Por Matías Roveta

Solo los Beatles eran capaces de hacerlo. Solo ellos pudieron darse el lujo de ofrecer dos versiones totalmente distintas de un mismo disco, siendo ambas igualmente extraordinarias. Let It Be, el disco en cuestión, es tan brillante como polémico.

La versión original, editada en mayo de 1970, fue grabada en tres estudios distintos -el Olympic Sound, donde en 1968 John grabó partes de “Across the Universe”, los estudios de EMI en Twickenham y los Apple Studios en Londres-, en salteadas sesiones de grabación entre febrero de 1968 y enero de 1970. Fue producido también en diversas etapas: la mezcla final la hizo Phil Spector, por encargo de John y para disgusto de Paul, quien, a raíz de tensas peleas y dispustas legales en torno al resultado final del disco, abandonaría la banda declarando la oficial disolución de los Beatles en mayo de 1970. Nadie sospecharía por aquel entonces que en noviembre de 2003, ayudado por George Martin y con el consentimiento de Ringo, Yoko y Olivia Harrison, Paul ofrecería su versión “curada”, desespectorizada, de Let It Be: Let It Be… Naked, un álbum con un sonido distinto, otro orden en la disposición de las canciones y la inclusión de pistas adicionales.

Let It Be es eso: una especie de disco maldito y genial al mismo tiempo. El que más tiempo tardó en gestarse y el que ocupa un lugar especial en el corazón de los fans. Un disco que lleva mucho tiempo comprender, pero que para disfrutarlo hacen falta tan solo unos minutos. Mucho tiempo pasó entre 1970 y 2003, pero la vigencia de sus canciones, aún en distintas versiones, sigue siendo avasalladora.

Todo comenzó en el marco de una época fatal y turbulenta para los Beatles. La segunda mitad del año 1968 y el comienzo de 1969 no fue un período fácil ni feliz. El tenso clima de trabajo y la falta de tolerancia mutua, la lucha de egos entre Paul y John por el control de la banda, la creciente individualización de George, el quiebre económico definitivo del emprendimiento Apple (esa extravagante tienda que vendía desde discos inconseguibles hasta ropa psicodélica), la todavía insuperable muerte de Brian Epstein y el agotamiento de una banda que casi no descansaba desde 1963, eran tan solo algunos de los problemas. En ese contexto nace el proyecto Get Back.

La idea de los Beatles era volver a sus raíces musicales (de allí la noción de “Get Back”, volver en castellano). Luego de la música compleja y de producción, imposible de llevar al vivo -de discos como Revolver (1966) o Sgt. Pepper (1967)– la banda quería volver a tocar simples canciones de rock and roll. Sin embargo, había algo revolucionario en el nuevo proyecto: la idea que flotaba en el aire era componer nuevas canciones, ensayarlas y luego grabar, ante una audiencia mundial, como un álbum en directo. Para tal propósito se buscó un estudio de grabación acorde a la exigencia y finalmente se decidieron por los estudios televisivos que EMI tenía en Twickenham, los únicos capaces de albergar cientos de cámaras que registrarían todo aquello que los Beatles hicieran dentro. Las filmaciones serían luego utilizadas para un documental que acompañaría el disco, dirigido por Michael Lidsay-Hogg.

No obstante, surgieron varios problemas: los estudios de Twickenham eran muy amplios y fríos, los músicos se sentían dispersos e inhibidos por el acoso incesante de las cámaras y la acústica del lugar era muy mala para grabar música de calidad. A eso se le sumaban las fricciones y la tensión que reinaba en el seno de la banda, cada vez más agotada y en estado de diáspora permanente. El trabajo allí dentro duró muy poco: desde el 2 de enero hasta el 10 de ese mes, momento en que, luego de una álgida discusión con Paul, George Harrison abandonó las sesiones y los Beatles.

Tras una serie de reuniones, los Beatles restantes lograron convencer a George para que volviera, no sin antes de que éste impusiera algunas condiciones: que le permitieran invitar a Billy Preston para sumarse a las grabaciones, algo que ya había hecho antes, cuando el clima de trabajo era pesadillesco, en tiempos del White Album (1968), con Eric Clapton y “While My Guitar Gently Weeps”. La otra desición acertada fue la de trasladar las sesiones de grabación al estudio que la banda tenía en los edificios de Apple, en la calle Savile Row. Allí, con un clima de trabajo que mejoró en un ciento por ciento, gracias a la presencia de Billy y a sentirse más a gusto en un lugar acogedor e íntimo, registraron algunas de las mejores canciones del álbum: “Get Back”, “For You Blue” o “Let It Be”. Parte de las otras canciones fueron grabadas en el famoso concierto que la banda ofreció (primero desde la gira Norteamericana del ´66, y último en la carrera de los Beatles) en las terrazas del edificio de Apple, el día 30 de enero de 1969. Las tomas que se escuchan en el disco, de “Two of Us”, “Dig a Pony”, “I’ve Got a Feeling” y “One After 909”, fueron registradas ese día.

