Terence Davies, un clásico de Nuevo Cine Argentino y lo último de Maximiliano Schonfeld para continuar nuestra imparable cobertura del BAFICI 2016.

 Por Martín Escribano

 Sunset Song (Sección Panorama / Terence Davies, 2015)

“La igualdad empieza por casa” dice el hijo mayor, y eso le basta para recibir varios cinturonazos a modo de castigo. La familia se dice socialista pero si hay algo que deja claro la antepenúltima película del gran Terence Davies es que en el mundo rural de la Escocia de principios del siglo XX, la autoridad es del pater familias. Padre, rey y Dios serán los obstáculos en el devenir como mujer de la protagonista de Sunset Song, pues al drama doméstico se le sumará el conflicto social, político y religioso de la guerra. Con escenas notables (especialmente las que aluden a la vida y a la muerte), Davies demuestra por qué es uno de los mejores cineastas clásicos contemporáneos.

La helada negra (Sección Noches Especiales / Maximiliano Schonfeld, 2016)

Las vacas mueren, la fruta se pudre, los cultivos se han quemado. En ese pueblito entrerriano habitado por descendientes de los alemanes del Volga todo parece perdido hasta que llega una extraña. Jóvenes y adultos, hombres y mujeres, verán alterado su orden, para bien o para mal. Desde su aparición, el campo de los hermanos Lell tuerce su destino: los peces se multiplican, las planas reverdecen, el tomate es más sabroso y hasta los perros corren más rápido. Hombre, fe y naturaleza son las puntas de ese triángulo que es la segunda película del director de Germania. De ella puede decirse lo mismo que de Ailín Salas, su protagonista: es misteriosa, acaso mágica.

La ciénaga (Sección Focos y Homenajes – Graciela Borges / Lucrecia Martel, 2001)

La primera de las tres excelentes películas que dirigió Lucrecia Martel hasta el momento se erige como uno de los máximos exponentes del (segundo) Nuevo Cine Argentino. Su estreno no atrajo público a las salas pero su paso por los festivales fue exitoso, cosechando premios en La Habana, Sundance, Toulouse y Berlín. Martel maneja como nadie los susurros, los cuchicheos y los murmullos que circulan por toda su filmografía y también puertas adentro y afuera de esa inmortal estancia salteña donde transcurre, en su mayor parte, La ciénaga. Quince años después de su debut en las salas argentinas su paso por el BAFICI es la oportunidad ideal para volver a ver (pero sobre todo a oír) el tintineo de las copas, las sillas arrastradas y ese “¡Chinita carnavalera!” en la  inigualable voz de Graciela Borges.//∆z