Por Matías G. Fernandéz

Andrei Tarkovski fue uno de los más grandes directores cinematográficos de la historia, considerado muchas veces como el poeta del cine. Galardonado por los más importantes festivales de cine como Cannes, San francisco, Venecia, entre otros, este artista de nacionalidad rusa supo llevar el lenguaje cinematográfico mas allá de sus propias limitaciones, explorando nuevas formas de narración y utilización de los recursos formales, convirtiendo a sus películas en autenticas piezas de arte que se enriquecen en cada visionado. Desilusionado por el destino que estaba teniendo el cine y las políticas de su país, realizo sus siete films con la intención de mejorar el mundo mediante la cultura y la creatividad. Era cuestión de creer en el potencial del cine. Sus producciones ponen al descubierto su interés del hombre con su angustia existencialista y la búsqueda de la verdad en la vida, como respuesta a la decadencia de la sociedad moderna y la tecnología. Para Tarkovski, el arte, la filosofía y la religión constituían el punto más elevado de las actividades humanas, capaces de alcanzar lo absoluto. Decía que todo artista debía ser de cierta manera un filósofo: provocar crisis en los espectadores, generando toma de conciencia de los problemas del tiempo y la sociedad en la que viven. Por esta razón es que se vale de imágenes y momentos de la vida, y no de algo que está por fuera de ella. Respetar el tiempo de esa realidad y esculpirla. Su único y excepcional estilo se conforma de la sinceridad y belleza con la que representa las vivencias de los personajes dentro de sus films. Con tono poético, autobiográfico, y alto contenido psicológico despiertan en el espectador fuertes emociones y sentimientos que hacen reflexionar sobre su lugar en el mundo. Realmente uno puede verse, proyectarse en cada film, como si fuera un espejo, a pesar de la frialdad y distanciamiento con el que tarkovski nos muestra a sus personajes.
Todo esto lo logra a través de una cuidada puesta en escena de alto nivel expresivo; una forma de relato no lineal que se aleja de los modos de representación tradicionales; una hermosa fotografía de tipo renacentista influenciada por las pinturas y grabados de Durero y Leonardo; el tratamiento del color intercalado con imágenes en blanco y negro o sepia que articulan la realidad, los sueños o los deseos de los personajes; la palabra influenciada por la literatura rusa de Tolstoi y Dostievski; el rimo lento con sus tiempos muertos de carácter psicológico acompañado con elegantes travellings que nos introducen aun mas en esa realidad representada; la importancia de los silencios, los ruidos y la música que va desde Bach hasta composiciones electrónicas, conviven cada uno en perfecta armonía y unidad. En cada uno de sus film utiliza imágenes recurrentes que provienen de los recuerdos y sensaciones de la vida personal del propio Tarkovski, como ser el agua, la lluvia, las manzanas, la infancia, el hogar, los sueños y los recuerdos nostálgicos de un pasado perdido. Y a su vez, todo está atravesado por la inmensa naturaleza que hace del hombre un ser aun más insignificante dentro de este mundo. A Tarkovski no le fue fácil realizar sus películas, ya que muchas veces fue incomprendido por su público y reprimido y censurado por las autoridades de su país en épocas de la guerra fría. Su carrera como director se inicia en 1962 con “La infancia de Iván”, basada en el relato de Vladimir Bogomolov, con la que alcanza éxito en Venecia ganando el león de oro del festival. Esta ópera prima cuenta la historia de un niño, inmerso en medio de la segunda guerra mundial la cual lo ha dejado huérfano, y que tras escapar de los alemanes es adoptado por el ejército rojo colaborando en misiones de exploración traspasando las líneas enemigas. Este film es el más accesible para el público común, por su narrativa clásica, pero sin apartarse del sello de su autor. Las representaciones de las escenas de los sueños anticipan sus posteriores obras. En 1966 realiza su segundo film “Andrei Rubliou”, historia épica sobre el pintor ruso de mediados del siglo XV. Este film fue prohibido hasta 1971 inclusive impidiéndole ganar premios en los festivales. A pesar de estas complicaciones Tarkovski continúo haciendo películas.En 1972 se introduce en lo fantástico, siempre lejos de los estereotipos, con “Solaris”, adaptación de la novela de Stanislaw Lem. Trata sobre un psicólogo, Kelvin, que es enviado a una estación espacial ubicada en la órbita del planeta Solaris para investigar extraños sucesos. Una especie de océano pensante que materializa los deseos de las personas.


En 1974 realiza “El espejo” (Zerkalo), film autobiográfico que explora nuevas formas narrativas que se constituye a través de los recuerdos de infancia del protagonista, Alexei, que a su vez se entrelazan con la presente relación con su ex mujer, su madre y su hijo. Si bien hoy es considerada una de sus obras más importantes, en su estreno fue un fracaso que casi lleva al director a abandonar el cine por ser acusado de elitista por el Comité Estatal de cine de Ministros y la Asociación de Cineastas de la URSS. En 1979 sigue con “Stalker” (La zona), retomando lo fantástico. El film narra el viaje de tres hombres (el Stalker, un profesor y un escritor), a través de un lugar post apocalíptico conocido como “La zona”, donde buscan una habitación que tiene la capacidad de cumplir deseos. La primera versión del film se perdió tras un accidente en los laboratorios por lo que tuvo que rodarse nuevamente pero con menor presupuesto. En 1983 Tarkovski viaja a Italia para rodar “Nostalgia”. Este film toca el tema del exilio y la posibilidad de vivir permanentemente en los deseos, capturándolos en la memoria. Finalmente, arto de la represión de las autoridades rusas Tarkovski se exilia junto a su familia a Suecia donde filma en 1986 su última película “Sacrificio” con colaboración de Ingmar Bergman. El film plantea la fe y el sacrificio personal como salvación frente al fin de los tiempos a causa de un conflicto bélico a nivel mundial. El film gano cuatro merecidos premios en Cannes. Este mismo año Tarkovski muere a los 54 años a causa del cáncer. Está claro que el cine de Tarkovski no se corresponde a un cine de género, no entra en ningún tipo de categoría, simplemente es Tarkovski, por lo que debe ser visto con la cabeza abierta, relajada y alejada de prejuicios. Aquel espectador que ve una película con la intención de entretenerse y distraerse, y que espera que se le cuente una historia sobre un héroe que finalmente tendrá un final feliz, quedara desilusionado, se aburrirá o simplemente dejara de ver la película, porque el cine de Tarkovski es mucho más que eso, por lo que requiere otro tipo de recepción que el público del cine comercial no está acostumbrado a ver. El darse cuenta de ello es el primer paso para entender el verdadero arte cinematográfico y poder sacar provecho de él. Para aquel que no ha visto nunca una película de Tarkovski recomiendo empezar con “La infancia de Iván”, y luego continuar con el resto de su producción dejando para lo último “El espejo” por su complejidad narrativa. También recomiendo leer su libro de teoría de cine “Esculpir en el tiempo”, el cual se aproxima mucho a una suerte de diario intimo del autor. Interesantísimo material para los interesados en el tema.