Pero más allá de ese acontecimiento elegido para darle un cierre al extenso proyecto Get Back, todo el material resultante fue archivado y sin intensiones de ser editado. Al poco tiempo, los Beatles, cansados de las agotadoras sesiones que implicaron concretar Get Back, de las peleas y del desgaste en la relación entre ellos cuatro, decidieron encarar un nuevo proyecto: se trataría de Abbey Road, aceptado por todos los integrantes (incluído George Martin), tácitamente, como el final y despedida de los Beatles. Todo ello ocurrió precisamente cuando John decidía revivir las cintas de Get Back y encomendarle a Phil Spector la edición, mezcla y producción del material, para que al menos se le diera un uso. El resultado, ahora titulado Let It Be, para muchos fue grandioso. Para Paul sería catastrófico.

Spector inundó el disco de melosos arreglos orquestales, coros femeninos, cuerdas, vientos y la extensiva aplicación de su conocida técnica denominada wall of sound (“pared de sonido”). En términos de Paul (y de George Martin), Phil Spector traicionó la idea original de los Beatles y las canciones: en lugar de sonar crudas y rockeras, sonaban supercargadas y artificiales. En efecto, Paul renunció a la banda apenas salido al mercado Let It Be, anunció públicamente la disolución oficial de los Beatles y se hizo lugar para denunciar a Spector por utilizar parte de su propiedad intelectual sin su consentimiento.

Tuvieron que pasar 33 años para que Paul pueda dormir tranquilo. Revivir el material de Let It Be tuvo la intención de mostrale al mundo cómo hubieran querido los Beatles que se editara el disco en 1970. Para tal propósito, convocó nuevamente a Lindsay-Hogg y le encomendó a los tres ingenieros de los estudios de Abbey Road, Paul Hicks, Guy Masey y Allan Rouse, la tarea de bucear en los archivos de EMI. Se corrigieron anomalías en el sonido y, digitalmente, errores en las cintas madre.

El disco Let It Be… Naked suena, previsiblemente, más directo y rockero. Con un notable trabajo de producción, es más pulcro y no incluye los pasajes desprolijos y licenciosos, como las risas o los chistes internos que se escuchaban en las canciones registradas en la terraza de Apple. Dos canciones fueron excluidas: “Maggie Mae”, una antigua canción folcklórica de Liverpool, y “Dig It”, resultado de una improvisación en el estudio. En su lugar se incluyó “Don’t Let Me Down”, un fantástico lado B de John. A la desgarradora y emotiva “Across the Universe”, otra enorme canción de John, se la despojó de todas las sobreproducciones que Spector agregó, y “Get Back”, un rock and roll de Paul con notables trabajos en el piano de Billy Preston, en lugar de cerrar el disco, lo abre.

Pero quizás el caso más llamativo es el de “The Long and Winding Road”. La versión de Phil Spector, con una orquestación de vientos y cuerdas, y los coros femeninos que tanto disgustaron a Paul, fue dejada de lado. En su lugar se incluyó la versión que los Beatles habían grabado de la canción el 31 de enero de 1969, al dia siguinte del show en la terraza de Apple. La canción es sin dudas más cruda y el relato de Paul más doloroso aún. Como dijo Ozzy acerca de ella: “suena como si Paul estuviese anunciando el final, como si ya no tuviese más combustible”. Sin embargo, sigue tan conmovedora como en 1970.

En cuanto a qué versión es mejor, resulta muy difícil tomar una decisión. Los arreglos de Spector están tatuados en la memoria colectiva de generaciones enteras que se criaron escuchando esa versión del disco. La versión de Paul, si bien distinta, es igualmente buena. Hubiese resultado interesante ver cómo hubieran reaccionado John y George al escucharlo, siendo que Ringo siempre fue un mediador infatigable. Lo cierto es que con pequeñas cosas como éstas, los Beatles demuestran su grandeza. Ante la duda, uno puede elegir cuál Let It Be prefiere más o enamorarse de ambas versiones al mismo tiempo. La decisión es personal, y cada disco también.