El cliché “segundas partes nunca fueron buenas” fue desmentido el pasado viernes, cuando los finlandeses Amorphis se presentaron nuevamente en nuestro país tras su primera visita en el 2010, dando una verdadera lección de cómo es posible sonar prolijo, progresivo y jevy.

Crónica y foto por  Ernesto Castillo

Frente a un público algo diferente al de su anterior presentación: menor en cantidad -ausentes esta vez los fanáticos de Children of Bodom, a quien habían teloneado la vez anterior- y de mayor edad promedio, los de Helsinski no defraudaron a nadie, ofreciendo un show no demasiado extenso -algo más de 90 minutos- pero potente y cargado de adrenalina, donde tuvieron lugar tanto la introspección psicodélica como el pogo. Y es que la agrupación formada en 1990 presenta desde sus inicios un sonido particular, evolucionando disco tras disco, donde el Doom y el Death metal se mezclan con elementos propios del Folk finés, la música electrónica, el jazz y el rock sinfónico/progresivo. Todo esto encuadrado en unas letras cuyas temáticas suelen centrarse en el “Kalevala”, y demás leyendas y poemas del folklore de Finlandia.

Tras una buena presentación de los death/trasheros locales Coalission, sobre las 21.30 hs. comenzaba el show de los nórdicos, con los acordes de “Battle for Light”, intro de su ultimo disco, The Beginning of Times. Al momento salieron a escena los Amorphis, – liderados por su vocalista Tomy Joutsen, de gran presencia y kilométricas rastas, ejecutando la épica “Song of the Sage”, del mismo álbum para deleite de los algo más de 600 concurrentes al Roxy de Palermo. Le siguieron otros cortes de sus últimos discos, “Towards and Against” y “The Smoke”, y un muy aclamado “Sky is Mine”; temas donde las dotes de Joutsen como cantante quedaron tan demostradas como su talento como frontman, alternando voces limpias y profundas con grunts. El tipo, o bien tiene estudiado cada movimiento, o posee un instinto natural para alentar a un público cuya alegría no cesaba de aumentar. A pesar de algunos problemas de sonido iniciales, la banda sonó compacta y prolija, con las guitarras de Esa Holopainen y Tomi Koivusaari y el bajo de Niclas Etelävuori dando una definición de diccionario sobre cómo debe sonar un riff de metal. El teclado de Santeri Kallio brindó los ambientes sinfónico-progresivos tan caros a los fans de la banda (si bien le faltó un poco de volumen a lo largo del recital) y el papel de Jan Rechberger en su bata fue excelente, tanto en las partes tranquilas como en las cabalgatas metaleras que a Amorphis le salen tan bien.

Promediando la primera media hora, un divertido Joutsen puso al público en una difícil elección: decidir si a continuación la banda tocaría “Against Widows” u “On Rich and Poor”, ambos verdaderos himnos de su disco de 1994, Tales from the Thousand Lakes. Los gritos y exclamaciones eligieron al segundo -aunque algunos se habían ilusionado con que terminaran tocando ambos- y las violas gemelas de Holopainen y Koivusaari sonaron con toda su fuerza acompañando al doble bombo, para placer de una concurrencia donde si hasta entonces había alguien no sonreía, dejó de haberlo al instante. La psicodelia de los teclados completó un ambiente en el cual los rugidos de Joutsen desencadenaron una fiesta de salto, coreo y mosh entre los presentes, que continuo después con otros temas bien jevys como “Sampo” y “You I need”. Pero lo más pesado estaba por llegar, ya que luego de la intro “Karelia” sonó “Vulgar Necrolaty”, verdadera masacre del mejor death metal proveniente de su álbum debut, The Karelian Isthmus de 1992. En ese pogo terminaron por el suelo –pero felices- un par de concurrentes, solo para levantarse inmediatamente y seguir disfrutando. Continuaron sonando himnos de la banda, entre los que se destacó “Alone” –con su estribillo coreado por casi todos los presentes, y el saxo sonando a través de los teclados de Kallio- y el clásico doom de la banda, “Black Winter Day”.

Tras el típico amague de despedida, los fineses retornaron para ejecutar tres temazos: “Silver Bride”, “My Kantele” – donde a más de algún presente se le piantó un lagrimón- y el ya clásico “House of Sleep”, para cerrar lo que fue una verdadera noche de lujo para todos los asistentes.