró el cuarteto entre aplausos embanderados en “La Resistencia”, nuevamente cerrando una fecha del Noiseground (esta vez con toda la formación, Hernán incluido).

El escenario más pequeño les queda bien, los cuatro pegados, concentrando toda la energía en intercambios de miradas telepáticas. El truco es que todo fluye como una improvisación mientras que cada arreglo está milimétricamente pensado. Canciones como rompecabezas de diez mil quinientas fichas que sólo ellos pueden armar, algunas más bien como muñecas rusas que se abren ante nosotros y en su interior albergan a otra, y ésta a otra, y ésta a su vez a otra, mientras la mirada quizás se te quede hipnotizada con el bombo, las letras robóticas de P-O-S-E-D-O-T-I-C-A y el tajo que se le abrió debajo. Ese parche que late, casi como un animal herido de muerte. Y seguirá sangrando.

La noche pedía algo clásico, como sugirió Martín antes de arrancar con “Hidrofobia”, la apertura de Intramundo, su primer disco recientemente re-editado, pero además de recorrer sus universos paralelos, desde “Anfibio” y “Las cuatro estaciones” hasta “Los extraños”, “Elevación” (acelerada o muerte), “La distancia” y “Tiempo y Espacio”, volvieron a la carga con algunas de las que grabarán en noviembre para su nuevo disco y que ya se han convertido en unas fijas en sus listas: “Videogame” y “Holograma”. Se despidieron con “Dimensión Vulcano” seguida del avance galopante de “El dilema del origen”, otra de las nuevas composiciones que nos despertarán la mente en un nuevo año mundialista, y quién te dice de una nueva edición del Noiseground Festival.